Los principales cambios en el gabinete de ministros de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner conocidos hasta ahora distan de ofrecer señales de que se buscará enderezar un rumbo económico acosado por la inflación, la desinversión, la desconfianza en la moneda nacional, la continua y creciente pérdida de reservas del Banco Central y la inseguridad jurídica.
La renuncia del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno , conocida anoche, podría suponer un alivio para la economía del país, sólo en la medida en que el Gobierno decida rectificar profundamente los groseros desaciertos de toda clase y los abusos de poder que caracterizaron la gestión de este funcionario, y que fueron avalados por demasiado tiempo por la primera mandataria.
La salida de este nefasto funcionario, tan pendenciero y violento como incompetente, debería derivar en la búsqueda de un reemplazante que no sólo se diferencie de su antecesor en las formas, sino que además dé marcha atrás con una serie de políticas que produjeron graves distorsiones y que minaron la confianza inversora. Del mismo modo, es de esperar que las numerosas causas judiciales que existen contra Moreno por sus abusos autoritarios avancen con rapidez.
La llegada de Axel Kicillof al Ministerio de Economía, en reemplazo de Hernán Lorenzino, quien será embajador ante la Unión Europea para pilotear las negociaciones en el Ciadi y el Club de París, es el mayor indicador de que no se producirían las esperadas rectificaciones en la política económica. Por el contrario, sólo cabrá esperar más dogmatismo, más intervencionismo estatal en la actividad privada y menor libertad económica para todos los argentinos.
Es de esperar que del férreo intervencionismo que representó Moreno no se pase a un absorbente estatismo como el que podría simbolizar el nuevo ministro de Economía, artífice del ingreso del Estado en directorios de compañías privadas y de la virtual confiscación de las acciones de Repsol en YPF, además de responsable de la comisión reguladora de la política hidrocarburífera, que derivó en un impresionante déficit energético que costará muchos años revertir. Se trata de un economista que descree del mercado y detesta la expresión "clima de negocios".
Las modificaciones anunciadas confirman el avance de la agrupación La Cámpora en la estructura del Estado, no sólo por el ascenso de Kicillof, sino también por la designación al frente del Banco Nación de Juan Ignacio Forlón, un joven abogado vinculado al hijo de la Presidenta, Máximo Kirchner.
La propuesta de nombramiento del hasta ahora titular del Banco Nación, Juan Carlos Fábrega, al frente del Banco Central de la República Argentina (BCRA) no permite ser optimistas acerca de una revalorización de esta institución, que en los últimos años ha pasado a convertirse en un apéndice del Poder Ejecutivo Nacional, tendiente a satisfacer las permanentes necesidades del Tesoro nacional para solventar el fuerte déficit fiscal antes que a cuidar nuestra moneda.
Finalmente, la designación del gobernador chaqueño, Jorge Milton Capitanich, en la Jefatura de Gabinete, en reemplazo de Juan Manuel Abal Medina, tampoco permite albergar grandes esperanzas de cambios. Es que Capitanich, si bien puede exhibir mejores antecedentes en materia de diálogo con distintos sectores políticos, ostenta aspiraciones presidenciales que harán que subordine su criterio personal al verticalismo propio de la gestión kirchnerista.
En definitiva, si bien los nombres de los colaboradores de la Presidenta resultan importantes, para la reversión del lamentable cuadro económico y social que vive la Argentina será vital que, ante todo, el Gobierno reconozca la gravedad de los problemas y sus verdaderas causas.
Es imprescindible que se reconozca que la fuerte declinación de las reservas internacionales es el fruto de las inconsistencias fiscales y monetarias de la propia política económica. La Argentina exhibe en el último lustro un creciente déficit fiscal, que está siendo financiado con aportes de la Anses, que comprometerán el futuro de los jubilados, y con una emisión de dinero descontrolada, que es la principal causa de una inflación que no pocos funcionarios se han empeñado públicamente en negar. Cabría preguntarse, al margen de todos sus errores de gestión, si el motivo del anunciado reemplazo de la titular del BCRA, Mercedes Marcó del Pont, no fue su tan reciente como sorpresiva admisión de que la inflación era un problema que debía combatirse.
Los próximos días serán decisivos para comprender hasta qué punto está el gobierno de Cristina Kirchner dispuesto a asumir su propia responsabilidad en la generación de un problema que ha acentuado la desconfianza de inversores y la huida del peso argentino, agravadas por la desafortunada adopción del cepo cambiario.
La negativa reacción del mercado accionario y el aumento del riesgo país registrados ayer señalaron que sigue reinando la desconfianza con las primeras medidas adoptadas por la jefa del Estado tras su reasunción. Es de esperar que la noticia del alejamiento de Moreno sea seguida por otros pasos que den cuenta de que la Presidenta y sus principales colaboradores hayan comprendido el mensaje de un electorado que aspira a vivir en concordia y en paz en un país normal, alejado de flagelos como la inflación y la inseguridad.