Por esto, lo que hay que acelerar son las transformaciones propuestas en el Pacto de Mayo.
Crecen las críticas a la estrategia del gobierno de devaluar por debajo de la inflación. Se argumenta que esto genera apreciación cambiaria que descoloca la producción interna frente a las importaciones y trae aparejado el riesgo de una futura fuerte devaluación que reavivará la inflación. El presidente Milei cuestionó estos argumentos planteando que el tipo de cambio no está apreciado. Para el presidente lo que sucede es que hay una acumulación de distorsiones regulatorias y tributarias que encarecen artificialmente los costos internos.
Simplificando el análisis, hay dos maneras de dar competitividad a la producción nacional.
En el planteo del presidente, la competitividad se consigue eliminando los factores que encarecen los costos de la producción local. Los críticos, asumiendo una posición más pesimista respecto a cuán rápido se pueden eliminar estas distorsiones, consideran que para evitar que la producción interna pierda competitividad es imprescindible aumentar el ritmo de devaluación del dólar oficial.
Aumentar el ritmo de devaluación tiene muchos impactos. Uno muy importante se puede ilustrar observando lo qué pasó con la última gran devaluación. Según datos del INDEC y la Secretaría de Trabajo de la Nación se observa que:
En noviembre del 2023 el dólar oficial a precios de hoy era $685 y el salario real de los trabajadores formales era de $770 mil también a precios de hoy.
En diciembre del 2023 el dólar oficial saltó a $1.200 a precios de hoy y el salario real cayó a $660 mil.
En marzo del 2023 el dólar bajó a $857 y el salario real subió a $680 mil.
Estos datos muestran que hay una relación inversa entre tipo de cambio y el salario real. La devaluación mejora la competitividad, pero a costa de bajar el salario real. En sentido contrario, cuando los efectos de la devaluación empiezan a desvanecerse –esto es, cuando comienza la apreciación cambiaria– el salario real comienza a recuperarse. Por lo tanto, la recomendación de aumentar el ritmo de devaluación no solo colisiona con el objetivo de bajar la inflación sino también con el de recuperar el salario real. Tipo de cambio alto tiene como contrapartida salarios reales bajos.
Los argumentos en favor de acelerar el ritmo de devaluación sostienen que para generar bienestar a la población se necesita un tipo de cambio competitivo que defienda la producción nacional. En esta visión, la apreciación cambiaria implica especulación financiera, fuga de capitales y mayores importaciones que destruyen la industria nacional y el empleo. La devaluación es la manera de preservar la producción nacional y el empleo, aunque sea a costa de moderar la baja de la inflación y la recuperación de los salarios. En la visión oficial, por el contrario, la manera de preservar la producción nacional y el empleo, sin comprometer el objetivo de bajar la inflación y recuperar el salario real, es eliminando las innumerables distorsiones regulatorias y tributarias que afectan a la economía argentina.
Acelerar el ritmo de las trasformaciones de la economía tiene clara ventajas sobre la propuesta de acelerar el ritmo de devaluación. Como contrapartida, demanda abordar desafíos mucho más complejos. Para devaluar alcanza con una disposición del Banco Central. Para transformar la economía se necesita mucha pericia política y gran capacidad de gestión. La media sanción de la Ley de Bases y la reforma tributaria aprobadas esta semana en la Cámara de Diputados son una buena señal. Pero, de cara a los desafíos pendientes, apenas un modesto paso en el sentido correcto.
Los países con mayor calidad de vida tienen salarios altos en dólares. El énfasis no está puesto en la competitividad cambiaria sino en la competitividad basada en aumentos de la productividad. Replicar esto en la situación argentina lleva a darle menos importancia a la cotización del dólar y más énfasis a la importancia estratégica que tiene la firma y la instrumentación de las reformas que integran la agenda del Pacto de Mayo.
Fuente: IDESA