La escena se repitió a la misma hora, por el mismo motivo y en distintos puntos del país. Cada uno rodeado por sus íntimos y enfrascado en sus pensamientos. A algunos, la llegada de la hora señalada los sorprendió. Otros siguieron atentos a cada movimiento del segundero.
Pese a las diferencias, cuando el reloj marcó la llegada de 2011, todos quedaron hermanados por una realidad: el año electoral empezó formalmente, la impiadosa carrera hacia la cima del poder esta en marcha, la obsesión con la que convivirán cada hora de los próximos meses, ocupa definitivamente su lugar. El reloj de arena ya se dio vuelta.
La Presidenta volvió a enfrentar el vacío. El dolor de la ausencia volvió a mirarla de frente en Río Gallegos y quizás fue esta vez más impiadoso que nunca desde que Néstor Kirchner murió. "Que este 1º de enero nos encuentre a todos muy contentos con los seres queridos: cuídenlos, mímenlos y disfrútenlos", dijo esta semana durante un acto. No habló de Kirchner. Tampoco de "él". No hizo falta.
El brindis no le trajo respuestas. Todo lo contrario. Las dudas sobre si avanzar o no hacia la reelección siguen en pie. Pero sí una certeza: el tiempo para decidir qué hacer con su futuro político empezó a escurrirse. La esperada determinación, con la que se ilusionan buena parte de los kirchneristas (y de la que dependen los planes del resto de los presidenciables), será la piedra angular del año que empieza.
Mientras la campaña transcurra omnipresente e implacable, ¿Qué le deparará 2011? ¿Cómo se ocupará de la inflación? ¿Y de la inseguridad? ¿Concretará las anunciadas negociaciones con el Club de París? ¿Impulsará una corrección real de las estadísticas oficiales mientras las paritarias vuelvan a dejar al descubierto la inflación real? ¿Qué conflictos imprevisibles deberá atender? Demasiadas preguntas para un solo brindis. Por lo pronto, el dinero (y la libertad para disponer de él) que necesita para hacer frente a esos desafíos ya están garantizados.
También a Daniel Scioli enfrenta 2011 con varias preguntas. Sus próximos movimientos están atados a la dirección que elija Cristina Kirchner. Y lo tiene clarísimo. Un paso al costado de su jefa podría ponerlo en la cima del podio de los presidenciables del kirchnerismo. También podría empezar a instalarlo como opción para un PJ "integrado" con el kirchnerismo sin Néstor ni Cristina.
Es un escenario que baraja más de uno. Francisco de Narváez, ya decidido a ir por Buenos Aires, la mira con simpatía. Ya dejó claro que el único obstáculo entre el gobernador y él es el apellido Kirchner. Habrá que ver si la fidelidad a prueba de balas de Scioli lo lleva a soportar su incómoda condición de rehén o si, por el contrario, termina de cansarse y rompe lanzas.
Ernesto Sanz recibió 2011 en la tranquilidad de su chacra en San Rafael. El suyo fue todo un "brindis de previa". Ya dejó trascender que en los próximos días pedirá licencia como presidente del radicalismo para lanzar su precandidatura y dedicarse de lleno a la campaña. Blanquear sus intenciones lo enfrentará a la vez con sus debilidades y fortalezas. Deberá ocuparse de su falta de conocimiento en el grueso de la ciudadanía, tal vez el déficit que más le pesa. Pero también podrá empezar a mostrar a los hombres y sectores que lo apoyan, muchos hasta hoy aliados con Ricardo Alfonsín o con Julio Cobos.
En el momento de alzar la copa, Ricardo Alfonsín seguramente recordó a su padre. A él le debe haber respirado política desde siempre. También el increíble parecido físico y expresivo que terminó de catapultarlo como candidato de la UCR. Como le pasó tantas veces a su padre, está a las puertas de una interna que podría cambiar su vida política para siempre. Confirma eso de que el radicalismo suele jugarse más en las elecciones intrapartidarias que en las disputas nacionales.
