Brasil quedó ayer bajo el liderazgo de una mujer. Si se observa la novedad a la luz de la historia de ese país, que es la historia de la desigualdad, se comprenderá por qué la llegada de Dilma Rousseff a la presidencia es una ruptura.

Esa novedad pertenece, sin embargo, al reino de la larga duración. Es la manifestación fáctica de uno de esos lentos movimientos a través de los cuales las sociedades van corriendo la frontera de lo posible en el campo de las mentalidades y de la estructura subyacente del poder.

En cambio, las innovaciones que entraña la llegada de Rousseff al Palacio de Planalto para la administración cotidiana son más difíciles de identificar. Formulada en la Argentina, la pregunta es crucial: desde Brasil llega el 40% de la inversión extranjera directa; a Brasil va el 17% de las exportaciones, y con Brasil se comercian 30.000 millones de dólares cada año.

Dilma conoce muy poco la Argentina. Si bien pasó casi toda su vida en Rio Grande do Sul, sus visitas a Buenos Aires fueron contadas y sus relaciones con argentinos se reducen casi por completo a Julio De Vido, con quien trató cuando era ministra de Minas y Energía de Lula da Silva. Otros lazos se pierden en la prehistoria: amigos del ERP de Enrique Gorriarán Merlo, conocidos en los 70, cuando Rousseff militaba en la Vanguardia Armada Revolucionaria Palmares.

Dilma eligió como canciller a Antonio Patriota, quien tampoco es un experto en la Argentina. Hasta ahora fue secretario general de Itamaraty, la cancillería brasileña, adonde llegó después de ser embajador de Lula en Washington. Antes había estado en Suiza, a cargo de negociaciones comerciales, especialidad que apasiona también a su jefa. Quiere decir que para informarse sobre la Argentina Rousseff recurrirá a Marco Aurélio Garcia, quien seguirá al frente de la oficina internacional de la presidencia, como desde hace ocho años, cuando el PT llegó al poder.

Garcia, un hombre expansivo y hedonista, de formación marxista, es un apasionado de Buenos Aires, donde tiene innumerables amigos. Dilma cuenta también con una fuente más discreta para cuando oiga ruidos en el Sur: es Jorge Gerdau, titular del máximo grupo siderúrgico brasileño, acaso el empresario más allegado a la nueva mandataria, que tiene importantes inversiones en la Argentina. Gerdau es amigo de su colega Paolo Rocca, líder el grupo Techint.

La designación de Patriota como ministro de Relaciones Exteriores está al servicio de un giro diplomático que es, hasta ahora, la principal diferencia que promete Dilma respecto de su antecesor. Ella decidió un reacercamiento a Estados Unidos y ese cambio se advertirá en el congelamiento del idilio con Irán.

La aventura de una mediación nuclear con Mahmoud Ahmadinejad, en la que algunos vieron la semilla de un Premio Nobel de la Paz para Lula, ha sido el gran fiasco internacional al que el ex canciller Celso Amorim sometió a su jefe. Patriota es el operador ideal para salir de ese error. Además de haber sido embajador en Washington, donde se hizo amigo de Condoleezza Rice gracias a la común afición por el piano, el nuevo canciller es más que cauteloso: detesta las aventuras.

La reoccidentalización de la política exterior brasileña tiene consecuencias indirectas, pero muy relevantes, para la Argentina. Una de ellas es que, gracias al coqueteo de Brasilia con Teherán, Cristina Kirchner logró aparecer más a menudo en la pantalla de las cancillerías poderosas del planeta, sobre todo las de Estados Unidos y Alemania. Héctor Timerman sabe que esas potencias esperan de Buenos Aires una divergencia ostensible con el juego de Itamaraty en Medio Oriente.

La denuncia sobre la responsabilidad iraní en el atentado contra la AMIA es una respuesta a esas expectativas. Habrá que ver si, al proponerse Brasil dejar de ser la oveja descarriada, ese alineamiento argentino no queda un poco devaluado.

Hay otra dimensión de la concertación de Rousseff con Obama que podría desafiar la instalación internacional de la señora de Kirchner. En una entrevista con The Washington Post del 3 de diciembre pasado, la presidenta brasileña dejó en claro que el distanciamiento de Irán obedece a una razón incapaz de sembrar dudas sobre la raigambre izquierdista del gobierno del PT: Dilma abandonará a Ahmadinejad obligada por su compromiso con los derechos humanos. Suena convincente, sobre todo en alguien que enfatiza las cuestiones de género: desde ayer, en Brasil, tres de los cuatro edecanes y un tercio del gabinete son mujeres. En ese gineceo se destacan Miriam Belchior, ministra de Planeamiento, y Helena Chagas, directora de Comunicación.

