La principal evidencia surgió en el discurso presidencial pronunciado durante la presentación del Centro de Protección Urbana, en Lomas. Allí, Cristina Kirchner embistió inesperadamente contra "algunos dirigentes" que no la "defienden", que "miran para otro lado", a los que "parece que nada los toca". Pocas dudas hay en el oficialismo de que la Presidenta estaba aludiendo al gobernador Daniel Scioli . La pregunta es por qué atacó a alguien que parece lejos de querer competir con el kirchnerismo en la próxima instancia electoral. La respuesta más acertada quizá sea que las cosas no están bien para el oficialismo en el clave distrito bonaerense.

El kirchnerismo carece todavía de un candidato para la lista de diputados que garantice una alta adhesión. Las mediciones de intención de voto para Alicia Kirchner, Florencio Randazzo o Martín Sabbatella no son auspiciosas. Hombres de Scioli vienen hablando con Francisco de Narváez para incluir tropa propia en una lista de legisladores provinciales. Y, por si fuera poco, el fantasma de Sergio Massa, favorito en todas las encuestas, y la posibilidad de su postulación con apoyo de sectores de la oposición, sobrevuelan la provincia.

En ese contexto, lo que está sugiriendo Cristina Kirchner es que no hay lugar para los neutrales o los tibios. En adelante, para el cristinismo, todo aquel que se muestre neutral será sospechado de traidor.

Aunque Massa no es partidario de hacer campaña con lemas antikirchneristas, sí lo seduce la alternativa de un acuerdo con el macrismo, que incluya también la postulación de Roberto Lavagna como senador en la Capital Federal. Claro que para armar algo en conjunto en la provincia -señalan cerca del intendente de Tigre-, Mauricio Macri debería antes que nada unificar su comando de interlocutores.

El conurbano bonaerense fue testigo en las últimas semanas de un crecimiento de la violencia delictiva. La inseguridad sigue golpeando al gobierno nacional, algo que puede explicar en parte el crecimiento en las encuestas de Massa y, especialmente, de De Narváez.

La salida de Nilda Garré del Ministerio de Seguridad y su traslado a la OEA es una señal de que la Presidenta siente la presión de la sociedad frente al flagelo de la inseguridad. No se alcanza a entender, en cambio, el nombramiento de Arturo Puricelli, cuando éste acaba de protagonizar un escándalo en el Ministerio de Defensa, tras ponerse en peligro el abastecimiento de la base antártica Marambio y conocerse que con los 900 millones de pesos destinados a la reparación del rompehielos Almirante Irízar y al alquiler de naves en su reemplazo se podrían haber comprado cuatro embarcaciones usadas similares en buenas condiciones.

El nerviosismo presidencial también se puede explicar por un escenario económico cada vez más inquietante, donde casi nadie confía en el control de precios y muchos se preguntan qué pasará si fracasa el blanqueo. Por si fuera poco, el superávit comercial en el primer cuatrimestre del año cayó un 43% respecto del de 2012.

Para resolver todos los desafíos del año electoral, la estrategia cristinista pasará por culpar a los empresarios por la inflación, a los jueces por la inseguridad y a Scioli por una eventual debacle electoral.