El ego en general florece desde la cuna, se hereda, y luego madura según el entorno en el que crece.
Les pasa a los jóvenes estadounidenses, por ejemplo, quienes dentro del mundo desarrollado se encuentran entre los más ignorantes del mundo, en materias como geografía, historia o ciencias humanistas. No así en áreas como matemáticas o ciencias duras.
Tiene sentido, es un país grande y poderoso y no es tan necesario conocer sobre otros lugares, a partir de la formación pragmática, individualista y materialista que reciben.
En cambio, para el progreso personal sí es importante aprender matemáticas, economía, química o física.
El 60% de los jóvenes estadounidenses no puede encontrar Iraq en un mapa,
según un informe oficial. Pese a que es un país que estuvo varios años en los
titulares norteamericanos y en donde murieron miles de chicos de ese país.
Solo el 25% consigue localizar Israel en un mapa de oriente medio, a pesar de ser el segundo país con más judíos en el mundo. Y el 80% no sabe donde está Afganistán.
Naciones como Argentina, Uruguay o Nueva Zelanda son desconocidas para el 90% de los adolescentes estadounidenses.
El 75% piensa que el inglés es el idioma de lengua materna más hablado en el mundo. La misma cantidad que ignora que existen más hablantes de chino mandarín, hindi o castellano.
Incluso son ignorantes de su propio territorio. El 66% puede encontrar a Louisiana en un mapa de EEUU, y el 52% puede señalar a Mississippi.
Diferente es en los países periféricos, como el nuestro, donde más del 80% de los adolescentes escolarizados de clase media puede encontrar a EEUU en un planisferio.
En otra escala, ocurre lo mismo dentro de Argentina, donde la ignorancia producto del ombliguismo porteño se hace evidente respecto del resto del territorio nacional. Y pese a que el porteño promedio supone que conoce más de Corrientes o de Jujuy que los propios correntinos o jujeños.
Esto se ve claramente en los medios de Buenos Aires, en parte responsables de esta visión sesgada de país.
Cualquier adolescente de clase media del interior sabe lo que es el obelisco, la avenida 9 de Julio, el río de La Plata o la Casa Rosada.
A la inversa, un gran porcentaje de chicos de Buenos Aires no puede ubicar Chaco en un mapa, Mar Chiquita, Tafí del Valle o Rawson.
El fenómeno del egocentrismo que impide mirar alrededor, y más aún hacia abajo, es multiplicado por el exacerbado unitarismo argentino.
En 2015, durante un congreso en la Universidad de Palermo, una periodista profesional, con título universitario, nos preguntó si había wifi en Tucumán.
En otra oportunidad, un taxista porteño nos consultó si los indios en el norte todavía andaban a caballo o si ya se habían modernizado.
Cuesta imaginar cómo habrá sido el nivel de desconocimiento antes de internet y la revolución de las comunicaciones, con 500 canales de televisión, redes sociales, Google y Wikipedia.
Realidad distorsionada
Esta introducción sirve para contextualizar lo que hoy gran parte de la sociedad tucumana observa atónita, respecto de la mirada porteña sobre Juan Manzur, gobernador de licencia y actual jefe de Gabinete del presidente Alberto Fernández.
Hace un par de días leímos: “Ahora Manzur arriba con historial, volumen político, experiencia de gestión, ejercicio del poder y una red de contactos que relativizan el curriculum del Presidente”.
En un importante canal de noticias, al día siguiente de la asunción del nuevo gabinete, un periodista dijo: “Ojo, no lo subestimen, Manzur levanta el teléfono y habla con (Joe) Biden”.
También leímos que presentaron a Manzur como un cuadro político formado por el experimentado barón del conurbano Alberto Balestrini (ex senador de la provincia de Buenos Aires, diputado nacional e intendente del populoso municipio de La Matanza).
Además, escuchamos y leímos que Manzur es una especie de cacique entre los gobernadores peronistas y que es un experto en ganar elecciones que se daban por perdidas.
Todo esto que se dice más allá de la avenida General Paz tiene un 20% de realidad y un 80% de fantasía, guionada por el peronismo bonaerense y por el operador de prensa y lobbista Adrián Kochen.
Kochen es el “padrino político” de Valeria Zapesochny, la nueva secretaria de Medios nacional y permanente colaboradora de Manzur desde su paso por La Matanza.
Kochen además trabaja con Hugo Sigman, empresario y amigo de Manzur. Hay quienes dicen que también son socios en los negocios farmacéuticos.
Que Manzur haya sido secretario de Salud de Balestrini hace 20 años no significa que sea un gran cuadro político.
En teoría política Manzur es bastante limitado. Ya lo van a descubrir los porteños cuando lo escuchen hablar. Se repite a sí mismo con frases hechas y latiguillos genéricos y abstractos.
Estamos avanzando, estamos planificando, estamos programando, estamos analizando, estamos coordinando, estamos resolviendo, estamos.... El presente indicativo es una constante en “Juancito”, como le decía la vicepresidenta Cristina Fernández cuando era su ministro.
Manzur es un anunciador serial que no siempre concreta sus dichos.
