El virus del mosaico estriado del trigo (WSMV por sus siglas en inglés), detectado en la Argentina hace casi 20 años, es el causante de una de las enfermedades virales más importantes del cultivo de trigo a escala mundial, debido a su potencial de daño. Sin embargo, en nuestro país los registros de altas incidencias se presentan en baja frecuencia, comparado con otras patologías, como pueden ser las manchas foliares y las royas.
En la última campaña, el INTA Pergamino –en el noroeste de Buenos Aires– recibió numerosas consultas y muestras de lotes de trigo infectados por un amarillamiento foliar y hojas con presencia de estrías cloróticas con diferente grado de intensidad y en algunos casos necrosis. Después de descartar la presencia de hongos y bacterias con técnicas básicas de fitopatología, las muestras fueron remitidas al Instituto de Patología Vegetal (IPAVE) del INTA para confirmar la ocurrencia del mosaico estriado del trigo.
“Se analizaron grupos de hojas de variedades comerciales de trigo de las siete muestras enviadas y todas resultaron positivas para el virus WSMV, al mismo tiempo que dos de ellas mostraron mayores valores de absorbancia, lo que indica una mayor concentración viral”, detalló Vanina Alemandri, investigadora del IPAVE.
Para la especialista, “es importante destacar que el mosaico estriado del trigo es transmitido específicamente por un ácaro eriófido (Aceria tosichella) de un tamaño muy pequeño, aunque también se disemina mediante las semillas y también en forma mecánica”.
En ese sentido, Alemandri explicó que “los trigos guachos juegan un rol
fundamental en la epidemiología porque actúan como puentes verdes al ser
hospedantes tanto del virus como de los ácaros vectores durante el verano”, y
precisó que “sería necesario también evaluar qué rol cumplen las avenas, y
cultivos de cobertura como el triticale y el centeno, ya que varios de ellos se
registran como hospedantes del virus y vector”.
Lucrecia Couretot, especialista en fitopatología de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Pergamino, indicó que “el manejo de este patosistema se enfoca principalmente en la prevención, porque una vez que las plantas se enfermaron no hay medidas curativas que se puedan establecer”.
Al respecto, la especialista resaltó que entre las medidas principales se
destacan prácticas culturales, como puede ser interrumpir el ciclo de vida del
ácaro vector, que implica destruir las plantas que actúan como puentes verdes,
evitar el empleo de semillas provenientes de lotes enfermos y la utilización de
cultivares con buen comportamiento frente al virus.
En la zona triguera de Entre Ríos, si bien aparecieron algunos casos que podrían asociarse a esta virosis, aún se encuentran en proceso de evaluación, en tanto la sintomatología no es aspecto suficiente para comprobar la presencia de la enfermedad.
En esa línea, Norma Formento, especialista en fitopatología de la Estación Experimental Agropecuaria del INTA Paraná, aseguró que si se realizan buenas prácticas agrícolas, la aparición de la enfermedad debería ser la excepción y no la regla.
“El problema en la mayor parte de la sanidad del cultivo de trigo es que hay plantas que funcionan como reservorios. El virus puede alojarse incluso en el cultivo de maíz o en algunos cultivos de cobertura sin observarse síntomas”, explicó la especialista.
En ese sentido, Formento recomendó: En caso de que se observe una sintomatología no frecuente como amarillamientos, estriados cloróticos, rayados o mosaicos, “por un lado, registrar los lotes afectados (incluidos los dos cultivos antecesores inmediatos), los cultivares afectados y observar si los síntomas son generalizados, en sectores o rodales o en plantas individuales; y por otro lado, es muy importante, que se envíen muestras al IPAVE para los estudios serológicos”.
Respecto de la preocupación que surge entre algunos productores de la zona por la reemergencia de la enfermedad, la especialista resaltó que “es importante no alarmarse y actuar porque muchas veces se confunde la sintomatología con efectos ambientales o nutricionales”.
Al respecto, Couretot explicó que muchas de las consultas que llegaron al INTA Pergamino están asociadas a la roya amarilla: “Las royas suelen ser más fáciles de distinguir porque se observan pústulas de color amarillento y se distribuye en manchones, las bacteriosis en general se asocian al frío y aparecen de forma pareja en todo el lote, y el virus del mosaico estriado presenta estrías longitudinales cloróticas, que pueden tornarse necróticas”.
A diferencia de las manchas foliares y las royas, que pueden tratarse con fungicidas, el virus del mosaico estriado no requiere intervención química. En ese sentido, las recomendaciones son proyectadas para la campaña siguiente y se asocian con el conocimiento de las variedades que enfermaron en la campaña anterior, para así evitar su siembra.
En este punto, Alemandri señaló que “mediante información proveniente de Estados Unidos y a partir de un trabajo conjunto entre el IPAVE y el INTA Marcos Juárez -Córdoba- se realizaron estudios de cruzamientos para incorporar genes de resistencia, que mostraron baja efectividad frente a los genotipos del virus y las poblaciones de ácaros de Argentina”.
“Este año, a partir de muestras de plantas infectadas con mosaico estriado que recibiremos en el IPAVE, vamos a hacer la evaluación de cultivares en la Red de Ensayos de Trigo, para analizar cuáles se comportan más tolerantes a la enfermedad y así poder poner esa información al servicio de los productores”, resaltó la especialista.