Una caída que podría emparentarse a una debacle si se enfocaran sólo dos aspectos: el arrasador paso de Sergio Massa, del Frente Renovador, en Buenos Aires y la ausencia de conducción y de mensaje que se advirtió en el kirchnerismo durante su noche aciaga.

Aquellos números indican que 7 de cada 10 argentinos votaron ayer en contra de los candidatos del gobierno de Cristina Fernández.

Las diferencias se estiraron respecto de las primarias, en todos los casos, en los cinco distritos principales. Los encuestadores deberán desde ahora desentrañar algunos fenómenos o realizar, quizá, ciertas correcciones. Cómo podrá compadecerse la buena imagen presidencial – algunos la colocan por encima del 45% desde su enfermedad– con el comportamiento electoral de sus candidatos clave en las legislativas. O existe algún rasgo sociológico muy subterráneo o Cristina manifiesta incapacidad para la articulación de la política.

Los números se complementaron con los gestos en la escena de la derrota oficial. El búnker electoral del kirchnerismo resultó un calco de la desolación. Hubo gritos, llantos y recriminaciones. Juliana Di Tulio, la jefa del bloque de diputados del FPV, no la pasó nada bien. Héctor Timerman resultó increpado por militantes callejeros. Las palabras ensayadas para sortear el mal trance fueron un broche. La propia Di Tulio, el ministro de Defensa, Agustín Rossi y Ricardo Forster, de Carta Abierta, se aferraron al libreto de siempre. Explicaron que el FPV constituye aún la primera minoría en el país – una verdad formal– y que la composición del Congreso, a partir de diciembre, no variaría demasiado. Todos los parlantes dejaron idéntica impresión: hablaron por intuición, basados en la tradicional lógica K, aunque huérfanos de directivas precisas.

No podría haberlas porque Cristina está convaleciente y en ese sistema de poder impera un vacío. Ninguno de ellos, sin embargo, fue más lejos que Mercedes Marcó del Pont. La titular del Banco Central se animó a hablar de seguir con la profundización del modelo y elogió la “estabilidad cambiaria”.

Sonó a broma macabra en la noche negra.

Esos dirigentes estarían remitiendo sus sueños, tal vez, al remoto 2009. Néstor y Cristina superaron aquella caída, también en las legislativas, por cuatro razones: la destreza y tenacidad del ex presidente; un 2010 con una economía ascendente; un peronismo que mantuvo disciplina; una oposición que se desmembró a poco de vencer.

Ninguna de esas circunstancias pareciera poder repetirse ahora.

Massa abrió, definitivamente, un surco en el peronismo. En especial, en Buenos Aires. Su victoria en el distrito electoral más importante resultó imponente, con más de 12 puntos de ventaja sobre su rival K, Martín Insaurralde. El intendente de Tigre perforó el interior provincial y también el conurbano hondo. Empezó a desmantelar el clásico tejido de los viejos intendentes. No sólo por la alianza que forjó con el Frente Renovador. La dimensión de su éxito debería explicarse también a partir de la defección de muchos barones, que jugaron a dos puntas en la jornada de ayer: varios que respaldaron a Insaurralde no vacilaron en distribuir en sus territorios la boleta que encabezó Massa.

Se notó, sobre todo, en el oeste y en el sur.

El tigrense quedó a tiro de llevarse La Matanza.

El impacto de Massa tuvo registro nítido en el cortejo de la derrota que montó el kirchnerismo.

El rostro demudado de Daniel Scioli, ladeado por un excitado Amado Boudou, dijo casi todo. El gobernador empieza a temer por el destino de su proyecto presidencial para el 2015. El Gobierno se vio impedido de exhibir algún rostro ganador de talla. Debió recurrir a una teleconferencia con Jorge Capitanich, cuya lista en Chaco obtuvo un holgado triunfo.

Signo de carencias y debilidades.

En ese mismo estrado de perdedores sobresalió Daniel Filmus. El senador perdió su banca a manos de Pino Solanas. Es cierto que se trató sólo de una senaduría.

Pero sonó casi a símbolo de la gran derrota.

El ex viceministro de Educación de Carlos Menem defendió por años su sitial porteño. Aunque su histórico perfil moderado fue devorado por su cristinización.

Massa no hizo alusión a su plan presidencial pero el tono de su discurso tuvo más vecindad con ese objetivo que con la del parlamentario que asumirá en diciembre. Se esmeró por convertirse en la contracara de algunos de los rasgos más criticados del kirchnerismo. Convocó al diálogo, mencionó a todas las fuerzas, llamó a desterrar el odio y los rencores, promovió la inversión y el regreso de la Argentina al mundo. Parafraseó a Francisco, el Papa, un recurso que utiliza en momentos cumbre.

Massa no dijo nada de lo que, en cambio, dijo Mauricio Macri. El pacto electoral oculto entre ambos, para frenar al kirchnerismo, concluyó anoche mismo.

El jefe de Gobierno porteño aprovechó la victoria en Capital, fogoneada por Gabriela Michetti, para lanzar su candidatura a la Presidencia. Chocará, en ese camino, con el intendente de Tigre. La celebración del PRO, por lo exageradamente colorida y festiva, hizo recordar, a lo mejor, a ciertos mitines políticos que se descubren con asiduidad en países centroamericanos. Los macristas suelen atajarse explicando que ése constituye sólo el marco de un nuevo concepto basado en la gestión. No estaría mal, aunque continúa desnudando delgadez política. Macri es fuerte en Capital, parece haber hecho pie firme en Santa Fe con Miguel Del Sel y, en menor medida, en Córdoba. Contará desde diciembre con un bloque de, más o menos, 12 diputados nacionales. Allí radica su base para la aventura del 2015.

¿Con quiénes más? Difícil por ahora adivinarlo. Las grandes victorias de Julio Cobos en Mendoza y Hermes Binner en Santa Fe parecen consolidar el frente radical-socialista.

Habrá que observar qué posibilidad de empalme serio tendrían con el espacio que lideran Elisa Carrió y Solanas. Ese par de dirigentes se asoman a un gran desafío: armonizar un armado muy heterogéneo y mantenerlo en el tiempo. Se trata de personalidades severas y complejas, muchas veces más proclives a las rupturas que a las conciliaciones. Pero en esta época, en especial a partir de las primarias, dieron ejemplo de ejercicio democrático interno. Solanas, anoche mismo, desechó algo que él mismo había insinuado: que su alianza con Carrió concluiría luego de las legislativas.

Carrió y Solanas tienen viejas cuitas irresueltas con el radicalismo. Los radicales confirmaron en la votación de ayer la recuperación insinuada en las primarias. Triunfaron en varias provincias (Mendoza, Catamarca, Santa Cruz, Corrientes, Jujuy) y, aún perdiendo, hicieron también buen anclaje en Córdoba y Tucumán. El apareamiento con Margarita Stolbizer en Buenos Aires les resultó redituable.

Ha quedado claro, desde anoche, que un ciclo político se apresta a concluir en la Argentina.

Esta mucho menos claro, en cambio, el ciclo que debe comenzar.