Sin embargo, si los principales referentes de la oposición no encuentran la manera de evitar la fragmentación, es posible que la organización que lidera Cristina Fernández vuelva a ganar las próximas elecciones de octubre y esgrima el derecho político de ir por la re-reelección.
El cambio de clima que empezó con las consecuencias de las inundaciones, continuó con la imposición prepotente del proyecto de ley de reforma judicial y se acentuó con la revelación de cómo lavaría el dinero Lázaro Báez, ex socio de Néstor Kirchner, lo que todavía no pudo ser capitalizado, de manera ostensible, por ningún referente de la oposición.
Porqué no se unen los dirigentes que tienen más coincidencias que diferencias, fue uno de los reclamos explícitos e implícitos de la última marcha del 18 de abril. Lo mismo me pregunté, desde este mismo espacio, el lunes pasado.
Por lo menos cuatro operadores que participan de negociaciones para establecer coincidencias se contactaron para explicarme cuál es el verdadero estado de situación. Lo que no terminaba de entender es porqué, por ejemplo, Mauricio Macri y Francisco De Narváez, no hacen un acuerdo ya para presentarse dentro de un mismo espacio. Gente cercana al jefe de gobierno me explicó que, ahora mismo, Macri estaría dispuesto.
Quienes trabajan para De Narváez también, pero preferirían, antes de la foto, un acuerdo político más amplio y algunas condiciones que no saben si Mauricio estaría en situación de cumplir. Para ellos, el acuerdo debería involucrar no solo a Macri sino también al gobernador de Córdoba, José Manuel de la Sota, y al ex ministro de Economía, Roberto Lavagna. Pero además, debería incluir el compromiso del jefe de gobierno de la Ciudad de no pretender que De Narváez lo apoye para su candidatura presidencial de 2015. No se puede hablar de 2015 sin resolver el 2013, repiten una y otra vez.
Si Mauricio dice que está dispuesto a servir el café en negociaciones que impliquen unirse para ir contra el gobierno debería dejar de pintar todo el conurbano de amarillo con la leyenda Macri 2015 me explicó un hombre cercano a De la Sota. Parece que el gobernador está enojado con Macri porque éste impulsa a un candidato, el ex árbitro de fútbol Héctor Baldassi, que le restaría votos a los suyos.
Y lo mismo pasaría con el ex gobernador de Entre Ríos, Jorge Busti, a quien la candidatura a senador nacional de Alfredo de Angeli también le afecta, porque le quitaría fuerza a su espacio peronista. La mirada de Jaime Durán Barba y Marcos Peña, entre otros, es sustancialmente diferente.
Ellos opinan que Mauricio debe seguir construyendo en Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y los principales distritos electorales del país y no aliarse con dirigentes peronistas, quienes, al final, van a ir corriendo detrás de la candidatura presidencial del gobernador Daniel Scioli. Daniel no están en nuestro espacio.
No piensa como nosotros. Sus diputados votan a favor de los más delirantes proyectos de Cristina. ¿Por qué vamos a poner energía en una idea que no tiene nada que ver con lo que pensamos y lo que sentimos? me explicó una fuente cercana a ese círculo.
Lo mismo opina la gente de De Narváez, pero no sobre Scioli sino sobre Sergio Massa. El intendente de Tigre, según todas las encuestas, sería el único, en la provincia de Buenos Aires, que superaría a El Colorado en intención de voto.
De Narváez lo presiona, en público, para que se defina. Se pregunta: ¿Está Massa contra Cristina o, por el contrario, es la carta que la Presidenta tiene escondida para ganar las próximas elecciones y lanzarse a la reelección? ¿Por qué diputados cercanos al ex jefe de gabinete de la presidenta dieron quórum para empezar a discutir la reforma judicial que solo sirve para domesticar a fiscales y jueces críticos y dar mayor poder a los adictos? Massa calla y espera.
Si fuera solo por las encuestas, ya habría presentado su candidatura a diputado nacional por fuera del Frente para la Victoria y habría empezado a soñar con ser el próximo gobernador o también el futuro presidente.
Pero su estómago le dice que el problema no sería tanto ganar sino aguantar la embestida cruzada de la jefa de Estado, Scioli y los intendentes que le responden a ambos durante el tiempo que falta para las próximas elecciones presidenciales.
A la centroizquierda le pasa algo parecido. El principio de entendimiento entre Elisa Carrió y Fernando Pino Solanas está fracturando el espacio en la ciudad de Buenos Aires. Victoria Donda, Alfonso Prat Gay y Claudio Lozano temen que la dispersión de votos los termine perjudicando, y mucho. Margarita Stolbizer se pregunta para qué necesita un entendimiento con Ricardo Alfonsín en la provincia de Buenos Aires si sus encuestas afirmar que no le sumaría ni un voto a los propios.
Mientras los incondicionales de Hermes Binner se están tomando muy en serio la idea de desacartonar al ex gobernador de Santa Fe, la Unión Cívica Radical trabaja para que Macri no se lleve a sus intendentes exitosos.
El gobierno está muy preocupado por las esquirlas del presente, pero sus cerebros electorales permanecen tranquilos, porque detrás del 18A y de las denuncias contra Baéz no hay, todavía, ninguna figura que aglutine tantos votos como para hacerle perder los próximos comicios. El que ríe último ríe mejor, me explicó un ministro de este gabinete nacional con un lápiz electoral en la mano.