Por entonces y favorablemente, el mes de septiembre fue pródigo en precipitaciones, lo cual aseguró en gran medida la fina, dado que luego sobrevino un octubre muy pobre de lluvias. Sin embargo, la volatilidad de la primavera fue una característica muy marcada, dado que noviembre volvió a presentarse con buenas lluvias a gran escala, esto mitigaba el potencial efecto negativo de La Niña. Mientras septiembre aseguró la floración de la fina, noviembre recompuso los perfiles para el avance de la gruesa.


Como se venía dando la situación, no parecía tan extraño tener que enfrentar un diciembre deficitario. El panorama se complejizo notoriamente en la última semana del año pasado y en la primera quincena de enero, cuando sucesivas olas de calor comprometieron seriamente el estado de los cultivos, los cuales tuvieron que lidiar fuertemente con el estrés térmico e hídrico, en muchos casos, con impactos negativos que convergieron en situaciones inviables.

Cuando analizamos el comportamiento de las lluvias de verano a través de la comparación de los registros pluviales con la estadística (1973-2021), el resultado no sorprende. Las provincias del centro se suman al norte del país, configurando una extendida anomalía negativa, la cual también aparece muy marcada en el resumen trimestral sobre toda la costa bonaerense y algunos lugares conspicuos de esta provincia.

Sin dudas que el evento La Niña valido su carácter de inhibidor de las precipitaciones, principalmente en el NEA y el centro norte de la Mesopotamia, donde la escasez pluvial se arrastra, con mejoras temporarias desde 2019. Es decir, este evento no hizo más que profundizar la crisis hídrica sobre el noreste del país, la cual alcanzó su apogeo con los vastos incendios que afectaron la provincia de Corrientes. Para la región pampeana, este forzante climático también se manifestó negativamente, pero no fue el único elemento que promovió la retracción de las precipitaciones.

El análisis completo del trimestre puede generar algunas confusiones, sobre todo por la anomalía positiva que aparece sobre el noroeste bonaerense, norte de LP y sudeste de CB.

Este sector también estuvo sometido a fuertes faltantes en la oferta de agua en la primera parte del verano, pero la recuperación de la segunda parte fue tal, que las anomalías se invirtieron. En este sentido es interesante ver el mapa del trimestre de verano analizado en dos mitades, las cuales para la región pampeana resultan en un contraste muy significativo.

Como podemos ver, hasta mediados de enero, la falta de precipitaciones fue muy extendida e intensa, con excepción del oeste bonaerense y LP, donde en general llovió mejor. En esta primera parte del verano, a la presencia de La Niña, se sumó el bloqueo anticiclónico, al cual ya nos hemos referido muchas veces. Una vez que las perturbaciones frontales pudieron avanzar normalmente, las lluvias mejoraron en gran parte de la región pampeana, quedando el noreste del país afectado por el efecto Niña, sin lograr beneficiarse de las copiosas lluvias que llegaban a la región pampeana. Una notable excepción se da en el corredor que va desde el centro este de CB hasta el sudoeste entrerriano, donde hubo salteos muy perjudiciales o en todo caso sistemas precipitantes con una oferta de agua mucho más modesta. Seguramente esta zona tendrá notables diferencias en los resultados respecto del sur de SF y el sudeste de CB.

La gran anomalía positiva del noroeste bonaerense se configuró apenas en quince días, en la segunda parte de enero. Por entonces la zona recibió acumulados superiores a los trescientos milímetros. Esta anomalía, también se reconoces en todo el sur de CB, SL, MZ y gran parte de la Patagonia, claro, no con ese volumen de precipitaciones.

En resumen, si bien el trimestre de verano tiene un claro sesgo negativo en las precipitaciones en buena parte del área productiva del país, es muy posible que si no se hubiese presentado el bloqueo anticiclónico en la escala regional, el fenómeno La Niña por sí sólo, no hubiese resultado tan condicionante de la oferta de agua para la región pampeana. Por otra parte, si es reconocible el efecto negativo de este forzante de escala planetaria en el noreste del país.

La primera parte del verano fue extremadamente difícil a gran escala por la convergencia de factores negativos de escala planetaria y regional. Desde la recuperación de mediados de enero, la dinámica de escala regional ha sido en general mucho más favorable. Esto se ha notado en forma contundente en este principio de marzo, con lluvias que han llegado al centro norte de la Mesopotamia y el norte del país en general. La Niña pierde su efecto como condicionante negativo, lo cual puede favorecer una transición estacional más cercana a los valores normales de precipitación a gran escala. Esto por lo pronto parece más probable o con mejores chances de consolidarse para la región pampeana. Para el noreste del país, durante la última parte de marzo, para cuando se prevé el regreso de las precipitaciones, estaremos en condiciones de evaluar como las mismas avanzan sobre Chaco y el centro norte de la Mesopotamia. En base a esto se podrá comenzar a detectar si las mejoras recientes logran consolidarse o se reposiciona la sequía.