La victoria de Massa cancela cualquier discusión sobre la reelección presidencial. Con su espectacular elección de 2011, el Gobierno pretendió, en palabras del grupo Carta Abierta, la "eventual continuidad democrática de liderazgos cuando éstos aparecen como condición" del "proceso de transformación".
El indicio más temprano de que ese deseo era problemático fue la sigilosa sustitución del apellido Kirchner por el de Insaurralde. Con los cómputos de las primarias, que ayer empeoraron, la Presidenta quedó desprovista de la ilusión de eternidad que requieren las jefaturas caudillescas para cohesionar a sus seguidores.
De modo que deberá buscar otra estrategia para evitar que su grupo se disperse en los próximos dos años.
En agosto, el oficialismo de la provincia de Buenos Aires inició un desplazamiento hacia Massa cuyo final no está a la vista. Los cortes de boleta que hubo ayer permitieron al intendente ganar en todo el conurbano, salvo en Lomas de Zamora -la tierra de Insaurralde-, La Matanza, Berasategui y Florencio Varela.
En La Matanza, el Frente para la Victoria se impuso, pero retrocedió, lo mismo que en otros enclaves cruciales, como Merlo y Tres de Febrero. Hasta kirchneristas estrictos, como Juan Zabaleta, dirigente de Morón y mano derecha de Amado Boudou en el Senado, repartieron la papeleta de Massa combinada con la de los propios candidatos a concejales.
Sin embargo, el 32,10% de votos bonaerenses que retuvo el Gobierno con Insaurralde son un desafío para Massa. El futuro diputado deberá darse una estrategia sofisticada para fidelizar al electorado antikirchnerista al que ayer sirvió como instrumento. El ensayo comenzó anoche. Su presentación del triunfo ante la TV sustituyó la Marcha Peronista por el ecuménico Himno Nacional, tarareado. Massa pronunció un discurso con eje en la conciliación nacional, propio, por el tono y la temática, de un candidato presidencial que se propone encabezar una alianza social más amplia que la de su partido.
En este aspecto, el éxito de Massa perturba también a Mauricio Macri. No sólo porque los dos deben seducir a una franja social parecida. Con sus 41 años de edad, Massa puede representar la idea de renovación que Macri quiere encarnar con Pro. Consciente de estos retos, el jefe de gobierno aprovechó anoche el triunfo de sus listas en la ciudad de Buenos Aires para relanzar su candidatura presidencial en un discurso dirigido, sobre todo, contra Massa: denunció el gatopardismo peronista y prometió que en su oferta futura no habrá ex integrantes del gabinete nacional. Una decisión drástica de quien hace dos meses negociaba con Roberto Lavagna y Martín Lousteau.
Para el peronismo, el desenlace de ayer plantea un problema delicado. Su base bonaerense se repartirá, por lo menos, entre dos candidatos presidenciales. Massa y Daniel Scioli competirán en 2015 desde fuerzas separadas. Para Scioli los cómputos de anoche fueron una pésima noticia. Gobernador del distrito, soñó con convertirse en el tutor que, sin sacarlo de la derrota de agosto, podía mejorar la performance de Insaurralde. El prodigio no se realizó. La fantasía de un sector del kirchnerismo, que Scioli cargue con los costos del revés, tampoco. Muchos votantes de Massa podrían votar por él en 2015.
Pero Scioli queda herido. Su apuesta a Francisco de Narváez también fue inconducente. El intendente de Tigre les ganó a Scioli y De Narváez juntos en Mar del Plata, por ejemplo, donde el hermano del primero, "Pepe", figuraba en las listas del segundo para el Senado provincial.
Scioli aprovechó anoche el retiro de Cristina Kirchner para, por un minuto, asumir la representación nacional del oficialismo ante la TV. Sobrevoló la derrota frente a Massa como si fuera una anécdota local, y habló de la inauguración de una senda de desarrollo, su eslogan de campaña.
