El planteo es fácil de formular y de entender. “ Ganar otra década para recuperar cincuenta años de atraso, de miserias, de malas políticas, de endeudamiento”. Son palabras de la Presidenta, el sábado anterior, en el acto de lanzamiento de sus candidatos para octubre.
Cristina ya venía transitando esa línea argumental, que es la médula del discurso del Gobierno. Puede sonar a re-reelección, a perpetuación. Pero es sobre todo una especie de más de lo mismo como propuesta a futuro. Una repetición fidedigna del presente. Una década más para espejar lo que el discurso oficial bautizó como la década ganada.
Se supone que el medio siglo que cayó bajo el anatema de la Presidenta fue el que corrió entre 1953 y 2003, año de la llegada al poder del matrimonio Kirchner. En ese período entran dictadores como Videla, Onganía, Aramburu y Lanusse; y también presidentes democráticos como Perón, Alfonsín, Menem, Illia, Frondizi, De la Rúa y Duhalde. En el libreto presidencial, simplificado hasta la deformación de las personas y sus actos, todos valen lo mismo.
Un cambalache que ni Discépolo hubiese imaginado.
Pero lo central de ese mensaje estuvo en la idea de década ganada. Que supone el derecho de la sociedad de darse otra década igual, donde todo lo postergado –incluso en este decenio de gloria– al fin se concrete.
Cabe entonces la pregunta: ¿de qué hablamos cuando hablamos de década ganada?
Roberto Lavagna fue protagonista central de esa idea-fuerza. El ministro que timoneó con Duhalde la salida de la crisis y trabajó junto a Kirchner en la recuperación del país y el ordenamiento de la fenomenal hipoteca de la deuda. Kirchner lo echó cuando creyó que la economía podía entrar en piloto automático. Así estamos. ¿Qué dice Lavagna?: “El país real empeoró en los últimos años. Oímos hablar de la década ganada. Pero en términos de bienestar hay una década perdida”.
Hugo Moyano fue aliado estratégico de los Kirchner durante muchos de estos años. Aportó control social y moderación salarial. Quizá quiso más de lo que estaban dispuestos a darle y un día se encontró expulsado del Paraíso. ¿Qué dice Moyano?: “La década ganada es una alquimia. A pesar de los diez años de crecimiento récord casi 11 millones de personas, un cuarto de la población, se encuentran debajo de la línea de pobreza”.
¿Y qué dice la gente del común cuando se le pregunta por la década ganada? En busca de esa respuesta, que es la realmente decisiva y mucho más en tiempo electoral, fue la consultora OPSM que dirige Enrique Zuleta Puceiro. Incluyeron el tema en las 1.200 entrevistas que realizan en todo el país para elaborar, desde hace años, su estudio semanal de tendencias económicas y sociales.
Tomando las diferencias más fuertes, sobre doce temas puntuales los entrevistados consideraron que la de Néstor y Cristina fue una década ganada en derechos sociales (68,9%), consolidación de la democracia (64,9%), derechos humanos (59,1%) y estabilidad política (52,0%).
En cambio, la calificaron de década perdida en seguridad ciudadana (82,2%), política económica (62,9%), educación (60,6%), desarrollo económico (57,9%), libertades públicas (49,8%) y salud (49,7%).
Sin definición neta quedaron los rubros desarrollo energético y relaciones internacionales.
Con estos datos a la vista, se entiende por qué el discurso blindado sobre la década ganada es para que aplaudan los propios, los ya convencidos, y no logra sumarle a Cristina más adhesiones que las que hoy tiene. Y se explica también por qué se abren espacio en la sociedad planteos –como el de Sergio Massa- basados en una fórmula de sencillez casi desoladora: cuidar lo que está bien, mejorar lo que anda mal, hacer lo que falta.
Es, si se quiere, una derrota en toda la línea para el empalagoso ideologismo con el que se trata de tapar la montaña de cosas que en un momento estuvieron bien, pero que ahora funcionan francamente mal.
Por cierto, ésa fórmula simple es el imaginario que propone Massa desde su rampante candidatura. Porque hacerlo explícito, hablar, explicar qué piensa, no es algo a lo que se haya dedicado mucho que digamos. Así y todo le va tan bien como hasta ahora.
Hasta este punto de simplificación de la cultura política estamos sumergidos, después de la década que llaman ganada.