La situación mundial, a partir de una mejora en la oferta y una demanda que no ha variado sustancialmente, se caracteriza hoy por valores deprimidos en una brecha claramente ampliada respecto a de los de la soja. Sin duda, el incremento en la producción estadounidense estimado por el USDA, en septiembre ha detonado un fuerte pesimismo en términos de valores.

La baja de valores unida a la discrecionalidad gubernamental respecto a los cupos de exportación y la falta de liquidez, en un tiempo de escasez de humedad adecuada desalienta toda inversión ligada al maíz.

El tema no es sólo resultado de la política de los últimos años, sobre todo desde la implantación de los ROE´s. Viene desde inicios de la década pasada.

Y puede atribuirse a la necesidad de mayor inversión por hectárea respecto a su principal competidor: la soja.

Pero la cuestión se patentiza desde que el mercado es intervenido.

Como dijimos este año, la cosa se está complicando más aún. Las últimas lluvias trajeron algo de alivio, pero por su falta de uniformidad muchas áreas no están todavía en condiciones de ser implantadas.

Se habla de una posible reducción del 10% de la superficie sembrada respecto al año pasado. Nosotros estimamos que la caída será mayor.

Las dificultades, que no se remontan únicamente a la falta de humedad sino también a los precios internacionales y la política agrícola interna, permiten entrever una baja cercana al 15%.

Como la siembra se demorará, se implantará una gran porción de maíz tardío; y también habrá algunos casos de maíz de segunda.

La experiencia de los últimos años fue favorable pues los maíces tardíos lograron buenos resultados, aunque claramente se trata de una estrategia que resigna parte del potencial productivo.

La realidad es que la relación del cereal de siembras temprana versus tardía gira en torno a 60-40 %. Para tomar una idea de lo que ello representa recordemos que la relación histórica se mantenía en 80-20 %.

A la postre lo que, seguramente, veremos será una baja en la producción.

Mientras tanto los valores se mueven en torno a u$s 155 y 160. A su vez el mercado disponible se desliza alrededor de $ 850 por tonelada. Y el consumo está dispuesto a pagar entre $ 850 y $ 900 según sea la calidad aunque en rigor sea poco el volumen en el campo porque el productor priorizó al soja, en desmedro de este cereal, para retener valor.

Obviamente estos números no hacen más que desalentar al productor porque dejan un margen demasiado ajustado.

El hecho de que este cereal sea tan delicado frente a la ausencia de precipitaciones, sobre todo en el momento de floración, explica la razón de nuestro pesimismo a la hora de estimar el volumen de producción.

En los años 90, se sembraba cerca de la mitad de la superficie destinada a soja. Pero en los últimos años, tal relación pasó a ser de 4,5 a 1, de acuerdo a la información de CREA.

Los resultados están a la vista en este cuadro realizado a partir del estudio de CREA.


Claramente, el nivel de producción se ha estabilizado en un nivel y la tendencia para esta campaña se muestra en baja.