En el XX Congreso Nacional CREA que se desarrolla en el Estadio Orfeo de la ciudad de Córdoba, coincidieron el psicólogo y terapeuta Miguel Espeche y el físico y profesor Daniel Córdoba, quienes rescataron conceptos como “vocación, vitalidad y superación” para potenciar capacidades individuales en pos de brindar un verdadero aporte social a la comunidad.
Espeche reconoció sentirse raro “entre tantos agropecuarios” y abrió el juego echando mano a una frase que invitó a la reflexión del auditorio colmado: “El que busca la vida encuentra la forma y el que encuentra la forma, encuentra la muerte”, dijo el psicólogo explicando que el hallazgo de la forma es el “modo en que la vitalidad y/o vocación propia y que se transforma en intuición se termina explayando a lo largo del tiempo”. El hombre es tecnócrata por naturaleza y por ello creer que primero viene la forma para vivir después. “Pero en cada forma humana hay ganas, subjetividad, que hacen que las experiencias cobren relevancia. Y si no asoman las ganas, no se puede generar nada, mucho menos un país más republicano”, razonó.
El terapeuta analizó que los argentinos mantienen una batalla continua consigo mismos, renegando contra el ADN nacional, que genera un estado de melancolía y enojo con el destino y la cotidianeidad. Sin embargo, advirtió que hay una “noción de cambio para generar otro ADN donde uno se sienta honroso de ser lo que es”.
Apeló, entonces, al “es lo que hay”, muy usual entre los más chicos, que en los adultos suele convertirse en un “alivio ontológico”. En ese marco, se puede reposar en el conformismo, siguiendo por la vida sin mayores expectativas o “convertirse en protagonista de la realidad a partir de los sueños, la vocación, el deseo, lo que queremos para nosotros y nuestra posteridad”.
Espeche aseguró que la realidad “no es infecunda ni desesperanzada” y que nuestro para nuestro ADN el latiguillo “es lo que hay” no es un “punto final sino el inicio”. “Si no aceptamos que podemos cambiar nos quedamos empantanados. Ejercer la libertad aporta ganas, y si no hay ganas, no se crece”, aportó. Y en ese sentido, explicó que la preocupación generalizada por lo que vendrá recae en un sentido muy negativo que impide ver los recursos con los que contamos para enfrentar un posible escenario adverso.
Pero esos recursos están siempre. El ejemplo se avistó en la crisis de 2001, a partir de una salud mental enorme con la que millones de personas despertaron de su letargo, y descubrieron que el “capital vital” para continuar “era su vecino, su prójimo”, y las ganas de modificar relaciones para generar alternativas donde la solidaridad, la compañía fueron esenciales. “Y en el arte de generar ganas estamos en déficit, ya que solemos hacer las cosas cotidianas sin hallarles sentido”, sostuvo. Y quizás por esa falta de motivación uno de los espectros donde la monotonía se convirtió prácticamente en una norma es el educativo. Y allí fue que Espeche aprovechó para presentar al profesor Daniel Córdoba, quien con un espíritu totalmente renovador logró mutar el significado de la Física como disciplina y materia de estudio.
Nacido en Jujuy, Córdoba sorprende a propios y extraños con un taller especial llamado “Física al alcance de todos”, que se dicta gratuitamente en el Instituto de Educación Media de la Universidad Nacional de Salta (UNSa), del cual salieron excelentes profesionales que no paran de cosechar éxitos dentro y fuera del país. Sin ir más lejos, los alumnos del taller representan el 32% de la matrícula del Instituto Balseiro y el 50% de todos los participantes de las olimpíadas nacionales de la especialidad.
El profesor se posicionó lejos de la figura del académico, y asumió que “Física es una de las materias más odiadas por los chicos”, por lo que sus logros se basaron en formas poco ortodoxas y alejadas del sistema tradicional que le colocó “todas las trabas posibles”. Córdoba contó que nunca se imaginó como un renovador, sino como un profesor que quería “entusiasmar a los chicos con la Física”. Y recordó que su faena distintiva comenzó “de casualidad”. A partir de un adolescente que no paraba de “estirar el cuello para copiarse en un examen”, se propuso encontrar alternativas para que el chico pudiera avanzar con su sueño de ser aviador y “no convertirse en jirafa”, bromeó.
A partir de diferentes iniciativas, el chico se acercó al mundo de la Física, se interesó, al punto tal que al demostrar ganas de aprender, se ganó un lugar en el laboratorio universitario. Finalmente, el chico se convirtió en el primero de una larga lista de jóvenes salteños surgidos del taller que ingresó al Balseiro y hoy vuela, pero no en la cabina sino representando al país en los congresos de la materia.
Córdoba no omitió repasar las trabas que el mismo sistema educativo le fue poniendo sistemáticamente. De hecho, si hoy el Taller se desarrolla en dependencias universitarias es porque el colegio donde dictaba clases regularmente cercenó su iniciativa al calificarla de “elitista”. Y como la universidad estaba abierta los sábados, se instaló allí. “Comenzamos con tres chicos, a veces no concurría nadie a clase. Hoy tenemos más de 200 alumnos y en algunas oportunidades tenemos que cerrar las puertas porque no hay más espacio”, contó.
Y la pata burocrática no cesó. En la universidad intentaron frenar las clases por no ser parte del programa por no contar con los seguros pertinentes, y surgió la idea de enseñar bajo un árbol. Y cuando los políticos “que viven felicitándonos y premiándonos pero no aportan ningún subsidio” comenzaron a tirar ideas, “en vez de incentivar el estudio nos proponían establecer un examen de ingreso”.
El docente apuesta al humor para explicar las falencias con que trabaja todos los días, sin que sea un óbice para paralizar el proyecto. “Los políticos no entienden que además de la Física, tenemos un problema geométrico y que es convertir un rectángulo en círculo. En otras palabras, transformar billetes en pizza. Porque cuando a los chicos los invitás a que se sumen y le asegurás pizza al mediodía, se prenden. Caso contrario, es muy difícil”, razonó. Y recordó otro caso emblemático, de un adolescente que carecía de los 4 pesos para trasladarse hasta el taller. “Esos 4 pesos fueron la diferencia entre la nada y que nos representara en Ecuador y Barcelona”, se entusiasmó
Esto sucede porque la experiencia que se vive en el taller es completamente diferente a la del aula formal. “Estoy paralelando a la escuela media y a la universidad”, reconoce Córdoba, cuya tarea se diferencia por dos motivos esenciales. Una, porque no hay horario y las clases pueden extenderse. La segunda, es que está pensado para un público no cautivo, chicos comunes que se suman por gusto.
También se mostró consciente de que para promover el acceso al conocimiento siempre fue “por colectora, jamás por autopista”, razón por la cual, entiende, no logra entrar en los canales institucionales de los subsidios. En definitiva, el educador mostró que el aprendizaje es algo puramente emocional, al igual que la enseñanza. Y como dijo Espeche en su participación postrera, “si la silencias no funciona”.