Que la presidenta de Brasil se envuelva en la bandera de los derechos humanos es un desafío para la presidenta de la Argentina. Rousseff atesora un pasado revolucionario irrefutable: fue guerrillera en los 60, y estuvo presa y sometida a torturas entre 1970 y 1972. Cristina Kirchner debería lograr que no la eclipse, o algo más difícil: tendría que demostrar que no teme que la eclipsen.

La retórica

La decisión de suspender el viaje a Brasilia, que se iba a prolongar en unas pequeñas vacaciones familiares, dio lugar a especulaciones insidiosas. Sin embargo, la Presidenta no estuvo en la asunción por miedo a una de esas lipotimias que le producen las altas temperaturas. De todos modos, hay una arena en la que Cristina Kirchner tiene una ventaja asegurada: la de la retórica. Basta leer las declaraciones de Fernando Henrique Cardoso del martes pasado: "No consigo entender a Dilma porque ella deja sus razonamientos inconclusos y yo carezco de imaginación para completarlos".

Más allá de celos y mezquindades, el interés de Rousseff por la Argentina se centrará en el comercio. Economista de formación, ella desconoce el lirismo. Es adicta al trabajo, suele ser feroz en el trato con sus colaboradores, y tiene en la cabeza una planilla de cálculos. El corazón de su gobierno está integrado por gente de ese corte: Antonio Palocci, ex ministro de Hacienda de Lula y ahora jefe de la Casa Civil; Luciano Coutinho, su guía intelectual, que seguirá al frente del Bndes, y Nelson Barbosa, estrella ascendente que secundará al titular de Hacienda, Guido Mantega, quien se mantiene en su cargo de la administración anterior.

La permanencia de Mantega es crucial para el gobierno argentino: aleja el fantasma de una devaluación del real en un momento en que la balanza comercial es superavitaria para Brasil, y desmiente un giro proteccionista impulsado por motivos ideológicos. El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, suele confesar que la desvalorización del real sería el tiro de gracia sobre su dichoso "modelo productivo".

Además de despejar una inquietud, la fidelidad de Rousseff hacia la economía de Lula condensa una lección, sobre todo para la izquierda de América latina. Con esa solidaridad, la ex guerrillera Rousseff se incorpora a un consenso que ya lleva 17 años. Nació con el Plan Real, a comienzos de 1994, con la dirección de Cardoso, por entonces ministro de Hacienda de Itamar Franco, y atravesó ya cinco administraciones. Para una región donde la ruptura y la venganza son el insumo principal de la política, esa continuidad significa una verdadera revolución.

DILMA ROUSSEFF
  • Origen. Nacida en 1947 en Belo Horizonte, fue guerrillera. Detenida por la dictadura en 1970, estuvo encarcelada hasta 1972; fue torturada.
  • Estudios. Luego de ser liberada, estudió economía y, ya en democracia, ocupó varios cargos administrativos en el estado de Rio Grande do Sul, hasta ser convocada por Lula.
  • Carácter. De perfil más técnico que político, en los dos ministerios que ocupó con Lula ganó fama de funcionaria eficiente y, por su carácter fuerte, de "dama de hierro".
  • Familia. La flamante presidenta está divorciada y tiene una hija, Paula, que el año pasado le dio su primer nieto, Gabriel, nacido en plena campaña electoral.
15
Funcionarios de Lula
  • Continuarán en el actual gabinete de Dilma.
9
Mujeres en el gabinete
  • La presencia femenina no tiene precedente en Brasil.
LOS PERSONAJESGUIDO MANTEGA
Ministro de Hacienda
  • Asesor económico de Lula, prometió una estricta disciplina fiscal para este año.
ANTONIO PALOCCI
Jefe de Gabinete
  • Clave en la gestión de Lula, será una figura influyente en el gobierno de Rousseff.
ANTONIO PATRIOTA
Canciller
  • Se espera que continúe, en líneas generales, con la actual política exterior.
MIRIAM BELCHIOR
Ministra de Planeamiento
  • Rousseff la ubicó en una cartera estratégica, a cargo del presupuesto.