También desde Mendoza, Julio Cobos pudo haber recordado el brindis de hace dos años, cuando su batacazo en el Congreso estaba todavía fresco y su popularidad registraba picos impensados. Poco queda de aquel Cobos héroe, al menos en las fotografías que sacan las encuestas. Sin embargo, enfrenta un desafío mayor. Con la llegada de 2011, el margen para sostener la condición bifronte de vicepresidente de Cristina Kirchner y aspirante a candidato de la oposición se achica irremediablemente.
Muchas veces dijo que en marzo pediría licencia. No tendría que esperar mucho más si aspira a quedarse con un lugar en el cuarto oscuro del 23 de octubre.
Fue en Lomas de Zamora. En su casa de siempre y con su familia.Los últimos meses en los que, por obra de la posible paranoia del Gobierno, quedó en el centro de la escena pasaron por la memoria de de Eduardo Duhalde. Sopesó las ventajas y desventajas de haber ocupado ese lugar. Celebró ya estar en carrera (algo que ningún otro peronista puede hacer), aunque las encuestas, sobre todo las de imagen negativa, pronostiquen que no tiene demasiado aire para ilusionarse. Sí podría volver a ser el gran armador en las sombras, ese rol que tan bien conoce y que tanto le gusta.
Mauricio Macri despidió el año que lo vio casarse por tercera vez. Levantó la copa después de doce meses decididamente agitados. El cofre de 2010 rebalsa: están su procesamiento por las escuchas, la amenaza de un juicio político todavía latente, la toma de tierras y los muertos del Parque Indoamericano, los derrumbes de edificios (que también provocaron muertos) y las peleas con la Casa Rosada que, aunque son un clásico antiguo, este año alcanzaron niveles de agresión desconocidos.
Ya en el baúl de 2011 se apilan las decisiones de competir por la presidencia y de no adelantar las elecciones porteñas. La doble postulación parece sepultada del todo. La incógnita sobre quién podría pelear por la jefatura de gobierno con chances de retenerla para Pro es una incógnita con varios nombres (incluido él mismo) y pocas certezas.
Aun ante sus íntimos, Carlos Reutemann guardó silencio. Brindó con su familia en Santa Fe. Tal vez hasta pidió que en la mesa de fin de año nadie hablara de política. Y siguió callado. Pero la llegada de 2011 marca el fin del tiempo para observar, medir y esperar. Tendrá que decidir. Reutemann sabe que demasiados esperan su "sí" o su "no" para ver cómo plantarse en el tablero. También sabe que en campaña el tiempo (y el timing) conforman un tándem crucial.
Pino Solanas ya decidió. Contra casi todos los pronósticos, declinó la disputa porteña y dará pelea por la presidencia. El recuerdo de 2009, cuando sorprendió con el triunfo sobre Elisa Carrió y los votos suficientes para ocupar tres bancas en la Cámara de Diputados, es un buen aliciente que robustece su haber. En el debe, la eterna dificultad de la izquierda para anteponer el acuerdo a las diferencias. Como otros candidatos que saben que no compiten para quedarse con el premio mayor, Solanas centrará la campaña en la ampliación de sus bases, en la búsqueda de aliados, en hacer una elección que aumente su peso específico en el campo político, que corra ala izquierda de la mera testimonialidad.
Carrió es otra de las que ya formalizó sus intenciones. Los desafíos que la esperan este año están claros. El primero, conseguir aliados dispuestos a seguirla pese a las rupturas que acumuló a lo largo de 2010, ahora que la sociedad con la UCR y el socialismo es irrecuperable. Además, ¿podrá sacarse de encima el estigma de que es una gran constructora que no sabe llevar sus criaturas políticas a buen puerto? ¿Querrá hacerlo? ¿A quiénes imagina cerca? Sólo el paso de los meses traerá respuestas.
Brindis para casi todos los gustos. Formas dispares de poner un pie en 2011. Todos protagonistas insoslayables de un año decisivo.
Por Lucrecia Bullrich