El vacío más notorio del oficialismo es fácilmente perceptible en la construcción política, pero la Presidenta prefirió dar vueltas en la misma noria de funcionarios que ya existían. Cambios para no cambiar nada. La lógica predominante parece ser que nadie, incluidos aquellos que ella ya no quiere, debe abandonar el Gobierno.
Es cierto que la figura de Nilda Garré se había marchitado conmovedoramente en los últimos tiempos. Desde que el exagerado Sergio Berni llegó como viceministro de Seguridad, la ministra entró en un eclipse paulatino y definitivo. Cristina ponderó en los hechos a ese marcial teniente coronel en actividad más que a la antigua referente de la izquierda peronista. Garré, que hizo de la disciplina una religión propia, soportó como pudo a un Berni protegido por la misma Presidenta que la encumbró y la consintió a ella en otros tiempos.
Ni Garré ni Berni resolvieron nunca el problema de la inseguridad, que es, por lejos, la primera prioridad de la sociedad desde hace mucho tiempo. El problema no hace más que crecer. Hace pocas semanas, un gendarme en actividad de la comisaría 36a. mató a un policía federal en un asalto en el que el gendarme era el delincuente. En la provincia de Buenos Aires ya se han producido, durante este año, tantos crímenes como durante todo 2012. La provincia de Santa Fe fue librada a su suerte por las tropas federales en medio de un escándalo entre traficantes de drogas. Un juez federal de Santa Fe acaba de ordenar la liberación de un avión paraguayo decomisado y cargado de marihuana. ¿La razón? Es un "avión de la hermana nación paraguaya", escribió el magistrado.
Arturo Puricelli no augura una solución para el problema. Se va del Ministerio de Defensa con fracasos y sin ningún éxito. Fracasos administrativos, que son los únicos que pueden suceder en ese ministerio devaluado hasta la insignificancia. Puricelli asumirá como ministro de Seguridad para que Berni siga conduciendo ese ministerio. Puricelli, un viejo adversario de los Kirchner en la Santa Cruz común, cedió hace mucho tiempo ante el liderazgo del entonces matrimonio gobernante. Desde su capitulación definitiva, se sumó a la estrategia de casi todo el gabinete: durar.
¿Por qué Cristina no designó directamente a Berni como ministro de Seguridad? No hay respuestas seguras. ¿Lo preserva a Berni para una eventual candidatura en la provincia de Buenos Aires? ¿O Berni, que es legislador bonaerense en uso de licencia, podría ser trasladado a posiciones administrativas en la provincia? La provincia de Buenos Aires es un problema para la Presidenta. Dos personas ajenas a su política y a su estilo, como Daniel Scioli y Sergio Massa, tienen más aceptación social que ella. Ayer los aludió cuando se quejó, desde Lomas de Zamora, de "los que quieren quedar bien con todo el mundo". "No me tomen por idiota", se enfureció. El problema de Cristina existe, pero Berni no es una solución, según cualquier medición de opinión pública.
Un caso más inexplicable aún es el de Agustín Rossi, condenado a un ministerio como el de Defensa, sin peso político, cuya materia él, además, desconoce. La novedad no consiste en su designación, sino en su eliminación como alternativa electoral en Santa Fe, provincia en manos opositoras. Rossi debía renovar este año su mandato como diputado nacional por Santa Fe; Cristina le acaba de negar cualquier esperanza de continuidad en la banca nacional. Seguramente confía más en María Eugenia Bielsa, hermana del ex canciller Rafael Bielsa, que es una popular dirigente del peronismo santafecino.
A Rossi lo aguarda la oscuridad de un ministerio oscuro, después de haber sido el más hábil legislador que tuvo el kirchnerismo en sus diez años de poder. Unió lealtad y eficacia en la Cámara de Diputados, el cuerpo más difícil e imprevisible del Congreso. Se envolvió en todas las banderas del kirchnerismo, en las justas y en las injustas, y su voz fue siempre la última defensa del matrimonio gobernante en la Cámara. El pago a esa fidelidad fue el adiós a una esperanza; el cristinismo no es generoso ni aún con sus amigos más constantes .
Garré partirá hacia un exilio dorado como embajadora en la OEA. Esa embajada está en Washington y su titular habita una confortable casa. La embajada argentina en la OEA está vacante desde que la dejó Rodolfo Gil, un político peronista que ahora milita en la oposición al cristinismo, cerca de Roberto Lavagna. En la OEA se libra la batalla más pareja entre los países bolivarianos, y sus aliados permanentes o circunstanciales, y las naciones de la región bajo gobiernos clásicamente democráticos. Garré fue la primera embajadora política del kirchnerismo en la Caracas de Hugo Chávez, en 2005. Su gestión en Venezuela duró apenas seis meses, pero su simpatía por el chavismo (o por gran parte de lo que significa) permanece hasta ahora.
La cuestión nodal de la OEA es la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, emblemática en la historia argentina (denunció los crímenes de la dictadura militar en 1979); ahora está siendo sometida a la desestabilización permanente por parte de las naciones bolivarianas. Los más entusiasmados en sacarle poder son el ecuatoriano Rafael Correa y el venezolano Nicolás Maduro. Cristina Kirchner se acerca y se aleja de ellos, condicionada por la historia de la Comisión. Una renovación crucial de sus miembros sucederá el próximo 6 de junio; es poco probable, no obstante, que Garré pueda llegar antes de esa fecha.
Garré cumplirá en Washington la misión de debilitar a la OEA. Puricelli renovará sus pergaminos de incompetente en el Ministerio de Seguridad. Y Rossi sentirá el gusto de la ingratitud en Defensa. Cristina tiene más preguntas que respuestas frente a las próximas elecciones. Ayer decidió enfrentar esos desafíos, pero sólo consiguió cambiar los problemas de lugar. No resolvió ninguno.