¿Experiencia de gestión? Transita la mitad de su segundo mandato y los datos, no las opiniones, demuestran que está siendo una deficitaria gestión, batiendo récords estadísticos de inseguridad, pobreza e indigencia, ausencia de obras públicas importantes y falta de infraestructura.
Escándalos electorales
En las elecciones del 2015, si bien en lo personal consideramos que Manzur de todos modos las hubiera ganado -por la fuerza del aparato y la billetera estatal-, la realidad es que el nivel de irregularidades que hubo y que llegaron a probarse fue pasmoso.
Principalmente en la Junta Electoral, donde cortaron la luz y se apagaron las cámaras, y luego aparecieron urnas refajadas y se vio ingresar a gente que debería haber tenido prohibido el acceso.
Además, ganó con un sistema electoral fraudulento, que mantienen hasta hoy y no piensan cambiar, según dijeron, pergeñado por José Alperovich, sobre una base de cientos de Pymes (acoples) asociadas empresarialmente para empujar a un mismo candidato.
La Justicia anuló los comicios de 2015 y resolvió que se debía volver a votar, aunque luego la Corte Suprema alperovichista decidió que eran válidos.
En las elecciones del 12 de septiembre pasado el clientelismo se impuso con alevosía, con reparto de dinero a plena luz del día e incluso dentro de la veda electoral.
Todo el aparato y la gorda billetera del Estado apenas le alcanzaron a Manzur para superar por 100.000 votos al vicegobernador Osvaldo Jaldo.
Si Fernández no hubiera resuelto por decreto esta sangrienta interna del peronismo tucumano, al llevarse al gobernador a la Casa Rosada, las chances de que Manzur fuera derrotado el 14 de noviembre no eran menores. Lo reconoció en el programa Panorama Tucumano el legislador manzurista Sergio Mansilla, hoy presidente subrogante de la Cámara.
Lo que sí es cierto es que el ministro más rico del primer gobierno de Cristina es un gran lobbista entre empresarios y gremialistas, las dos caras de la misma moneda a la hora de hacer negocios.
De apenas tener para comer cuando era estudiante de Medicina, según él mismo contó, 10 años después de gestión pública (ya lleva 21) se convirtió en un poderoso empresario.
El que levanta el teléfono y habla con cualquiera en el extranjero no es Manzur, es su vicejefe de Gabinete, Jorge Neme, hasta la semana pasada secretario de Relaciones Económicas Internacionales.
Es un sociólogo de la UBA, diplomático y economista de amplia trayectoria en relaciones internacionales, principalmente comerciales.
A Neme le dicen “el trader (comerciante) de la Argentina” o “el zar de las relaciones comerciales internacionales”. También gozó del privilegio de ser uno de los primeros vacunados en el país, en febrero de este año.
La opaca transparencia
Al igual que en varios municipios del conurbano bonaerense, el músculo electoral de Manzur, como lo fue de Alperovich y de Julio Miranda, es el descomunal empleo público, en blanco y en negro, y la maquinaria de los acoples.
Es por eso que en Tucumán voltearon cada proyecto de reforma electoral, que incluía, entre otras cosas, la boleta única de papel.
Y con Manzur en el puesto donde está ahora tampoco habrá boleta única de papel a nivel nacional, excepto en los distritos que ya la tienen, como Santa Fe.
Este sistema implicaría además un ahorro para el Estado provincial de unos 500 millones de pesos por cada elección.
Manzur y Jaldo también impidieron la adhesión a la leyes nacionales de Acceso a la Información Pública y de Transparencia, con el pretexto de que crearían normas propias, lo que nunca hicieron en seis años, y además cajonearon un proyecto provincial similar al de Nación, presentado por el diputado nacional Pablo Yedlin, cuando era secretario General de la Gobernación, durante los dos primeros años de gestión manzurista.
Quienes más lo conocen dicen que Manzur es inescrutable, indescifrable, que nadie sabe realmente quién es.
Lo que sí sabemos del ex ministro de Salud de Cristina es que, porque empiece a trabajar a las siete de la mañana, algo que encandiló a los medios porteños, no significa que sea un gran gestor. En la provincia no lo es.
También sabemos que nada está más lejos ideológicamente de Manzur que el kirchnerismo. Es un ferviente católico, antiaborto, conservador en un amplio sentido, admirador de EEUU, al punto que desea el desembarco de la DEA en la provincia (quizás lo intente ahora a nivel país), y es discursivamente patriarcal.
Es amigo y socio político de algunos “gordos” de la CGT y comulga, por idea y convicción, con el llamado “peronismo de Perón” o la derecha peronista.
Veremos cómo conviven dos años un jefe de Gabinete con el perfil ideológico de Manzur con el cristinismo de paladar negro. Se hace poco probable esta coexistencia.
También es un especialista en aparatear elecciones -fue un buen alumno de Alperovich-, y sabe conseguir y reencauzar recursos para sumar adhesiones electorales.
Es probable que el Presidente conozca estas virtudes de Manzur y quizás ese sea el motivo por el que lo eligió.
Todo lo demás que se dice de Manzur en Buenos Aires está guionado, para mostrarlo como un hombre fuerte y experimentado, como un gran cuadro político, para de esta manera fortalecer al debilitado Alberto Fernández, castigado en las urnas, pero más herido por el fuego interno.
Fuente: La Gaceta