En ocasiones, los gobiernos se dedican a obstruir el normal desenvolvimiento de la producción. Y cuando lo hacen, tienden a focalizarse en la agrícola y ganadera. Como si se tratara hecho adrede.
El comercio no conoce de ideologías, sólo se de intercambios favorables para las partes. Mientras más positivo sea la negociación para las partes -y de forma balanceada en sus beneficios-, más crecerá el comercio y más duradero será.
En este caso, nos referimos a la posición del gobierno frente al Mercosur, una institución de largo aliento que, con enormes dificultades, ha logrado posicionarse en la región.
La actitud gubernamental surge justo cuando más se necesitan acuerdos multi/bilaterales para facilitar el comercio exterior, con su consecuente generación de divisas y riqueza.
Las acciones, a través del Mercosur, deben apuntar al acceso en términos arancelarios y no arancelarios en las agendas de negociación con Canadá, Corea del Sur, Líbano, Alianza del Pacifico, etc.
El país debe retomar inmediatamente su participación activa en todas las negociaciones del Mercosur.
La decisión del gobierno de retirarse de las negociaciones internacionales que encabeza el bloque comercial es, por lo menos, inaudita. Incomprensible.
Brasil es un mercado gigante. Es nuestro vecino. Y nuestro crecimiento siempre estará atado a la forma que nuestro país se relacione con éste.
Si hubiese una ruptura con Mercosur, la producción de trigo, cuyo principalísmo cliente es Brasil, bajaría visiblemente. A este país, se exportan alrededor de 7 millones de toneladas por año. De darse tal situación, no es descabellado estimar que podría haber una baja de 5 millones de toneladas en nuestras exportaciones trigueras.
La tensión política existente con Brasil ya comenzó a golpear los precios futuros del trigo. La posición julio en el Matba-Rofex cayó violentamente, para acercarse a USD190 por tonelada.
Sin el "Arancel Externo Común" del Mercosur, el precio del trigo argentino bajaría entre 20 y 30 dólares.
Si uno pensara mal, diría que el gobierno intenta bajar el precio interno del trigo. Si fuera así, se estaría matando la gallina para comer hoy mejor. Y en consecuencia, no habría más huevos para consumir el día de mañana. Si de ello se tratara, ¿nada alcanza para lograr ello?, ¿ni siquiera el derecho de exportación?
Como sabemos, la baja de los precios de los granos está en gran parte proporcionada por la caída de la demanda a raíz de la pandemia que azota al mundo entero.
Por otra parte, la contracción de la demanda es la consecuencia natural de la baja en el precio del petróleo que afecta directamente a los biocombustibles y por ende al precio del maíz y, en menor grado, al de la soja.
La caída de los valores del petróleo a lo largo del año ha sido estrepitosa. Pero aún peor ha sido durante este mes. El cuadro de abajo lo muestra con claridad.
Este fenómeno puede tener una duración considerable. Hay enormes excedentes de producción en stock. Y el almacenamiento se ha convertido en un problema agudo.
Distinto es el cuadro para la demanda de alimentos. Acá es probable que la taba se de vuelta tan rápidamente como la solución parcial o total de la pandemia.
Así las cosas, dañar la participación en el Mercosur, en lugar de mejorar la acción dentro del bloque, es como lastimar la mano de quien nos la estrecha en momentos de dolor.