Más maíz y menos soja ¿Es bueno o malo?, por Marianela De Emilio
Los últimos años, los diferenciales de retenciones a la exportación entre ambos cultivos, y los buenos precios internacionales desde el año pasado, han alentado a sembrar más maíz que soja. El interrogante formulado es si esta tendencia beneficia o perjudica al desarrollo productivo y comercial del país, y finalmente, como se refleja en el ingreso de divisas al país.
La soja, una oleaginosa que ingresó a la Argentina en el siglo XIX, no alcanzó importancia sino hasta la década del 80, cuando desde una superficie sembrada de 2.000 hectáreas, comenzó un camino de crecimiento, que no se detuvo hasta la campaña 15/16, cuando alcanzó la máxima superficie sembrada, 20.56 millones de hectáreas, un crecimiento de casi 1000% en solo dos décadas y media. El maíz, que también ingreso al país hace más de un siglo, mantuvo su área de siembra entre dos y cuatro millones de hectáreas, hasta la campaña 10/11, cuando comenzó a expandirse más de 100% en una década, pasando a 9,7 millones de hectáreas de maíz sembrado en la 20/21. El crecimiento de área de soja sembrada fue categóricamente superior al de maíz, permitiendo cosechas cada vez más grandes. Se observa que desde la 15/16 la superficie de siembra de soja fue disminuyendo, y, por el contrario, la de maíz fue aumentando hasta pasar de una relación de 6 hectáreas de soja por 1 hectárea de maíz, a proyectarse una siembra de 2 hectáreas de soja por 1 de maíz, según las estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires para la campaña 21/22.
Agronómicamente, aspectos como la conservación de suelos, rotación de cultivos, aporte de rastrojos, son algunas de las ventajas que trae vencer al monocultivo de soja, principalmente con cereales, como es el maíz.
Desde el punto de vista comercial y de inversiones, sembrar maíz mueve mucho más capital que soja, dado que requiere de manejo e insumos fundamentales para lograr los rendimientos que el clima y la genética del cultivo permitan, cuyo costo supera, a veces duplica, al costo productivo de la soja, por tanto, este es un punto favorable para elevar la circulación de dinero y mover la cadena de valor.
Por otro lado, sabemos que más de 90% de la soja producida en nuestro país, se exporta como grano, harina o aceite de soja, mientras más del 70% del maíz comercial producido se va en exportaciones como grano, y el resto se queda dentro del país para ser usado por la industria o producciones cárnicas.
En el gráfico vemos como la producción de maíz ha ido en aumento, pegando un salto en la campaña 18/19, y proyectando un record de 55 millones de toneladas en la entrante 21/22. Vemos además un aumento de las exportaciones, con volúmenes que representan 80% de lo producido estas últimas campañas. Se observa que el consumo industrial no supera 6 millones de toneladas, salvo excepciones en que alcanzó 11 millones de toneladas.
Por último, la producción de carnes, bovina, porcina y aviar, actividades que demandan maíz, principalmente cuando las lluvias limitan la oferta forrajera, también está estancada en torno a 6 millones de toneladas. Es decir que la variable de ajuste para absorber mayor oferta de maíz es el volumen a exportar.
En el siguiente gráfico se observan las tasas de crecimiento o decrecimiento interanual de la producción de maíz y carnes, y la exportación de maíz.
El dilema se presentaría, si la tasa de crecimiento de la producción supera a la de exportación, dado que no habrá destino para el remanente de maíz producido. Esto dependerá de muchos factores internacionales, que afectan la demanda de maíz a nivel global, entre los principales que pueden nombrarse tenemos las posibles reducciones en el corte obligatorio de biocombustibles, donde el maíz es el que más aporta a la producción de etanol, para el corte de naftas, lo que reduciría drásticamente la demanda de maíz, generando un sobre stock global.
Por otro lado, el temor de menor crecimiento económico de parte de China, y su decisión política de reducir emisiones de efecto invernadero, que podrían generar desaceleración de la demanda de granos de parte del principal cliente de soja y maíz del mundo. Solo por mencionar dos de los condimentos que podrían traer un ruido global que lleve a demandar menos granos, y a ofrecer menos precio por ellos.
Pero volvamos a la Argentina, veamos cómo ha evolucionado el ingreso anual de divisas de parte del complejo sojero (grano, harina y aceite), del maíz como grano, y de las carnes (bovina, porcina y aviar). Vemos que las divisas ingresadas por el complejo sojero duplican y a veces triplican el monto de divisas que ingresan por exportaciones de maíz. Sin embargo, hay un claro aumento de exportaciones de maíz y disminución del complejo sojero, entre 2019 y 2020, que permitieron un mayor ingreso de divisas el año pasado, esto se explica en los mayores precios internacionales de maíz, además del volumen comercializado.
Por último, las divisas ingresadas por exportaciones de carnes, recién despegaron en 2019, pasando de dos mil a más de tres mil millones de Dólares. Al 2021 no le cerramos valores, porque aún falta un trimestre de exportaciones.
Si la producción de carnes no se expande durante el 2022, y el panorama internacional va hacia una mayor oferta internacional de maíz, y menor nivel de demanda, el aumento productivo de maíz, podría no ser absorbido por la exportación, y entonces deprimir el mercado interno de maíz, al tiempo que reduciría el ingreso de divisas de parte de soja, por la menor producción.
Conclusiones: El ingreso de divisas debe gestionarse desde la promoción de actividades productivas, Producir más maíz y menos soja, es uno de los mensajes más promovidos para disminuir los efectos ambientales y agronómicos que causa el monocultivo de soja, además de mover muchos más recursos en materia de tecnología de insumos y procesos, y proveer un grano que es insumo básico para una amplia gama de productos. En el mundo solo Argentina y Ucrania exportan 80% de su producción, el resto del mundo consume la mayor proporción del maíz que producen, generando valor dentro de sus mismos países. Producir más maíz que soja, sin fortalecer las cadenas productivas locales que absorban la mayor oferta producida, es quedar expuestos al mercado exportador, a la demanda internacional de maíz, y al precio que puedan ofrecer. Cuando las curvas de consumo industrial y producción de carnes evolucionen como la producción primaria, entonces podremos decir que producir más maíz que soja es lo mejor.
Por Marianela De Emilio / INTA Las Rosas – Docente AgroEducación
Fuente: AgroEducación