La sostenida demanda mundial de alimentos, fibras y biomateriales requiere de aumentos en la producción agrícola con el desafío, y la oportunidad, de desacoplar esos incrementos en producción de externalidades sociales y ambientales negativas. La alternativa es impulsar el crecimiento de la productividad en las tierras actualmente en uso y no exponer nuevas tierras a costos y situaciones tales como la degradación de los suelos debida a la erosión eólica e hídrica, la pérdida de fertilidad por extracción de nutrientes, la salinización, la desertificación, y la contaminación por uso inadecuado de insumos, entre otras. Incrementar la producción a través del aumento de los rendimientos para evitar la expansión a ecosistemas frágiles requiere la incorporación de mejores prácticas de manejo de suelos y cultivos.

En este marco, la nutrición de suelos y cultivos constituye un factor necesario para que el sistema de producción sea efectivo y eficiente en el uso de recursos e insumos. Los nutrientes del suelo y el aporte externo de los mismos vía fertilizantes minerales y biológicos, enmiendas, abonos orgánicos y reciclados, constituyen recursos e insumos vitales para la intensificación sustentable.

La contribución de los fertilizantes

La fijación biológica de nitrógeno (FBN) representa alrededor del 32 % de los aportes de este nutriente en el sistema agroalimentario a nivel mundial, unos 60 millones de toneladas de nitrógeno (N). A escala global se ha informado que la capacidad de fijar N que tienen diferentes cultivos de leguminosas puede variar entre 38 % y 74 % de sus requerimientos. En Argentina, se ha estimado que, en promedio, un 60 % del nitrógeno que requieren los cultivos de soja proviene de la fijación biológica, es decir de la simbiosis de bacterias y las plantas. Ese aporte representa aproximadamente 1,6 millones de toneladas de N que, valorizadas en términos de fertilizante urea, corresponderían a unas 3,4 millones de toneladas de urea. Es decir que, a un valor de 1.080 dólares por tonelada de urea, el equivalente aportado por la fijación biológica a nuestros cultivos de soja, y a nuestros suelos, es de aproximadamente 3.672 millones dólares.

A nivel mundial, se reconoce que los fertilizantes minerales contribuyen del 30 % al 50 % de los rendimientos de los cultivos. En nuestro país, se han indicado contribuciones de la nutrición balanceada con nitrógeno (N), fosforo (P) y azufre (S) a los rendimientos entre 20 % y 70 % para cultivos extensivos en ensayos de largo plazo.

¿Cómo estamos manejando la nutrición de cultivos y suelos, cómo mejorar? El uso de inoculantes que proveen bacterias simbióticas para promover la FBN en soja y otras leguminosas se ha expandido marcadamente a través de los años, actualmente se considera que un 80 % de la superficie sembrada de soja es inoculada anualmente. Asimismo, las dosis de aplicación de fertilizantes minerales con N, P y S se han incrementado en los últimos años. Sin embargo, los balances de nutrientes, la diferencia entre nutrientes aplicados y removidos en granos, siguen siendo negativos en soja y maíz. Las dosis de N y P aplicadas en trigo serían correctas, mientras que las dosis de N y P en maíz y de P en soja serían bajas para los rendimientos alcanzados.

El manejo responsable de los nutrientes incluye 4 requisitos (los 4Rs): aplicar la fuente correcta en dosis correcta, en el momento y forma correctos. La toma de decisión en cuanto a la nutrición de suelos y cultivos es especifica por sitio y se basa en el diagnóstico de la fertilidad del suelo y de la nutrición del cultivo en cada ambiente dentro de cada lote en el cual trabajamos.

Ese diagnóstico incluye:

– Análisis de suelo, evaluación del perfil del suelo, disponibilidad inicial de agua, presencia de napas.

– Historia del lote/ambiente: rendimientos y fertilizaciones anteriores.

– Rendimiento alcanzable, año climático.

– Monitoreo del estado nutricional del cultivo: análisis foliar, sensores remotos y locales, imágenes, franjas de saturación.

El diagnóstico correcto contribuye a que la toma de decisión i) mejore la productividad, achicando la brecha entre los rendimientos actuales y los alcanzables; ii) sea rentable y iii) minimice el impacto ambiental y social. Es importante recurrir a la información científica-tecnológica (“nutrición basada en evidencia”), especialmente la local, que nos guía para tomar las alternativas más efectivas y eficientes para cada lote y cada ambiente según el sistema de producción (ambiente, manejo del productor, disponibilidad de capital, logística, etc.).

A partir del diagnóstico correcto que determina el nutriente y la dosis necesaria, las alternativas de aplicación en cuanto a producto, momento y forma son numerosas y permiten acomodar la logística para cada sistema de producción. Los fertilizantes minerales y biológicos, enmiendas, abonos orgánicos y reciclados constituyen recursos e insumos eficaces para sistemas intensificados que mejoren la productividad reduciendo externalidades negativas.

Por: Fernando O. García, consultor de la Facultad de Ciencias Agrarias – Balcarce (UNMdP) y participa de la Mesa de Nutrición Biológica, una iniciativa de Rizobacter que reúne a especialistas de instituciones públicas y privadas, facultades y empresas privadas cuyo objetivo es compartir y promover conocimientos sobre microbiología aplicada para el manejo de los cultivos en la continua expansión que tiene la agricultura a nivel mundial.

Fuente: AgroNOA