Es lo que ha pasado desde el principio con el cepo cambiario. El aumento del anticipo de Ganancias cuando se contratan servicios o se compran bienes con tarjeta en el exterior y su extensión a la compra de divisas en el mercado oficial parece encaminado a volver a ampliar la brecha cambiaria.
Lo que pasa en la actualidad es consecuencia de tener un nivel de actividad relativamente alto en el cual el Estado tiene un fuerte déficit fiscal que financia emitiendo billetes. Esta administración, como otras, intentó primero usar el tipo de cambio como ancla. Es decir, los precios no deben aumentar porque no sube el dólar. El experimento más recordado es el de José Alfredo Martínez de Hoz durante la dictadura.
Igual que entonces, se atrasó el tipo de cambio. Los precios locales son altos en dólares y todo lo importado es más barato. Con el agravante de que hoy no hay que hacer, como a principios de los 80, tours de compras a Uruguaiana para comprar bienes. Alcanza con tener Internet y una tarjeta de crédito internacional.
El caso es que cuando se decide dejar de usar el dólar como ancla, la devaluación genera aun más inflación. Los tenedores de pesos advierten que, si se los quedan, perderán y entonces los cambian por bienes o servicios a toda velocidad.
Encarecer los gastos en el extranjero 15 puntos si se los compra con tarjeta y un 35% si se lo hace con divisas compradas en el mercado oficial abre la puerta a que los prestadores locales de esos servicios también suban sus precios. Así, la ventaja de gastar en el exterior se mantiene. Y a los extranjeros que podrían ser atraídos, la suba de precios les come la ventaja de la devaluación.
El problema es la inflación, generada por un Estado que gasta mucho más que lo que recauda y se financia con "maquinita". Un plan de corrección tradicional sería devaluar y achicar el déficit. La actual administración no puede por dos razones: tiene fuertes vencimientos de deuda externa y debe afrontar multimillonarias importaciones de energía y combustibles. Todo se paga en dólares que debe comprar con pesos. Una devaluación le achica el déficit por un lado y se lo agranda por otro.
La única forma de cortar este círculo vicioso es convencer a los tenedores de pesos de que no van a perder si se quedan con ellos. El Gobierno, por ahora, no se animó a, por ejemplo, permitir la compra de dólares para atesorar, aunque sea con la tasa del 35%. Si no es posible comprar formalmente para ahorrar, siempre habrá una brecha.
La economía está estancada, pero en un nivel alto de actividad, con la excepción de algunos sectores, como el inmobiliario. El riesgo de estas medidas es que causen una recesión que se busca evitar y, para colmo, no se controle la inflación. La experiencia indica que una situación semejante es fuente de conflictos sociales y que la desconfianza generada dificulta luego el retorno al crecimiento. Tiene razón Kicillof cuando dice que se requiere un cambio de expectativas. Pero hasta ahora no consiguió dar las señales necesarias para lograrlo.