Ayer ya lo hicieron en unas 60 concentraciones en distintos puntos del país y no es arriesgado decir que este número puede crecer rápidamente en los próximos días.

Con miles de agricultores con capacidad de movilizarse gracias a una red de contactos que alimentan con mensajes de texto, a la Comisión de Enlace no le quedó otra opción que oficializar esta situación explosiva, con un paro en la comercialización de granos y hacienda que terminará el próximo viernes.

La protesta generalizada en las rutas ha puesto un interrogante sobre el grado de conducción que puedan ejercer los máximos dirigentes del agro. El malestar entre los productores ya tiene un año, pero se agudizó en los primeros días de enero. Se padecía entonces una sequía impiadosa que parecía eternizarse como un castigo bíblico en casi todas las regiones productivas del país. Aparecieron entonces los primeros amagues de presencia en las rutas que fueron disuadidos ante el argumento de no molestar a los veraneantes. Pero la olla seguía juntando presión. Las vacas se morían de hambre y sed en el norte santafecino y los primeros maíces sembrados no superaban en altura a los cascotes de tierra. Y la cosecha de trigo pesaba la mitad que la del año pasado. Es cierto que no llovía, pero el Gobierno, lejos de comprender esta situación, continuaba con su política de retenciones, poner trabas a la actividad y distorsionar los mercados como si nada estuviera pasando. No había señales, sólo puestas en escena de medidas que estaban lejos de alejar la incertidumbre y el malestar. Sólo la Comisión de Enlace funcionaba como un dique de contención que ordenaba el reclamo. Pero a un costo cada vez mayor.

Con mucha habilidad, la Comisión de Enlace tomó al vuelo una invitación despersonalizada de la presidenta Cristina Kirchner en la que pedía la ayuda "de todos los argentinos". Así pusieron al Gobierno en posición de negociar. Pero todo voló por el aire cuando se anunció el adelanto de la fecha de las elecciones legislativas y se eligió al campo como el adversario político. Eso significó una pésima noticia para los productores que ahora saben que por lo menos hasta julio no bajarán las retenciones a los granos. Estos chacareros están sufriendo un quebranto descomunal. En especial los pequeños productores que, según cálculos privados, perderían con los rindes estimados más del 50% de su capital de trabajo. Los primeros lotes de maíz que se han cosechado traen muy malas noticias.

El nudo del problema con las retenciones en esta campaña es que el ingreso del Estado representa la pérdida del agricultor. Ya no se pelea por un sobrante como intenta comunicar el Gobierno.