"Los sistemas actuales de producción agropecuaria deben ser eficientes, rentables, y sostenibles, por lo que el cumplimiento de estos requisitos hace necesario un enfoque totalizador y que la toma de decisiones abarque soluciones sobre estas tres premisas básicas", afirmaron en un trabajo sobre ’Pastos tropicales, tecnología necesaria para la ganadería regional’, los ingenieros Pedro Pérez y Manuela Toranzos de Pérez.

Afrontar el desafío de una producción ganadera implica garantizar un programa y una infraestructura que debe cubrir los requerimientos de provisión de agua y alimentos, sanidad, estructura genética adecuada de la población animal, un sistema de comercialización apropiado, y una administración eficiente.

La producción ganadera se asienta en la provisión de forrajes. La alfalfa (foto) es uno de ellos. "Una buena base forrajera garantiza el éxito del sistema de producción y posibilita la implementación de un paquete de normas tecnológicas, tendientes a hacer el campo más eficiente y rentable, bajo las premisas de conservación de recursos y sostenibilidad", acotaron. Cualquiera sea el tipo de ganadería (tambo, invernada, cría o sus combinaciones entre sí y con agricultura), puede ser implementada en forma ’pastoril’ hasta los planteos de ’confinamiento total’.

Tucumán tiene un clima monzónico con lluvias de verano e inviernos fríos y secos, con zonas de mayor o menor precipitación y de diferente período de heladas. Por ello, el recurso forrajero presenta limitantes cuando trabajamos en ’zonas de secano’: no existen pasturas invernales que produzcan razonablemente por debajo de los 600 mm de precipitación anual, y tampoco se cuenta con alternativas de leguminosas que integren los recursos pastoriles de la región. En este último caso, la opción se reduce a las forrajeras ’tropicales’ o ’de carbono 4’ (C4), también llamadas ’megatérmicas’, que se caracterizan por tener crecimiento explosivo durante el ciclo húmedo, y detenerlo completamente durante el período de heladas. "Esto significa poder contar con pasturas en estado vegetativo desde noviembre a mayo. La variación en cuanto a localidades y año podría darnos un lapso de utilización del pasto de entre 150 y 210 días por año. Estas forrajeras tienen como desventaja una menor calidad nutritiva que las de zona templada, lo que no inválida su uso. Solamente las hace diferentes y plantea la necesidad de usar una tecnología apropiada para su manejo.