Los resultados de la elección general confirman las tendencias observadas en las PASO, con una novedad muy importante: en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito del país, Sergio Massa duplicaba anoche la diferencia sobre Martín Insaurralde obtenida el 11 de agosto pasado. Éste es el dato central de las elecciones legislativas de ayer: una dura derrota del oficialismo en la provincia testigo de la política argentina.

Junto a ello debe computarse el triunfo de distintas fuerzas de la oposición en el resto de los principales distritos: ciudad de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y Mendoza. El panorama adverso para el Gobierno se completa en una geografía emblemática, la provincia de Santa Cruz, cuna del kirchnerismo. Allí, el candidato opositor se alzaba anoche con más del 40% de los votos, 15 puntos más que el Frente para la Victoria.

El Gobierno intentó inicialmente minimizar estos resultados al afirmar que retenía la mayoría en ambas Cámaras, en virtud del recuento nacional. El anuncio se desvaneció rápidamente, confirmándose lo que anticiparon las PASO: el oficialismo retiene Diputados, pero pierde el quórum propio en el Senado.

Acaso las declaraciones más interesantes -y polémicas- de la noche del recuento correspondan al ministro de Defensa, Agustín Rossi, un avezado gladiador oficialista. Ante la adversidad que anunciaban las encuestas a boca de urna, afirmó tempranamente que la palabra "transición" no figura en la Constitución Nacional. Con ese argumento quiso reafirmar la autoridad del Gobierno y desestimar las sombras y dudas que los datos electorales arrojan sobre él.

El argumento de Rossi pretende abolir el sentido de los resultados, corriendo el eje del problema. Nadie discute la vigencia de la Constitución, que le otorga plena legitimidad de origen al Gobierno. Ésa es la cuestión legal institucional. Pero a esta hora, lo que pesa es el dato político. Al perder las elecciones de medio término y no tener posibilidades de reelegir, el Gobierno empieza a despedirse para dar lugar a la alternancia.

Es su legitimidad de ejercicio la que se debilita. Su autoridad. Es el protagonismo excluyente de un gobierno el que de ahora en más se discutirá. Eso no significa que abandone la escena ni que se repliegue. Intentará todo lo que esté a su alcance para no perder vigencia, pero su suerte está sellada.

Una vez más, es la hora de la política. Y del cambio. Por eso entramos en transición. Hace 30 años que la legalidad constitucional, felizmente, está asegurada.