O que haya propuesto la baja de edad de imputabilidad de los menores como una de las herramientas para combatir la inseguridad. Tampoco que Sergio Berni, el secretario de Seguridad de La Nación, se haya enterado la semana pasada que la inseguridad no es una sensación y que es bien palpable. Ni siquiera es criticable que la Presidenta haya entendido, al final, que el impuesto a las ganancias para salarios de 8 mil pesos constituía casi una confiscación.
O que el gobernador Daniel Scioli haya designado, como responsable de Seguridad de la provincia, a alguien cuya experiencia fundamental fue defenderse a tiros cuando intentaban ingresar a su quinta y sugerir a los vecinos que se compren un arma como la de él, como una de las mejores soluciones para combatir el delito. El quid de la cuestión es otro. Es, en realidad, que estas declaraciones y decisiones compulsivas no parecen formar parte de un plan maestro ni de una estrategia elaborada.
Más bien se parecen a manotazos de ahogados desesperados para evitar, dentro de cuarenta y cinco días, una paliza mayor. Si la Presidenta leyera este comienzo de nota y tuviese a mano su cuenta de twitter escribiría: Más de lo mismo. Palos porque bogas y palos porqué no bogas. Ahora que trabajamos para corregir los errores los periodistas que repiten como loros lo que dicen los medios hegemónicos dicen que tampoco hacemos las cosas bien. Pero el problema es otro. Es la sensación de precariedad en la toma de decisiones.
Es la constancia de que a la campaña ya no la maneja exclusivamente Cristina Fernández, pero tampoco Scioli o el propio Insaurralde. La verdad es que cada uno está haciendo, más o menos, lo que se le da la gana. A la Presidenta se atrevieron a pedirle que no rete a nadie más en público y que no utilice la cadena nacional para criticar a la justicia y a los medios. Cristina Fernández aceptó a regañadientes y el hecho de que haya permitido un par de preguntas de los periodistas enviados a Rusia demuestra que está haciendo un cierto esfuerzo para cambiar algo de su actitud.
El problema es que su metamorfosis no alcanzó, todavía, a sus cuentas de facebook y twitter, y descarga todo su resentimiento político por ahí, y con un efecto igual o peor que generaría si estuviese hablando en cadena nacional para radio y televisión. Scioli, por su parte, ha decidido ponerse la campaña al hombro. La designación de Alejandro Granados en Seguridad responde más a una necesidad propia que a un pedido del gobierno nacional. El gobernador comprendió al final qué cuántos más votos le quite Sergio Massa al Frente para la Victoria menos chances tendrá su candidatura a presidente.
La cuestión, en este caso, es que parece demasiado tarde. La metamorfosis de Insaurralde, en cambio, acaba de caer por su propio peso. El intendente de Lomas de Zamora aprovechará cada espacio que la ofrezca un medio para presentar sus propuestas. No desea que le echen la culpa solamente a él de la derrota que se viene. Y ya le mandó a decir a la gente con la que habla en el gobierno nacional que, si quieren que obtenga más votos, lo mejor que podrían hacer es echar a gente como Guillermo Moreno y Ricardo Echegaray antes de octubre, y no después de las elecciones, cuando resulte demasiado tarde.
El Frente para la Victoria entró en crisis. Ahora, los principales referentes del peronismo que están con el gobierno empezaron a practicar el mejor deporte que conocen. Se llama Sálvese Quien Pueda, me dijo un integrante del Frente Renovador, ayer, exultante, después de recibir las últimas encuestas que le pasó el propio intendente de Tigre. Según él, están a punto de llegar al 40 por ciento contra un 27 por ciento de Insaurralde.
Se trata de un trabajo que se encargó después de la decisión presidencial de bajar el mínimo imponible de ganancias. Massa, por su parte, trabaja con viento a favor, y sin descuidar ningún detalle. Mantiene un ojo mirando a las encuestas y otro en la interna de la presidenta, el gobernador y el intendente de Lomas. Su insistencia pública en pedir la renuncia de Moreno es porque sabe que el Insaurralde casi lo está poniendo como condición para revertir los números de las PASO. Se lo dijeron sus amigos del Frente para la Victoria que le traen información caliente y de buena calidad. Si Moreno se queda, terminará desgastando a Cristina, a Daniel y a Martín.
Y si se va, Sergio va a poder decir, igual que con el tema del mínimo no imponible, que se alegra de que al final hayan hecho lo que él viene pidiendo desde que empezó la campaña, me dijo el hombre de Massa. Cada fin de semana en el que Clarín, La Nación y Perfil publican las encuestas de la provincia de Buenos Aires, se van dos o tres dirigentes del Frente para la Victoria hacia el Frente Renovador. Hace unos días, María Eugenia Bielsa tuvo que aclarar, en privado, que el hecho de que no hubiera aceptado una candidatura para estas elecciones ni implicaba, necesariamente, que iba a abandonar el barco.
Los intendentes de los principales distritos de la provincia de Buenos Aires ya están empezando a plantear un debate público, de manera sutil pero que todo el mundo entiende. Fernando Espinoza, de la Matanza, ya dijo, sin decirlo, que la culpa de la derrota era del gobierno nacional. Por más que para hacerlo haya elegido el hiperoficialista Tiempo Argentino, está claro que se trata de un fuerte mensaje para todo el peronismo del país. Espinoza responsabilizó primero a la inseguridad, después a la inflación y al final al grado de desconocimiento de la figura de Insaurralde.
Eso, y sostener que la mariscal de la derrota es Cristina Fernández parece, en el lenguaje de la política, casi lo mismo. Los incondicionales de Cristina sostienen que, jugado por jugado, es mejor no pegar más volantazos ni entregar la cabeza de los menos presentables en bandeja, a la oposición. Uno de ellos, que fue parte del gobierno de Carlos Menem y también de el de Eduardo Duhalde, recordó el favor que, en 1989, le hizo el candidato a presidente César Angeloz al Partido Justicialista, cuando pidió la renuncia del entonces ministro de Economía Juan Sourrouille.
Le pegué entre ceja y ceja, dejó trascender Angeloz cuando Sourrouille le presentó la renuncia al presidente Raúl Alfonsín. Pero su desplazamiento no sirvió para achicar la diferencia de votos que le estaba sacando Menem. Al contrario. Provocó un cimbronazo político y afectó la situación económica y financiera todavía más.