Una de las cosas más misteriosas de la vida suelen ser sus giros inesperados. Son como un electroshock sobre la realidad: cambian todo de lugar de un minuto para otro y nos dejan con la boca abierta. Para bien o para mal.
La monjita quedó inmortalizada en una foto con su cara de rezo sufriente y manos apretadas, ante el altar de la Catedral Metropolitana. Era el mediodía del martes último.
Más atrás, unos 120 manifestantes del Movimiento Popular La Dignidad habían hecho algo bastante indigno: durante cinco horas y media coparon el templo en reclamo de subsidios para jardines de infantes y escuelas públicas de la ciudad.
En 24 horas, esa desolación, que parecía irrecuperable, trocó en euforia y alegría. La misma Catedral se convirtió desde entonces en la caja de resonancia natural de la conmoción mundial que significó la elección del primer papa latinoamericano. Y argentino.
Para el Gobierno fue como un castigo divino: con un gabinete casi silenciado y funcionarios de segunda enmudecidos, la voz de la Presidenta había logrado al fin, con sus discursos diarios y su usina de comunicación creciente, que la reproducen acríticamente, convertirse en la más estentórea.
Ahora habrá otra voz argentina que se hará escuchar urbi et orbi, la del papa Francisco, que habla bajo, pero con profundidad. Que también se refiere a la pobreza, pero desde una auténtica austeridad, que no es nueva en él, y que ya ha comenzado a dar la vuelta al mundo en sus pequeños grandes gestos que fascinan a los medios, a los periodistas y a las masas. Gestos que inyectan alegría y esperanza en medio de los jerarcas europeos y sus recetas fracasadas, pero que también cuestionan a los líderes populistas del Tercer Mundo, que ofrecen como panacea clientelismo a granel a cambio de reelección a perpetuidad y funerales proselitistas.
Castigo divino porque los "medios hegemónicos", con sus ediciones especiales y portadas/póster del nuevo papa, llegaron a venderse como nunca en zonas muy humildes. Atención: Bergoglio es un papa policlasista , pero bien conocido en las barriadas más pobres de la Capital y del conurbano. Diego Maradona, que tiene siempre un afinado olfato, fue uno de los primeros en declararse "feliz" y en pedir una audiencia con el Santo Padre que nació en Flores.
Castigo divino porque las indecisiones, la incomodidad y la confusión de los primeros momentos en el Gobierno bajaron del mismo modo a su gigantesco aparato de comunicación. Las intermitencias y la información malévola, que varios de ellos distribuyeron, gatillaron la estampida de sus minúsculas audiencias hacia fuentes de información más confiables. El varias veces maldecido TN superó con comodidad en la tarde del miércoles a los canales abiertos y trituró a sus pares del cable, robustos de pauta oficial, pero con la platea vacía.
Castigo divino porque esa misma tarde con maledicencia se hizo circular intensamente por las redes sociales la foto de un supuesto Bergoglio dándole la comunión a Jorge Videla y Horacio Verbitsky exhumó sus viejos carpetazos para incriminar de nuevo al ahora pontífice por no haber ayudado lo suficiente a dos sacerdotes perseguidos y secuestrados por la dictadura militar. El premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y muchos más pusieron las cosas en su lugar.
Castigo divino porque las aguas empezaron a dividirse en el seno del oficialismo donde hora tras hora aparecen flamantes admiradores del nuevo papa, en tanto los núcleos duros empiezan a tambalear. Fue muy significativo el contraste en la emisión del jueves de 6,7,8 entre el "pío" Gabriel Mariotto y las "cismáticas" Nora Veiras y Cynthia García (aunque la posición de ésta va mutando). Hebe de Bonafini, como diría el General, "desensilló hasta que aclare" y, en cambio, Estela de Carlotto acusó a Bergoglio de no haberse acercado a Abuelas de Plaza de Mayo.
Castigo divino porque los que la semana anterior, ante la muerte de Hugo Chávez, habían depuesto su ateísmo militante para ejercer una suerte de extraña religiosidad bolivariana, quedaron descolocados cuando volvieron a sus difamaciones habituales tras conocerse la noticia de Bergoglio papa, sin reparar que había un genuino sentimiento de alegría popular, si se quiere nacionalista, que va mucho más allá de la fe que se pueda profesar o no.
Y es, por sobre todo, el máximo castigo divino que le faltaba atravesar al peronismo. El movimiento popular que nació en el 45 con la bendición de la Iglesia argentina y que se hundió diez años después, entre otras razones, por quemar sus iglesias, amedrentar a sus feligreses y deportar a sus obispos, hoy afronta su prueba tal vez más delicada: convivir con un papa argentino y peronista. Hasta hace horas era un arzobispo cuyos tedeum, a metros de la Casa Rosada, no querían oír. Ahora viajan once mil kilómetros para asistir a su coronación como jefe de la cristiandad. El Papa tendrá la cortesía de recibir a la Presidenta primero que a nadie. Gran lección.
Pero que nadie se cuelgue de la sotana del papa de San Lorenzo, que el campeonato es largo y la pelota viene y va. Lo único cierto es que Bergoglio entró al Vaticano como Pedro por su casa. Y como Pedro, se quedó..