Sin esa sanción, el revalúo inmobiliario de la provincia de Buenos Aires sería muchísimo más costoso porque carecería de sentido. Anoche, en La Ñata, las luces estuvieron encendidas hasta tarde.
Scioli pretende firmar hoy el revalúo. Se entiende la premura: detrás de su aspecto técnico, la medida encierra varias claves para el futuro de la política. En principio, Scioli demostrará con ese decreto que ha renunciado a convertirse en una alternativa al kirchnerismo. Es decir, renunciará a una alianza con los productores agropecuarios, que constituyen uno de los electorados enfrentados al gobierno nacional.
Esa razón alcanza para entender por qué la señora de Kirchner espera esa actualización antes de prestar cualquier asistencia a la provincia. La ministra de Economía bonaerense, Silvina Batakis, se lo explicó a un grupo de dirigentes rurales anteayer: "El decreto es una exigencia de la Casa Rosada".
Alberto Pérez, el jefe de Gabinete bonaerense, ofrece un cuadro más completo. Desde hace una semana explica a sus interlocutores que la disciplina a la que Cristina Kirchner somete a Scioli incluye otros dos ejercicios: un aumento de los impuestos a la TV por cable y el reemplazo de Antonio Tabanelli (Boldt) por Cristóbal López en la concesión de la captura electrónica de apuestas. Esta última condición está casi asegurada: la licitación está a cargo de Carlos Gallo, quien abrió a las tragamonedas de López las puertas de Palermo. Cabe aclarar: fue durante la presidencia Duhalde.
Motivos pecuniarios
La Casa Rosada pretende que Scioli decrete el revalúo también por motivos pecuniarios: la medida incorpora nuevos contribuyentes a la recaudación de impuestos nacionales, como el de bienes personales o renta mínima presunta. El gobernador ofrecerá a la Presidenta 2000 millones de pesos adicionales.
Aun ante sus confidentes más cercanos Scioli intenta menospreciar el riesgo que asume por su proverbial sumisión. Es difícil que él no sepa el costo político que tiene su impuestazo. Ayer, por ejemplo, la asociación CREA consideró que la presión tributaria global que soporta un campo tipo de Pehuajó llega a 3392 pesos por hectárea y se lleva el 84% del resultado económico de un año promedio. Esa presión tributaria abarca impuestos nacionales (Derechos de Exportación, IVA, Ganancia Mínima Presunta, Bienes Personales, Ganancias, Autónomos, a los Créditos y Débitos, a los Combustibles, Seguridad Social); provinciales (Inmobiliario, Sellos, Ingresos Brutos y Patentes) y municipales (Tasa Vial).
El impuestazo de Scioli llega cuando el campo ya padece las deformaciones de la crisis económica. Las restricciones a las importaciones determinan la falta de repuestos. Y el bloqueo del mercado de cambios opera como un nuevo recorte en los ingresos. Los productores venden su mercadería al precio del dólar oficial, pero deben comprar los insumos con la cotización del paralelo. El costo de esa brecha, superior al 30%, se suma al de las retenciones, que son del 35% en el caso de la soja.
Este malestar, que afecta a toda la pampa húmeda, sacó anoche del letargo a la Comisión de Enlace agropecuaria, que programa un plan de acción de alcance nacional. ¿Inaugurará la protesta del campo otras quejas sectoriales por las inquietudes que día a día ocasiona la economía? Anteayer los bancos registraron retiros de las cajas de ahorro en moneda extranjera por 150 millones de dólares. Ayer prefirieron no divulgar la cifra.
A diferencia de lo ocurrido hace cuatro años, cuando firmó la resolución 125, Cristina Kirchner ha conseguido que el gobernador de Buenos Aires se convierta en protagonista de este conflicto. Scioli acepta el papel, porque no cree tener destino fuera del oficialismo. Supone que para llegar a la Presidencia deberían darse dos condiciones: que la señora de Kirchner no alcance en las elecciones de 2013 un resultado tan exitoso que le aconseje intentar la reelección y que tampoco obtenga uno tan catastrófico como para arrastrarlo a él en la caída. Lo de Scioli es raro. Sueña con un kirchnerismo gris. Necesita esa invención para convencerse de que en Olivos se allanarían a su candidatura como única salida.
