También como es de esperar, aún no se cumplió ninguno de esos objetivos y sólo se logró convertir a estas elecciones primarias en una gran encuesta nacional previo a las elecciones definitivas de octubre.

Por lo tanto, se deben analizar en función de la encuesta que son y cuyos resultados generará especulaciones acerca de lo que sucederá en un par de meses. Estas expectativas de lo que puede suceder en octubre tienen consecuencias desde mañana mismo en las decisiones económicas.

Es que los mercados descuentan por anticipado lo que ocurrirá, y esta elección no será una excepción. La lectura de si el gobierno presenta una derrota, un empate o una victoria, evidentemente tendrá sus consecuencias en los días venideros.

La fortaleza debilitada

Es muy interesante que acorde a una encuesta de Poliarquía publicada en los medios nacionales, cerca del 32% de los entrevistados pensaba votar por el oficialismo, pero más del 60% pensaba que ganaría. Es decir que a pesar de perder quizás más de 20% de los votos en relación al 2011, se concluye que la elección sería buena para el gobierno.

En el imaginario de la gente este es un gobierno mucho más fuerte de lo que en realidad es. La primera razón es que la oposición está tan fragmentada que hoy resulta incapaz de generar una alternativa sólida; y, la segunda, que existe un relato muy confrontativo destinado a polarizar posiciones y mostrar fortalezas donde no las hay.

Piense el lector que este gobierno es afín a la Venezuela de Chávez, al Ecuador de Correa o a la Bolivia de Evo. Todos ellos modificaron la constitución. No solo eso, el peronismo en Argentina tuvo 3 largas presidencias, Perón del 46- 55, Menem del 89-99 y los Kirchner del 2003 al 2015. Perón y Menem reformaron la Constitución, los Kirchner quisieron pero no pudieron. Es decir, el gobierno es más fuerte en la imaginación que en la realidad.

Es por ello que una derrota electoral implica un impacto fuerte en el imaginario y consecuencias en la forma de ejercer el poder.

Hay que recordar que gobiernos fuertes tienen ministros de economía débiles. Luego, cuando el gobierno se debilita, por un tiempo convive un gobierno debilitado con un ministro de economía débil, período donde la economía se deteriora rápidamente. No obstante siempre se requiere un ministro de economía fuerte que compense la debilidad política del gobierno. Ante una derrota, este camino será el camino a recorrer como cualquier otro gobierno.

El empate

Pero ¿qué pasa si en realidad no hay ni vencedores ni vencidos? ¿Qué pasa si la evolución de los resultados es un empate? Entonces todas las miradas estarán puestas en octubre, en búsqueda de los reacomodamientos que puedan quebrar ese empate. En este escenario, todos harán un poco más de lo mismo y las posiciones se radicalizarán aún más.

El gobierno subiendo la apuesta en lo que hace. Más controles, más discursos confrontativos, más intervención en los mercados financieros, más gasto público y menos reservas en el BCRA, para mantener el nivel de consumo y la actividad económica.

Por otro lado la oposición deberá subir el tono de sus diferencias para conseguir concentrar más votos. Es esperable que, por el estilo del gobierno, las posiciones se radicalicen y también lo haga el electorado.

Octubre

Dos semanas antes de las elecciones de octubre las encuestas mostrarán cuál será el escenario. Si victoria, empate o derrota y todos (inversores, consumidores, productores, etc.) tomaremos nuestras previsiones antes de la elección.

Porque una cosa es segura, la macroeconomía así como está no es sustentable. Hay que revertir la caída de reservas, bajar la inflación, fomentar la inversión y crear empleo. Para todo esto hay que cambiar de modelo y de gestores.

Puede durar más si hay una victoria del gobierno o durar menos si hay una derrota, pero los cambios van a venir. El manejo de los tiempos es lo que viene.