En privado, ante interlocutores de trato frecuente, descalificó esas versiones de complicidad criminal setentista con una palabrota en plural que lleva su sello. Dice, en cambio, estar "orgulloso" de la unción del cardenal como Francisco.

Es entendible. Moreno no sólo se define como creyente, sino que es visto entre compañeros de militancia como una especie de Guardia de Hierro -la corriente más conservadora y católica del PJ- no asumido.

La visión del nuevo papa es acaso la única coincidencia entre el secretario de Comercio Interior y los empresarios. Y va en sintonía con un gobierno que, con gran esfuerzo, parece haber entendido que la irritación pública hacia Bergoglio es casi un suicidio político. Esta evidencia elemental, que el bolivariano Nicolás Maduro entendió enseguida y que al kirchnerismo le llevó dos días aceptar, supone haber asumido que Francisco tendrá, quiérase o no, efectos fulgurantes sobre el escenario político.

Para los hombres de negocios, ya es casi un hecho. "En Alemania no tuvo incidencia, pero un papa propio cambió a Polonia y puede cambiar la Argentina", se entusiasmó José Ignacio de Mendiguren, líder de la Unión Industrial Argentina (UIA).

La novedad llega en el peor momento del establishment en diez años. Caída en la rentabilidad, presiones del Gobierno, cepo cambiario, inflación, reclamos salariales y el enredo que supone depender todos los días de la voluntad de funcionarios para destrabar una importación o una exportación conforman un panorama perturbador que, para colmo, los encuentra desunidos como nunca en la historia.

Bergoglio será el líder argentino más importante del mundo. Es, después de todo, lo que reclama Moreno desde 2008: suele atribuir la crisis internacional a la falta de "liderazgos" en las potencias. ¿Cómo no iban los empresarios a encandilarse si, además, el nuevo conductor se vuelve referente de diálogo y concordia? ¿No es lo que le piden al Gobierno?

Ya casi no hablan en sus propias cámaras. Los encuentros suelen ser en privado o en reuniones reducidas en las que emerge absolutamente todo y de manera descarnada. Había que escuchar, días atrás, los lamentos en un almuerzo de varios dueños de compañías. ¿Cómo va el congelamiento de precios?, le preguntaron allí al número uno de una cadena de supermercados, que contestó que bien, que no habían subido los precios, pero que temía problemas de desabastecimiento. ¿Qué les falta?, quiso saber uno. "Aceite, por ejemplo", contestó, y provocó la reacción de otro comensal, representante de la industria aceitera. "Pero nosotros mandamos todos los camiones", lo objetó. La mesa concluyó en la necesidad de seguir atentamente qué es lo que hacen los camioneros con esas benditas botellas.

Hasta ahí llegan. Porque hablar con el Gobierno se ha vuelto imposible o desopilante. "¿De dónde sos?", le preguntó Moreno a un empresario pyme que había metido la pata: contó que muchos de sus pares decían que, para importar, había que comprar créditos de exportación a otras firmas. "De Rosario", contestó, y el secretario se dirigió entonces al auditorio: "¿Alguien hace lo que está diciendo este señor?". Silencio. Habló uno y negó la práctica. Moreno le insistió al ejecutivo de dónde había sacado la idea, y éste cedió: de una reunión con el máximo responsable del Standard Bank en Rosario. "¡Denme con el presidente del Standard!", se envalentonó el funcionario, y el público fue testigo de la charla. "Escuchame, ¿quién es el gerente de Rosario? Acá hay uno que dice que habló con él." Le dio entonces el nombre del ejecutivo pyme, que el banco corroboró como cliente, y preguntó cuál era el descubierto con que contaba el rosarino. "200.000 pesos", oyó Moreno, y se despidió a su modo: "Bueno, al gerente me lo echás y al tipo éste le subís el descubierto a 400.000".

Lo que podría parecer florido tiene un costo que, desde ya, siempre es más fácil de definir desde afuera. Nadie fue más elocuente que Geoff Burns, líder de Pan American Silver Corp, una firma que viene arrastrando problemas en su proyecto de plata en Chubut. En una conferencia en Canadá, Burns afirmó la semana pasada a Reuters: "Si yo les dijera a los accionistas que voy a comprar algo en la Argentina hoy, pedirían mi puesto. Hay muchas oportunidades allí actualmente, pero, en realidad, se necesita tener unas pelotas grandes".

Nada es casual viniendo de un minero. La suspensión del proyecto de la brasileña Vale en Mendoza dejará, por ejemplo, 6000 personas en la calle.

Es probable que Bergoglio no solucione ninguno de estos problemas. Pero su sola presencia podría erigirse como señal de las deficiencias locales, no sólo por su apertura al diálogo, sino también por su testimonio de austeridad ante el mundo. ¿Provocaría en ese caso la misma indiferencia, por ejemplo, la imagen que el martes pasado tuvieron los clientes del restaurante Bice, en Puerto Madero, al ver al vicepresidente Amado Boudou y al juez Norberto Oyarbide, un habitué del lugar, brindando con champagne?

Pero ahora, ¿cómo explicar, desde la Casa Rosada, el ninguneo de años hacia un cardenal que terminó Papa? ¿Qué intuición para los recursos humanos tiene el proyecto nacional y popular? El punto es decisivo, si se repara en una advertencia corporativa creciente: la caída del empleo.

El jueves, seis empresarios de consumo masivo comentaban el único modo en que últimamente ganan productividad: mediante los créditos para la inversión que impulsa el Gobierno a tasas del 15% incorporan maquinaria para reemplazar líneas de producción semimecanizadas por mecanizadas, sin operarios, lo que resulta más barato que el costo laboral de esos trabajadores. Este pequeño homenaje al capitalismo fue posible gracias a la presión ejercida por el Gobierno para forzar a los bancos a dar esos préstamos.

¿Podría un papa influir sobre una política económica? Los admiradores de Lech Walesa dirán que sí. La mezcolanza entre cuestiones celestes y terrestres es un clásico de la historia. Sin ir tan lejos: Alex Freyre, director del Archivo por la Memoria de la Diversidad Sexual, venía pronosticando en Twitter que la aprobación del matrimonio gay frustraría la carrera de Bergoglio hacia el papado. Como si se tratara de una empresa: el lobbista tabacalero no puede evitar una ley libre de humo en Salta o Jujuy y, así, pierde en Buenos Aires el bonus anual.

Hace más de 2000 años, en Jerusalén, el movimiento nacionalista de los zelotes juzgó la Crucifixión como derrota política: pensaban que Cristo iba a liberar a Israel del yugo romano. Años antes, un grupo de fariseos se había quedado perplejo después de cuestionar el pago de un impuesto y recibir, como consejo, no confundir los asuntos del César con los de Dios.