Una hora más tarde, la Casa Rosada lo devolvió a su sitio: en la presentación general de los resultados, los ministros se conectaron con Jorge Capitanich, vencedor en el Chaco por 59% de los votos, y candidato de una parte del gabinete para el año 2015.
En la situación de Scioli están muchos líderes provinciales que sufrieron una pérdida de votos significativa. El segundo gran mensaje de los comicios de ayer es que en el interior del país se detectan los mismos motivos de insatisfacción que en el área metropolitana: inflación, insatisfacción laboral e inseguridad, cada vez más vinculada con la droga. En 2011, al kirchnerismo se le otorgó un mandato para resolver esos problemas. Y no lo consiguió. Ayer fueron impugnados muchos dirigentes que no figuraron en las listas: de Guillermo Moreno y Mariano Recalde a Carlos Zannini, de Juan Manuel Abal Medina y Julio De Vido a Sergio Berni.
El deterioro del PJ reforzará la tensión entre Cristina Kirchner y su propia fuerza. Los resultados de anoche están destinados a quebrar el consenso oficialista en torno de la política económica. ¿La Presidenta hará correcciones para mejorar las posibilidades de su partido para 2015? Sobran las especulaciones sobre cambios en el Gabinete, sobre todo en el área económica. Aun cuando Mercedes Marcó del Pont insistió anoche en que no habrá novedades. Pero Hernán Lorenzino es amenazado por la ambición de Diego Bossio, que anteayer acompañó a Scioli a visitar a su aliado José Luis Gioja a su lecho de enfermo. El accidente de Gioja -recuperó la provincia con 55,36% de los votos- es, para la política de Scioli, tan grave como el trance cardiológico de la Presidenta. Bossio compite con Sergio Chodos, el representante ante el Fondo Monetario, que cuenta con el patrocinio de Boudou.
Sin embargo, anoche, en su excitado discurso, Boudou dio a entender que no hay que esperar modificaciones. En línea con los pronunciamientos de Carta Abierta, de los cabecillas de La Cámpora y de los representantes más ortodoxos del Gobierno, indicó que la señora de Kirchner no buscará recuperar el terreno perdido, sino afianzar el que todavía conserva. En especial ahora, cuando Insaurralde sacó más votos que Néstor Kirchner y Massa en 2009. Y con una izquierda trotskista con un avance llamativo. Por ejemplo, con un 20% del Partido Obrero.
Boudou, a quien la Casa Rosada designó para ser el rostro del revés electoral, presentó el nuevo panorama como una trivialidad.
En agosto, Cristina Kirchner había interpretado resultados iguales o peores como un golpe blanco de "los dueños de la pelota". Se ve que allá arriba el desconcierto es pavoroso.
La Presidenta, según las informaciones más confiables, se recupera muy bien. Su cuadro clínico parece ser más saludable que el de su empresa política. Pero en los próximos días la echarán de menos quienes buscan argumentos para seguir acompañándola.
La peripecia federal del peronismo hace juego con la tercera novedad relevante de ayer: la aparición germinal de un conglomerado de fuerzas que, con distintas combinaciones partidarias, se ofrece como alternativa al peronismo.
Las manifestaciones más llamativas de esta tendencia eran, a primera hora de hoy, el triunfo de Julio Cobos en Mendoza (47,67%), de Hermes Binner en Santa Fe (festejó el 42,43% con referencias a la situación provincial) y la recuperación de Elisa Carrió (perdió con 32,22% contra 34,46% de Sergio Bergman), y logró que Pino Solanas se impusiera sobre Daniel Filmus. En Tucumán, Jujuy, Santa Cruz, Catamarca, La Rioja y La Pampa los votos que perdió el PJ fueron a alianzas lideradas por la UCR.
Si el peronismo se mantiene disperso y este conglomerado interprovincial acuerda alguna síntesis, los triunfos y las derrotas de anoche seguirán siendo provisionales. Apenas hipótesis para pensar la sucesión de 2015.