Ni siquiera los empresarios y banqueros más entusiasmados con la llegada de Jorge Capitanich a la Jefatura de Gabinete esperaban ver a Moreno fuera del Gobierno. Apenas se animaban a apostar a que quedaría aislado y sin mucha capacidad de acción. Y eso los ilusionaba.
Nadie cree que sobrevendrá una liberación de precios , incluido el del dólar. Pero sí que se tratará de solucionar muchos de los problemas que hasta hace poco se negaron. Capitanich, mucho más que Kicillof, es visto como el responsable de que la economía permita una recuperación electoral del peronismo en 2015.
Las medidas deberán ser más razonables. La difícil tarea es arreglar todo lo estropeado en estos años, sin que el remedio resulte, tanto política como económicamente, peor que lo que se quiere corregir.
Las preocupaciones cunden en algunos sectores y empresas que, aunque jamás habrían sido amigos de Moreno, habían logrado convivir y hacer buenos negocios en medio del mar revuelto de sus medidas verbales y muchas veces contradictorias.
Otros, menos favorecidos, ya se alegran de saber que no tendrán que tratar más con él. Las incógnitas son en torno al papel que tendrá Kicillof. Aunque varios descuentan que el verdadero hombre fuerte es ahora Jorge Capitanich.
¿Convalidará el jefe de Gabinete los tipos de cambio múltiples que el ministro al menos defiende? Allí puede haber alivio para algunas economías regionales y poder para una administración que podría tener beneficios para repartir entre los sectores favorecidos.
Los peligros son varios. El primero es que con un tipo de cambio desdoblado es imposible un acuerdo con el FMI. No parece que se esté por pedir una línea de asistencia, pero si hiciera falta por una emergencia, la existencia de múltiples dólares lo impediría. No es un dato menor para una administración que busca normalizar sus relaciones con el organismo. Y para normalizar relaciones con el Club de París hay que estar en sintonía con el Fondo.
Manejo difícil
Además, el manejo de distintos dólares crea gigantescas oportunidades de corrupción por parte de funcionarios y de fraudes al fisco y al Banco Central por parte de operadores de comercio exterior. Con el actual dólar "barato", los exportadores pueden verse tentados a declarar aquí un precio inferior al que en realidad venden. Así pagan menos impuestos a las exportaciones. Y pueden elegir que sus clientes les entreguen la diferencia en divisas en el exterior, las que aprovecharían para no ingresar. Es la llamada subfacturación de exportaciones. Con un tipo de cambio diferencial más alto, la tentación puede ser la contraria: mentir diciendo que se vende al exterior por precios mayores que los reales.
Que las autoridades encarecerán o dificultarán los gastos de turismo en el exterior es una medida descontada por empresarios de todos los sectores. Pero hay quienes creen que podría ser más una restricción de los rubros en los que se puede usar la tarjeta de crédito en el extranjero que un dólar turístico más caro.
Los más entusiasmados con los tipos de cambio diferenciales creen que hasta podría haber uno más caro que el oficial con el que se podrían hacer operaciones inmobiliarias.
El gran desafío es contener el déficit fiscal, que lleva a la fortísima emisión monetaria, que causa inflación y atraso cambiario. Una combinación de reducción del gasto con alguna recomposición tarifaria gradual, más algo de deuda para moderar era la receta que proponía Boudou y que Moreno y Kicillof bloquearon. Tal vez con Capitanich sea posible. No parece haber más sitio para aumentos de impuestos. La aparición de deuda nueva podría evitar que los ajustes conduzcan a la recesión.
Con la partida de Moreno, Sergio Massa se quedó sin un argumento. Habrá que ver cuántos más quieren quitarle. Capitanich buscará conducir la transición, construir su candidatura presidencial y mantener unido al peronismo sin que la economía explote.