En general las crisis económicas no son exactamente iguales a lo largo de la historia, sin embargo, en el caso argentino, suelen tener una cierta similitud.
La pregunta que surge recurrentemente es si hoy estamos frente a una crisis similar a la del 2001, cuando primero se estableció el corralito bancario y luego, ya con el gobierno peronista en el poder, se declaró el default, la devaluación y la pesificación asimétrica.
Claramente, al igual que la mayoría de las otras crisis, el problema se originó en un desajuste fiscal que se pensó que se solucionaba con el blindaje del año 2000. En ese momento el gobierno de De la Rúa logró un acuerdo con el FMI, el BID y el Banco Mundial por un crédito de US$ 38.000 millones de hace 20 años, ese monto sería equivalente a US$ 58.500 millones actuales. Con ese crédito se despejaba el horizonte de default de los vencimientos de deuda, pero como es costumbre, se pensó que un crédito era sustituto de las reformas estructurales para poner orden en la economía. Grosero error.
Por eso llegó marzo y renunció el gabinete económico de De la Rúa, que tenía como ministro a José Luis Machinea y un déficit fiscal de 2,4% del PBI. Es decir, comparado con lo que hay hoy en día, la situación podía ser manejada si se llevaba a cabo una baja del gasto púbico.
Justamente eso fue lo que intentó Ricardo López Murphy y duró en el cargo 15 días y lo reemplazó Cavallo que dejó la idea de llevar adelante una baja del gasto y avanzó con el megacanje. Nuevamente se creyó que un manejo financiero sustituía las reformas estructurales.
Pero en ese momento Cavallo empezó a dar señales para salir de la convertibilidad con el factor de empalme. Sin financiamiento externo el déficit fiscal, por más chico que fuera, era infinanciable, recordando que había convertibilidad en ese momento.
Por eso, aproximadamente a mitad de año salió la idea de déficit cero, que consistía en la regla que el estado solo iba a gastar lo que le ingresara en impuestos. Por varias razones, pero fundamentalmente por la debilidad política de De la Rúa y la desconfianza de la gente que tenía depositados dólares en los bancos, hizo que primero se sancionara la ley de intangibilidad de los depósitos, ley por la cual se aseguraba que se iba a respetar la propiedad privada. Señal perfecta para desconfiar de la dirigencia política.
En definitiva, la crisis del 2001 se desató por un problema fiscal, pero de mucho menor volumen que el actual y porque, al regir la ley de convertibilidad, el BCRA no tenía capacidad de financiar a los bancos en caso de retiro masivo de depósitos.
O sea, la crisis fue de otra magnitud en términos de déficit fiscal, pero muy fuerte en términos de depósitos porque los bancos tomaban dólares y prestaban dólares. El descalce de plazo hacía imposible pagar los depósitos ante una corrida como la que ocurrió y el BCRA no tenía el franchasing para emitir dólares y financiar a los bancos para hacer los pagos en ventanilla.
A esta altura del partido, debe haber pocos economistas que nieguen que estamos inmersos en una crisis económica que adquirirá mayor dimensión.
La crisis que ocurriría luego de todos los problemas acumulados más la fiesta de consumo que está implementando el gobierno de cara a las elecciones de noviembre, ¿a qué crisis podría asemejarse de las que ya hemos tenido?
Todo parece indicar que es una mezcla de rodrigazo y crisis del plan primavera, es decir la de 1989.
En efecto, la distorsión de precios relativos que hoy tienen la economía argentina se asemeja, tal vez no en magnitud, pero sí en su forma, a la distorsión de precios relativos que implementó José Ber Gelbard con la inflación cero, allá por 1973. Los controles de precios, atraso cambiario y tarifario desembocaron en el famoso rodrigazo de 1975, al cual el pobre Celestino Rodrigo le tocó destapar la olla a presión que había dejado Gelbard y no había corregido Alfredo Gómez Morales en su breve paso por Economía luego de la salida de Gelbard.
Ese rodrigazo significó un fuerte aumento de las tarifas de los servicios públicos y una devaluación del peso que generó una brutal caída de los ingresos reales, al punto tal que la CGT hizo el primer paro general a un gobierno peronista como era el de Isabel Perón en ese momento.
Estamos, entonces, frente a una suerte de rodrigazo pero con mucho menor colchón social para soportar la corrección de los precios relativos. En efecto, la desocupación y la pobreza en 1975 era infinitamente menores a la actual.
Pero al problema de los precios relativos, con un fuerte déficit fiscal, se le agrega un déficit cuasifiscal que, no es de la magnitud del déficit cuasifiscal de 1989, pero si es importante. El déficit fiscal financiero previsto para este año en el presupuesto 2021 es de $ 1,5 billones y la pérdida del BCRA por el endeudamiento en LELIQs y Pases llega a los $ 1,6 billones. Es decir, el déficit cuasifiscal es mayor al déficit fiscal financiero.
Como el BCRA no puede pagar esa deuda en LELIQs porque no genera ingresos para pagar ni el principal ni los intereses, el desemboque de esa deuda del BCRA que el kirchnerismo multiplicó por 4 en menos de 2 años de gobierno, además de la emisión monetaria que quedó circulando en el mercado ya que el BCRA multiplicó por 2,3 los billetes y monedas en circulación, el desenlace no parece ser otro que una gran llamarada inflacionaria o un plan Bonex. Muchas más alternativas no se observan.
Resumiendo, estamos frente a una crisis que se parece a la del 2001 en la baja credibilidad que tiene el presidente. Que se parece a la de 1975 por la distorsión de precios relativos y a la de 1989 por el gasto cuasifiscal que generaban los depósitos indisponibles de aquel momento, depósitos indisponibles que eran lo que luego se llamaron LEBACs y ahora LELIQs. Mismo perro con diferente collar.
La diferencia con las crisis anteriores, es el escaso colchón social que hoy queda comparado con la pobreza e indigencia de las crisis anteriores.
Para salir de este gran lío en que el kirchnerismo metió al país, se va a necesitar un gobierno de coalición muy sólido y con un plan económico fuertemente ortodoxo para evitar más desastres. Ya no queda margen para la heterodoxia. Solo práctica de buena economía con respaldo político.
Fuente: Economía para Todos