La caña de azúcar es una producción clave de la economía regional de Tucumán, Salta y Jujuy, con una participación del 98% sobre el total de la producción nacional. Este cultivo de fuerte identidad cultural, requiere para su crecimiento temperaturas mínimas de entre 14 y 16º C, con óptimas de 28 a 32º C y no soporta aquellas inferiores a cero.
De acuerdo con Roberto Sopena, jefe del Grupo Caña de Azúcar del INTA Famaillá “este fenómeno climático produce una serie de modificaciones en la arquitectura del cañaveral y en el contexto general de la cosecha a las que el productor debe estar atento, para no aumentar las pérdidas”.
El primer paso que se debe dar es un monitoreo de las pérdidas de acuerdo con la metodología del INTA para disminuirlas en tiempo real dentro del campo. “Las cifras aceptadas son del 3% del rendimiento cultural, la mitad en precosecha y la otra mitad de caña trozada y soplada”, indicó Ricardo Rodríguez, técnico del INTA Famaillá.
“Las heladas severas incrementan el ritmo de cosecha y con ello el error común de creer que más velocidad es más caña, cuando en realidad es más pérdida de materia prima”, aseguró Sopena.
El frío y la consecuente deshidratación generan cañaverales más frágiles, por lo que aumenta el riesgo de quiebre de tallos durante la cosecha. “Para evitar pérdidas se debe controlar y regular la velocidad de avance de la máquina, como así también la altura del rolo volteador”, recomendó Rodríguez.
Las heladas severas incrementan el ritmo de cosecha y con ello el error común de creer que más velocidad es más caña, cuando en realidad es más pérdida de materia prima.