Una vez más la macro se impuso frente a los fundamentos propios del sector. Si bien semanas atrás se había iniciado un ligero proceso de recomposición de valores tras meses de retrasos, la devaluación de la moneda luego de las elecciones primarias sin duda aceleró de manera contundente dicho proceso.
Hasta entonces, todos los indicadores propios del sector sugerían un segundo semestre en el cual los precios de la hacienda comenzarían a afirmarse. La tan ansiada recuperación de los campos permitiría finalmente iniciar un proceso de retención de hacienda deteniendo definitivamente la extracción que forzosamente debió darse a causa de la sequía. Esto marcaría el comienzo de un cambio de ciclo ganadero dando paso a una recomposición real y sostenida de los valores de la hacienda.
Sin embargo, algo sucedió de manera exógena que alteró el orden de estos factores. La fuerte presión que venía soportando el sector por costos en alza y precios deprimidos, terminó estallando en una suba anticipada producto de la elevada incertidumbre generada en torno al escenario económico prelectoral. Posiblemente la implementación del dólar maíz hacia fines de julio, fue uno de los detonantes. Previo a las PASO, el ternero ya marcaba una primara suba de casi 30 puntos, alcanzando promedios cercanos a los $700 para fin de julio.
Aun así, en términos reales seguía en terreno negativo respecto de los valores registrados un año atrás. Tras la devaluación de 22 puntos de la semana pasada, el mercado reaccionó con mayor contundencia. El precio del ternero rompió la barrera de los $1.000 anotando una suba de otros 40 puntos adicionales. Ahora sí, medido en moneda constante de agosto de 2022, logra finalmente recomponer su valor posicionándose un 20% por sobre los valores registros un año atrás.
Del mismo modo, los valores de la hacienda para faena respondieron con subas nominales de más del 30% en la última semana y de casi el 50% en lo que va de agosto.
En términos reales, considerando promedios para lo que va del mes, el ternero refleja subas del 11%, novillos del 19%, novillitos del 15% y vacas entre el 3% y 7% entre conserva y gorda, respectivamente.
Pero lejos de ser este movimiento de precios consecuencia de la retención, a partir de ahora podría considerarse más la causa. Ante esta suba de valores generalizado, la oferta tendera rápidamente a retraerse, generando faltantes en la faena de los próximos meses.
El ritmo de faena de julio, ajustada por días hábiles, marcaba ya un ligero escalón a la baja de 2 puntos respecto del número de junio. Sin embargo, en lo que va de agosto, de acuerdo a los datos de remisión de hacienda provistos por SENASA, la desaceleración se estaría profundizando al marcar cerca de 12 puntos menos en relación al promedio de traslados diarios del mes previo.
Sucede también que la imposibilidad de sostener las recrías este año hizo que la disponibilidad de novillos pesados sea actualmente muy escasa. Por tanto, menor oferta y precios aun sin una referencia estable tienen a paralizar al mercado. De hecho, varios frigoríficos exportadores han anunciado paradas programadas a causa de esta situación.
Sin embargo, como mencionamos, no podríamos adjudicar esta suba a la retención de hacienda. Por el contrario, ante la incertidumbre imperante en este contexto preelectoral y la suba de costos, se dio una escalada de precios anticipando la retracción de la oferta que, a su vez, volverá a impulsar nuevas subas de precios, especialmente por traslado a la hacienda de cría cuyos tiempos de reacción suelen ser más lentos en relación al gordo y a la invernada.
En efecto, las tan anunciadas lluvias aún no han llegado y muchos campos todavía se encuentran en una situación complicada que, de no revertirse, podría llegar a condicionar nuevamente la próxima temporada de servicios. No obstante, la necesidad de retener hacienda está primando más. Hoy todo productor que pueda hacerlo priorizará transitar estos meses de turbulencia resguardándose en hacienda, algo que vuelve a tomar vigencia a raíz de esta recomposición.
En este contexto, pensar en 2024 implica imaginar un primer semestre muy similar a esta segunda etapa del año donde la menor oferta ganadera será un factor clave.
Si bien resulta difícil poner en números cuánto implicaría esta baja, claro está que los meses de seca tendrán un impacto importante en el stock que contaremos a fin de este año. Pensar en una baja del stock nacional de más de 2 millones de cabezas no resulta lejano considerando el impacto que ha tenido esta seca sobre la producción de terneros, pero también sobre la extracción tanto de vacas como de animales livianos. Con 8,6 millones de animales faenados hasta el mes de julio, el número anual posiblemente termine ubicándose por encima de los 14,7 millones de cabezas, esto cerca de 1,2 millones de animales más que los faenados en 2022. En este sentido, todo lo que se perdió en términos productivos como lo que forzosamente se vendió en exceso -especialmente en el primer semestre-, indefectiblemente faltará más adelante.
De concretarse estas cifras, y asumiendo que bajo un nuevo ciclo ganadero los niveles de extracción de hacienda deberían volver a porcentajes de equilibrio, el número de faena 2024 no debería ser forzado por sobre los 13,8 a 14 millones de animales.
Bajo este escenario, y asumiendo una recuperación gradual del peso de faena a niveles de 2022, la producción de carne proyectada para el próximo ciclo podría estimarse en torno a los 3,1 a 3,2 millones de toneladas, similar a la resultante en 2022 y unas 200 mil toneladas menos respecto de las que dejaría el 2023, bajo la actual proyección.
Con un nivel de oferta más acotado, al menos durante el próximo año y posiblemente durante parte del siguiente, la exportación se verá como un factor de tensión puesto que todo punto adicional de mercado que intente aprovechar tendrá su impacto en el plano local. Por el momento, el mercado chino no estaría dando fuertes señales de presión comercial, por el contrario, los valores siguen en baja y sus proyecciones de crecimiento económico guardan cierto grado de cautela. Sin embargo, no resultaría extraño ver despertar de repente a un gigante adonecido que cada vez que reacciona pone a prueba la capacidad de respuesta de todo el sistema. Argentina, sin restricciones, tiene la capacidad para estabilizar sus exportaciones cómodamente por sobre el millón de toneladas.
En definitiva, más allá de las dificultades que plantea la coyuntura actual en nuestro país, la ganadería vacuna se encamina hacia un futuro muy promisorio en los próximos años, siempre que logremos trabajar en un contexto de mayor estabilidad y menor presión del estado sobre la actividad.
Fuente: Bolsa de Comercio de Rosario