El Vaticano confirmó que la diplomacia argentina en Italia redactó y distribuyó entre ciertos cardenales un dossier sucio para bloquear la posible designación de Jorge Mario Bergoglio como sucesor de Benedicto XVI. El dossier sucio, entregado a los cardenales antes del cónclave para designar al nuevo Sumo Pontífice, se urdió sobre las notas escritas por el periodista Horacio Verbitsky denunciando la presunta complicidad de Bergoglio con la última dictadura militar, pese al fallo definitivo de la justicia federal en la causa ESMA que desestimó esa acusación por falta de pruebas. El dossier sucio estaba escrito en español, llegó a ciertos cardenales a través de uno de sus colegas y tenía la finalidad de desprestigiar a Bergoglio para que no accediera al Papado.
En el Vaticano aseguran que la falsa denuncia contra Bergoglio fue cocinada por un diplomático argentino de apellido histórico en el peronismo, tramada por un legislador nacional vinculado a los organismos de Derechos Humanos y filtrada a los electores del futuro Papa por un cardenal que conoce las desavenencias entre Francisco y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
El dossier sucio es un refrito de una serie de notas de Verbitsky asegurando que Bergoglio, como Provincial de la Compañía de Jesús durante la Dictadura, empujó la desaparición de los sacerdotes Orlando Yorio y Francisco Jalics, que cayeron en la ESMA por su trabajo pastoral en la villa de Flores. Los autores materiales del dossier, a sabiendas y negando la verdad histórica, evitaron agregar en su panfleto diplomático que Bergoglio enfrentó la acusación durante una comparecencia como testigo que se formalizó en el Arzobispado, duró cuatro horas y ocurrió ante los jueces Germán Castelli, Daniel Obligado y Ricardo Farías, miembros del Tribunal Oral Federal Nº 5 que entendía en la causa ESMA.
Es totalmente falso decir que Jorge Bergoglio entregó a esos sacerdotes. Lo analizamos, escuchamos esa versión, vimos las evidencias y entendimos que su actuación no tuvo implicancias jurídicas en estos casos. Si no, lo hubiésemos denunciado, explicó el juez federal Castelli, cuando se le preguntó sobre la responsabilidad de Bergoglio en la desaparición de Yorio y Jalics. Y agregó: No juzgamos si Bergoglio pudo haber sido más o menos valiente. La pregunta es si entregó sacerdotes o no. Y coincidimos en que no hubo razones para que lo denunciáramos.
El fallo definitivo en la causa ESMA, ocurrido a fines de 2011, terminó con las versiones que se publicaron acerca de la complicidad de Bergoglio con la dictadura. Sin embargo, ni el gobierno, ni el aparato oficial de prensa, recordaron la sentencia que condenó a Oscar Montes, Alfredo Astiz, Jorge Acosta, Antonio Pernías y Ricardo Cavallo, por el secuestro de Yorio y Jalics y la violación de los derechos humanos de otras 84 víctimas. Fue un triunfo de la democracia contra la impunidad y la muerte, pero también contra la falacia de una versión que fue rechazada por los tribunales.
El dossier sucio de la diplomacia argentina fue avalado por los sectores más conservadores de la Curia, que observaban a Bergoglio como un cardenal con vocación para investigar la corrupción en el Banco Vaticano y expulsar a los integrantes de la Iglesia acusados de pedofilia. No sirvió de nada: al Vaticano llegó rápidamente el fallo de la ESMA, y la minúscula operación del gobierno se encendió antes de la Fumata Blanca.
Conjurada la maniobra urdida en Buenos Aires y Roma, el Vaticano decidió terminar con la denuncia sin sustento probatorio, y ordenó que el vocero del Papa rechazara las acusaciones basadas en las notas periodísticas que ya han sido desmentidas por Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz, Graciela Fernández Meijide, ex secretaria de la CONADEP y Julio Strassera, ex fiscal en el Juicio a los Ex comandantes.
El Papa Francisco cumplirá el protocolo y hoy se sacará la foto de ocasión con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el canciller Héctor Timerman, el embajador ante el Vaticano, Juan Pablo Cafiero, y la comitiva oficial. Se tomará su tiempo para reemplazar al cardenal Leonardo Sandri, actual prefecto de la Congregación para la Iglesias Orientales, aunque su suerte también ya está echada. Francisco perdona, pero no olvida.