¿Será consciente Scioli de las reacciones que genera en la intimidad del kirchnerismo esa visión del futuro? Los sectores más radicalizados adoptaron una receta para evitar que, llegado el caso, la Presidenta los someta a una candidatura del gobernador. Uno de sus inspiradores la expuso en estos términos: "Scioli debe quedar convertido en el nuevo Videla". Es el objetivo que está detrás de la impugnación sistemática, y bastante bien fundada, de la política de seguridad que se diseña en La Plata.
Otras voces, en cambio, sospechan que en la inocente fantasía de Scioli anida la semilla de la traición: "Si él necesita que no salgamos tan bien parados en 2013, trabajará para eso, alentando bajo cuerda a nuestra oposición", advierten. En números: "Intentará que, en vez de ganar por 40%, saquemos 30. Así no tendríamos los diputados suficientes para una reforma". Corolario: ni autoflagelándose con el decreto contra el campo, contra Clarín y contra Boldt, Scioli consigue hoy ser la opción del kirchnerismo.
El segundo mensaje que esconde el impuestazo bonaerense es que, contra lo que pregonan Cristina Kirchner y sus acólitos, el Frente para la Victoria ha comenzado a gestionar un ajuste ortodoxo. La dicotomía kirchnerismo-peronismo es una falacia destinada, entre otras cosas, a esconder esta orientación de la política económica. Los numerosos gobernadores que están racionalizando sus cuentas llegaron al poder en las listas de la Presidenta.
Scioli es uno de ellos. Su ruidoso conflicto con el campo no oculta que aplicará un torniquete sobre toda la economía bonaerense. Además de conseguir 450 millones de pesos del impuesto inmobiliario rural, también recaudará 450 millones por el impuesto a los sellos, 1400 por ingresos brutos y 175 por la patente automotriz. La estrategia es recesiva. Axel Kicillof podría explicárselo.
El mismo método
Los demás mandatarios de provincia están aplicando el mismo método. En consecuencia, el salvataje de las cuentas provinciales será un factor más de la retracción nacional. Las autoridades ya no saben cómo enmascarar la caída del nivel de actividad. El politólogo Matías Giannoni acaba de detectar que en los hiperoptimistas cuadros estadísticos del Ministerio de Economía no hay región que supere el 7,2% de crecimiento; aun así, prometen que la Nación crecerá 9,3%. Una nueva matemática en la cual el todo es más que la suma de las partes.
El corset fiscal que se está aplicando a las provincias confirma un tercera dimensión de la política oficial: la Presidenta sigue empeñada en tercerizar los costos del ajuste. En este sentido, Scioli no tiene privilegios respecto de Mauricio Macri. Y tampoco los tienen predilectos de Olivos como Sergio Urribarri o Jorge Capitanich.
La escasez de recursos deja al descubierto una tendencia que, en la abundancia, no producía fastidio alguno. La centralización kirchnerista ha hecho que los ingresos federales automáticos de las provincias disminuyan, según Jorge Sarghini, un 30% en beneficio de las transferencias discrecionales.
Al mismo tiempo, el Estado nacional ejerce una llamativa vampirización de las finanzas provinciales a través de la Anses. De los 207.000 millones de pesos que recauda ese organismo, cerca de 50.000 corresponden a recursos tributarios que resignan las provincias. La ironía es que a menudo la Anses presta esa misma plata a las provincias cobrándoles una tasa de interés. ¿Qué no haría Néstor Kirchner si le tocara ser hoy gobernador?
Pero, para tranquilidad de su viuda, ningún gobernador es como Kirchner. Al contrario, Scioli se desesperaba anoche por conseguir el acuerdo legislativo que le permita cumplir con las condiciones que le impuso la Casa Rosada para, por lo menos, pagar el aguinaldo.
Hasta última hora, Horacio González, el presidente de la Cámara de Diputados provincial, no garantizaba que la sesión tendría quórum. Pero González ya no responde al gobernador, sino al secretario de Legal y Técnica de la Presidenta, Carlos Zannini. Se entiende que Scioli se haya ido a dormir rodeado de fantasmas. Y que hasta bien tarde, en La Ñata, las luces estuvieran encendidas.