Si bien hemos tenido otras recesiones (2009, 2012, 2014, 2016 y 2018-2019), han sido menores en comparación al derrumbe que se produce por el efecto de la pandemia. El virus ha retrotraído todo a niveles del 2004. Sí, como lo lee, todo lo que se ha transitado hasta el 2020 se perdió y estamos en niveles de hace 16 años atrás. Ni siquiera es comparable a la salida de la convertibilidad en el 2001- 2002, cuando el EMAE caía 15%. Hoy directamente hay sectores enteros cerrados y con una perspectiva incierta ya que se depende enteramente de un factor exógeno que no se controla.
Para salir de esta situación tan compleja, siendo obvio que este impacto que ha tenido Argentina por la pandemia y la cuarentena no es exclusivo nuestro, sino también le ha pasado al mundo entero. Incluso los que venían creciendo, con cuentas ordenadas, haciendo la tarea, tendrán que readaptarse a la nueva dinámica mundial. Los que, por el contrario, venían desordenados, recesivos, y/o renegociando deuda (o directamente en default, como Argentina), o se terminan de hundir o “quizás” hasta les sea algo más fácil. ¿Por qué quizás les sea más fácil?
Si bien es cierto que el camino de recuperación sería muy arduo y lento, quizás la coyuntura mundial generada por el mismo virus favorezca a las economías más simples.
Las economías pocos sofisticadas producen normalmente commodities (productos
con poca diferenciación y bajo valor agregado), y estos se favorecen en las
crisis. En las primeras etapas de las mismas, los inversores mundiales vuelan a
la calidad, salen de los mercados emergentes y se refugian en inversiones
extremadamente seguras que rinden muy poco. Se paraliza la economía mundial y el
dólar se fortalece. Sin embargo, al tiempo, los gobiernos arrancan con los
estímulos inundando de liquidez los mercados financieros, y bajan las tasas para
hacer que sea más deseable consumir/producir que esperar. Es decir, que lo que
se había fortalecido en un principio (el dólar), ante los estímulos y la poca
rentabilidad comienza a verse a futuro como algo ya no tan atractivo. El
razonamiento es sencillo: si hay una mayor cantidad de dólares circulando en el
mundo el poder adquisitivo de los mismos disminuye (compra menos cosas)
presionando la inflación mundial. Lo anterior no sucede inmediatamente. Si bien
se fortaleció al dólar a escala global respecto del resto de las monedas,
generando una devaluación generalizada de las divisas de los países emergentes,
en las últimas semanas se está dando el fenómeno inverso: las monedas y algunos
commodities tomados como refugio de valor (oro / plata) se revalorizan contra el
dólar, con lo cual el camino inverso ya se está produciendo.
¿Qué quiere decir esto? Las crisis hacen caer el precio de todos los activos, y claramente hace caer el consumo de manera estrepitosa afectando las dinámicas económicas de todos los países. No obstante ello, resetea la demanda genuina del mundo entero, produce un refresh del sistema y favorece a las economías en las que su consumo interno no es tan preponderante dentro su PBI. Esto es así porque suelen tener sistemas productivos menos intrincados y elementales en cuanto a lo que producen y, al sostener sus economías sobre productos poco diferenciados, se favorecen de los rally de precios de commodities subsiguientes a estas situaciones.
Los commodities aumentan de precio sólo por presiones genuinas de la demanda, y también por el debilitamiento en el poder adquisitivo del dólar. En el 2000 se vio con la Fed aplicando políticas de tasas superbajas (era Alan Greenspan) y en el 2009 (luego de la subprime), con la expansión monetaria y tasa real negativa, que hicieron volar los precios de commodities. Por la pandemia y los rebrotes la Fed “inundó” de liquidez al mercado financiero a una velocidad inédita (entre marzo y junio, volcó al mercado US$ 3 trillones) y sigue. El BCE anuncia estímulos por 870.000 millones de euros. Las tasas mundiales se mantendrán en cero o cercanas a él por bastante tiempo.
A mi criterio, se viene otro viento de cola. Quizás no sea inmediato, pero dadas las circunstancias mundiales y vacunas de por medio, es algo probable. Si esto sucede, sería deseable que el presidente Alberto Fernández haya aprendido la lección de sus épocas de jefe de Gabinete: el tipo de cambio competitivo con viento de cola, no es un plan económico. Un plan económico es aprovechar la coyuntura para realizar las reformas estructurales que generen ventajas competitivas nacionales sostenibles en el tiempo.
Fuente: El Economista