Néstor y Sergio estuvieron a punto de agarrarse a trompadas en el mediodía del lunes 29 de junio de 2009, en la quinta de Olivos, horas después de la derrota que les propinó Francisco de Narváez, cuando el horno no estaba para bollos. Massa se dirigía al escritorio de la Presidenta y Kirchner terminaba de anunciar su renuncia a la presidencia del Partido Justicialista frente a las cámaras de Télam. Estaban a unos veinte metros de distancia cuando el expresidente lo empezó a chicanear:
¡Che Sergio! ¡Hiciste mejor elección como intendente que como diputado!- vociferó.
Massa había cometido el pecado de aceptar la candidatura a diputado testimonial. Seguía siendo jefe de gabinete pero sus horas estaban contadas. Su esposa, Malena Galmarini, había obtenido 53% de los votos, 14% más de lo que había logrado la lista de candidatos encabezada por el propio Kirchner. Massa estaba mal dormido y no del mejor humor.
¿Cómo dijiste?
El expresidente le repitió la chicana en el mismo tono. Entonces el actual intendente de Tigre explotó, acercó su cara a centímetros de la de Néstor y lo desafió.
No se empezaron a boxear porque lo impidió uno de los secretarios privados de Kirchner.
Néstor, al principio de la relación, quiso seducir a Sergio para transformarlo en un incondicional más. Por eso lo empezó a invitar a los partidos de fútbol de los viernes en Olivos. Y lo hizo hasta que le ofreció, junto con Cristina, la jefatura de gabinete, en lugar de Alberto Fernández. No tardó mucho en empezar a sospechar que Massa estaba usando su cargo para hacerse más conocido y conseguir más votos. Lo confirmó meses antes de las legislativas de 2009, cuando la imagen del intendente apareció por encima de la de El y muy cerca de la de Ella. Y no solo en Tigre. También en la provincia y en el país. Entonces, para bajarle el precio, lo empezó a llamar Masita.
El apodo le duró hasta que Massa negoció con las radios y los canales de televisión el pago de las deudas impositivas con emisión de publicidad oficial. El expresidente leyó, detrás de esa movida, la pretensión de quedar bien con el Grupo Clarín. Fue a partir de ese momento en que Kirchner modificó el apodo de masita por el de Rendito. Es el diminutivo del apellido de Jorge Rendo, el director de Relaciones Institucionales del multimedios.
Una vez fuera del gobierno y desde su refugio de Tigre, Massa le devolvió a Kirchner el favor. Lo empezó a llamar Locatti. Alberto Locatti fue un cómico que en 1980 arrojó a su mujer por la ventana y fue condenado a seis años de prisión efectiva por eso. El dato fue reproducido por Alfredo Leuco en el periódico Perfil. Sin embargo, el apodo secreto que Massa utilizó mientras estuvo como funcionario en el gobierno nacional para nombrar a Néstor no fue Locatti, sino Badman. Hablaba sobre Badman por teléfono, cuando sabía que los servicios lo tenían vigilado. Aludía a Badman junto a dos ministros que conocían el secreto pero solo cuando estaban cara a cara.
No, Batman, como el hombre murciélago, sino Badman, como hombre malo, en inglés. Cuando algunos desprevenidos le preguntaban a Massa el porqué de semejante apodo, el intendente explicaba que Batman, en la voz de Néstor, sonaría como Badman, por su evidente dificultad para vocalizar. Cristina Fernández se enteró de todo esto mucho antes de la aparición de los wikileasks argentinos en los que Massa calificó de loco y perverso al expresidente. De manera que su rencor contra el intendente de Tigre no solo es infinito sino anterior a lo que muchos suponen. Por su parte, el candidato del Frente Renovador nunca la pasó tan mal como en la última etapa de su gestión como jefe de gabinete de Cristina.
Fue, para él, la suma de todas las frustraciones. Quiso volver a hacer creíbles las mediciones del Indec, pero se topó con la negativa de Guillermo Moreno y de la propia Presidenta, cuando un día quiso ponerle a decidir entre la continuidad del supersecretario y la de él mismo. Intentó convencer a la Jefa de Estado para que diera conferencias de prensa y retomara el contacto con los periodistas, tal como lo hizo Kirchner al principio de su mandato.
Solo consiguió convocar a una en la que Cristina apareció incómoda, y su sueño se acabó antes de empezar. Le dijo a la Presidenta que la Argentina empezaría a recibir créditos para inversión sólo después de acordar sus desavenencias con el Club de París y cuando el plan empezaba a ponerse en marcha, Kirchner se lo tiró abajo en una reunión que no duró más de cinco minutos. Mis mejores momentos del día eran a la tarde, cuando la convencía a Cristina de tomar algunas decisiones. Y mis peores momentos eran a la mañana siguiente, después de que Ella hablaba con Néstor durante la cena o antes de acostarse. Era el instante en que se me comunicaba que había sido destruido todo lo que nosotros intentábamos construir, contó Massa a sus íntimos, un verano, en Pinamar.
Como Sergio y Cristina se conocen tanto, ambos intentan sacarse ventaja porque saben que de esta elección depende su futuro político. El intendente espera que la Presidenta lo ataque, como lo hizo durante el último discurso de apertura de sesiones, cuando dijo que le parecía raro que una cámara de seguridad de Tigre justo había dejado de funcionar cuando debía tomar imágenes de barra bravas de ese club, en el medio de una pelea que había terminado con un muerto.
Tranquila, Male. Cada vez que nos pega me sube el precio y me hace más fuerte, le dijo a su mujer inmediatamente después de la crítica presidencial. Por su parte, la jefa de Estado espera encuestas para terminar de decidir la estrategia con la que lo combatirá. Las opciones van desde la pelea frontal contra Francisco de Narváez, para quitarle a Massa los votos de la oposición, hasta el carpetazo o la campaña sucia que suele utilizar el oficialismo antes del cierre de campaña, como lo hizo con la divulgación de una falsa cuenta de Enrique Olivera en Suiza. Después de las denuncias sobre la ruta del dinero k, cualquier carpetazo se les puede volver en contra, me dijo unos de los asesores de campaña del intendente de Tigre.
Los primeros números de las encuestas indican que Massa es bastante más que el dirigente oportunista e insustancial al que ningunea Cristina Fernández. Para empezar, le lleva más de diez puntos de ventaja al casi desconocido Martín Insaurralde. Y para seguir, parece que su techo podría ir más allá del 40%. Si a este momento se lo podría calificar como el inicio del poskirchnerismo y el fin de un ciclo de prepotencia y autoritarismo es lo de menos. Lo importante es que empezó a suceder, y no hay nada ni nadie que aparezcan como capaces de impedirlo.