El kirchnerismo fue derrotado en lo que constituye el corazón de su dispositivo electoral: el conurbano bonaerense. La magnitud de la derrota ha agravado el "síndrome del pato rengo" que sufren aquellos mandatarios, como Cristina Kirchner, cuando se aproximan al final de su gobierno sin sucesión propia.

La transición que se inicia muestra dos problemas dentro del conglomerado kirchnerista: el estilo aislado de la gestión presidencial y las disputas entre los que plantean profundizar el modelo y quienes buscan su continuidad con cambios.

Frente a este panorama, y ante una transición sin candidato oficial, los gobernadores oficialistas se preparan para asumir un rol protagónico en lo que resta del mandato presidencial, y probablemente pretendan tener cada vez mayor injerencia. Al hallarse en juego su destino político, tal vez demanden espacios de poder que les garanticen intervenir en las decisiones y proponer correcciones a las deficiencias del "modelo".

La Presidenta se enfrenta al dilema de gobernar sin concederles espacios de injerencia estatal o acordando con ellos el encauzamiento de la economía y el esbozo de un plan político. Cualquier camino que tome no se encuentra exento de dificultades. El primero la sumiría en un aislamiento aún mayor en medio de una situación económica problemática y un liderazgo a plazo fijo. El segundo puede conducir a un conflicto de intereses entre la Presidenta, pretendiendo conservar su capital político, y sus eventuales sucesores, intentando que ella asuma los costos de cualquier reorientación del "modelo".

La recomposición del cuadro tarifario, el reordenamiento de los subsidios, la adecuación del tipo de cambio, la salida del cepo cambiario y el control de la inflación son temas que sus aspirantes a sucederla pretenden ver resueltos antes de 2015. En una palabra, en el tiempo por venir, Cristina Kirchner debe encarar, al mismo tiempo, una gestión con dificultades, la pérdida de poder y la disputa por la sucesión.

Dada esta situación, el peronismo puede llevar, en 2015, hasta tres candidatos a la Casa Rosada: uno por el peronismo disidente, otro por el justicialismo oficialista y un tercero por el kirchnerismo puro y duro. Si se llega a configurar este escenario, el próximo mandatario probablemente surja de un ballottage.