Al Francisco I de las primeras horas hubo que sacarle el ordinal. Será primero cuando haya un segundo, dictaminaron en la curia romana. ¿Y el antecedente de Juan Pablo I, entonces, cómo juega? Fue un error, reconocieron los cardenales.

La feligresía corriente resolvió el dilema de otro modo. Las tertulias radiales españolas, por ejemplo, comenzaron a referirse a Francisco como "Paco". Y aun "Paquito".

En cambio, hay otro reducto donde la designación crea problemas: las oficinas que ocupó hasta el miércoles pasado Jorge Bergoglio, en Buenos Aires. Anteayer él reapareció allí, por la mañana, a través de un llamado telefónico. Quería hablar con su vicario, el obispo que quedó a cargo de la Arquidiócesis de Buenos Aires, monseñor Joaquín Sucunza. Pero atendió la recepcionista de siempre. Al oír la voz del nuevo Papa, se enredó: "Ay, por Dios, ¿cómo lo llamo? ¿Monseñor? No. Su Santidad." El contestó del otro lado: "Por favor, llamame padre Bergoglio".