No asumen que para cubrir los riesgos climáticos, que castigan al sector
rural como al urbano, necesitamos políticas activas de estado para no agravar
las pérdidas por inundación.
Lo ocurrido en las ciudades de Buenos Aires y en La Plata entre otros
lugares, demostró que nada ni nadie está exento. El cambio climático es una
realidad, por lo tanto los bienes y las inversiones rurales y urbanas no deben
quedar a la buena de Dios. Hasta las mismas empresas de seguros han sido
sorprendidas por la magnitud de los mismos y tienen que replantear sus
cuberturas.
Todos los bienes de una sociedad son asegurables. Lo importante es que dicho
seguro sea técnicamente eficiente y el costo de la prima razonable. La idea
central de esta iniciativa es que los productores tengan una cobertura integral
por los diferentes riesgos agropecuarios como tienen los países que planifican y
diagraman pensando en el largo plazo. No le sirve al productor tener un Estado y
una dirigencia que sigue actuando como bombero.
PRINCIPALES INSTRUMENTOS
Una política para protegerse de los riesgos, debería diseñarse a través de
dos instrumentos principales:
1- Política de seguro para cubrir los riesgos previsibles, con subsidios a
las primas para aumentar el uso.
2- Crear un fondo permanente para atender por desastres los eventos no
previsibles.
Un país que siembra más 32 millones de hectáreas tiene las siguientes
contradicciones: que los bancos oficiales sigan dando créditos sin seguro; que
se sigan vendiendo insumos sin asegurar su cobro, y que muchos productores
inviertan sin tomar previsión alguna considerando que es una explotación a cielo
abierto.
Esto mismo ocurre en las áreas urbanas. No hay una vocación aseguradora en la
sociedad y después se le reclama a un estado que está incapacitado de poder
atender los reclamos de los damnificados por no tener un fondo permanente para
atender los desastres y catástrofes.
Asumamos que los eventos climáticos vinieron para quedarse y su repetición va
a ser permanente. En las zonas urbanas también cae granizo y hay vientos y
tornados que provocan daños importantes, además de los que producen las
inundaciones por falta de obras de desagüe. Muchos de esos daños se cubren si se
ha tomado el seguro correcto.
España, los Estados Unidos, Brasil, Colombia, entre otros países, aplican
este tipo de políticas que potencian los intereses del conjunto al conseguirse
más altos niveles de producción y exportación. No es casual que esta política
para cubrir los riesgos climáticos esté reconocida por la Organización Mundial
de Comercio (OMC) con subsidios de hasta el 50% a la prima en los seguros
individuales y de hasta el 80% en el seguro colectivo a pequeños productores.
Si estamos dispuestos a cambiar esta relación del estado con el sector
agropecuario, ha llegado la hora que nuestra dirigencia ponga en agenda este
tema y empecemos a trabajar en una propuesta para el largo plazo.
Un dato: el subsidio del 50% de la prima de seguro agrícola representa 600
millones de pesos anuales. Con este incentivo se estima pasaríamos de 17
millones de hectáreas agrícolas aseguradas actualmente a 21 millones en el
futuro.
Ésta no es una propuesta para que el Estado sacrifique recursos fiscales. Todo lo contrario: darle previsibilidad al productor implica finalmente, mayores recursos para ese mismo Estado.
Por Arturo Navarro
Fuente: Años de Campo