La reacción más esperada después de 17 horas de silencio absoluto y extrema tensión en lo más alto del poder llegó ayer por la noche. La presidenta Cristina Kirchner eligió, desde un acto en Chaco, descargar las culpas sobre el vicepresidente Julio Cobos y los doce legisladores de su partido que rechazaron su proyecto de retenciones móviles.
Directamente, consideró que esa actitud había sido una traición. "Quiero agradecerles la presencia de todos ustedes esta noche y como siempre lo hemos hecho, mirarnos a los ojos y saber que nunca nos hemos traicionado, que siempre hemos elegido un camino que es irrenunciable y que es representar los intereses de los que menos tienen", lanzó la Presidenta en el momento más dramático de su gobierno.
Sin mencionar el rechazo del Senado a la ratificación de la polémica resolución 125, la mandataria continuó: "En esta tarea de representar los intereses que toda la vida nos movilizaron me han acompañado algunos que pertenecen a otros partidos y han defeccionado otros que pertenecen al nuestro". Sin nombrar a nadie, con el rostro cansado de la larga noche en la que casi no durmió, Cristina Kirchner desafió: "Alguna vez lo entenderán o, a lo mejor, algún día se darán cuenta".
Así, la Presidenta optó por no dar respuesta al pedido del campo, de la mayoría de los legisladores oficialistas y de sus colaboradores en la Casa de Gobierno que le recomendaron que optara por derogar la resolución. "Tal vez no hayan entendido lo que le habíamos dicho a la gente allá por octubre", reforzó la jefa del Estado, escoltada por el gobernador del Chaco, Jorge Capitanich; el ministro del Interior, Florencio Randazzo, y el de Planificación, Julio De Vido, durante la inauguración del nuevo aeropuerto de Resistencia.
Para que no quedaran dudas de hacia quiénes iba dirigido su mensaje, agregó: "Lo importante es comprobar que distintos argentinos, con distintas historias, con distintas identidades, son capaces de unirse tras un proyecto común y caminar juntos".
Enemigo número uno
Cobos entró desde ayer en la categoría de enemigo número uno de la Casa Rosada por haber votado en contra de la política oficial. El Gobierno no propiciará su renuncia, pero lo vaciará de poder condenándolo a que cumpla su función institucional y nada más, según confiaron altas fuentes oficiales a LA NACION. Lo consideran un traidor, calificación que le endilgan también a los doce senadores del PJ que le dieron la estocada final al proyecto del oficialismo.
La Casa Rosada vivió ayer la jornada de mayor desasosiego que haya padecido la gestión kirchnerista. Funcionarios que iban y venían por los pasillos del palacio gubernamental con paso cansado y caras de preocupación fue una postal repetida de la tarde. La propia Presidenta llamó a las 10 a uno de sus operadores políticos y le preguntó. "¿Qué hacemos ahora?". "Cristina, tenés que derogar la resolución", escuchó del otro lado del teléfono, según el diálogo que pudo reconstruir LA NACION. La Presidenta casi no había dormido. Con su marido, Néstor Kirchner, siguió el debate por televisión desde la quinta de Olivos. "¡Cuántos hijos de puta!", fue la reacción del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, desde su despacho, donde pasó la noche mientras se definía el debate.
Después llegó la tarde y una interminable ola de rumores que vaticinaban hasta la renuncia de la Presidenta. Los funcionarios que llegaban a la Casa Rosada, al tanto de la versión, pedían calma y esperaban la orden para comenzar la desmentida. Ante LA NACION, Randazzo; el ministro del Seguridad, Aníbal Fernández, y el secretario de Medios, Enrique Albistur, lo negaron rotundamente mientras salían del despacho de la Presidenta, a las 17.35.
Cristina Kirchner, entre tanto, continuaba con su agenda. Llegó a las 16.30 a la Casa Rosada y se reunió con familiares de las víctimas del atentado a la AMIA. Después llegó su cuñada, Alicia Kirchner, acompañada por una de sus hijas; el periodista Horacio Verbitsky; la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carloto, y el legislador porteño Juan Cabandié. "Fuimos a saludarla para que supiera que no está solita", dijo Carloto.
Cuando la jefa del Estado regresó, la esperaban unas 50 personas en Aeroparque, entre funcionarios y seguidores, en una suerte de operativo de contención en sus horas más difíciles.
Hoy, la Presidenta recibirá a los senadores y diputados del oficialismo. "Cobos fue sólo el emergente de la diáspora evidente del PJ", dijo anoche a LA NACION, con la voz gastada, uno de los senadores de mayor confianza del matrimonio presidencial. Hasta ayer, ni él ni el resto de los legisladores habían podido hacer llegar esa voz a Olivos.
Por Mariana Verón
De la Redacción de LA NACION