El conflicto bélico, a raíz de la muerte del general iraní Soleimani, se ha acentuado con el ataque de Irán a las bases de EE.UU. en Irak. A los pocos días, diez misiles cayeron sobre la base estadounidense de Al Assad. Además, uno cayó en las inmediaciones del aeropuerto de Erbil, y otros más no alcanzaron sus objetivos. El ataque fue en venganza por la muerte del general de la Guardia Revolucionaria.
¿Podría comenzar una escalada? Ciertamente, es probable que así sea. Veremos cómo se desarrollan los acontecimientos.
En caso de ser así, es razonable aguardar nuevas subas en el precio del petróleo. Vale la pena, entonces, prever el comportamiento de los precios granarios, especialmente de la soja y del maíz.
El análisis tradicional de los precios de los granos se basaba en la observación de la oferta y la demanda, tanto sobre el presente como sobre las proyecciones de los organismos competentes.
Además, y muy especialmente, tomaba en cuenta la actitud de los inversores y de los fondos frente a las expectativas generadas por la realidad. Cuándo advertían oportunidades de alzas en los valores, a consecuencia de sequías u otros problemas climáticos, así como también por determinada guerra o conflicto comercial, solían provocar subas en el mercado de Chicago.
Esta forma de operar sigue tan vigente como siempre: los inversores y los fondos continúan atentos a los movimientos de la oferta y la demanda, tanto a nivel local como doméstico. Pero desde hace un tiempo, otro elemento ha entrado en el juego.
Es cierto que en el análisis, la evolución del precio del petróleo también era un factor de cierta consideración para entender el comportamiento de los precios de los granos, puesto que, como insumo de la producción, podía restringir o ampliar la oferta granaria.
Pero el peso del petróleo en la formación de los precios agrícolas comenzó a acentuarse a partir del año 2004, cuando EE.UU. comenzó a imponer una sucesión de normativas para incrementar la producción de biocombustibles como sucedáneos del petróleo.
Concretamente, EE. UU. ha decidido reemplazar buena parte de su consumo de petróleo por el etanol, aprovechado su gran potencial productivo de maíz.
Así también, otros países, como es el caso del nuestro, han iniciado un recorrido productivo a favor del biodiesel.
Y en Europa, se está produciendo combustible en base a la colza y la canola, y en Asia en base a la palma.
Tales hechos, año a año, van quitando ponderación al petróleo en el consumo mundial de combustibles.
Hoy puede hablarse de una verdadera irrupción del biocombustible en el mundo, promovida por la necesidad de mantener un cuadro ecológico más razonable y cierta independencia de los grandes productores de petróleo, a nivel global.
Con este cuadro, nadie puede negar la estrecha relación existente entre el petróleo y los commodities agrarios.
En consecuencia, los precios de estos últimos van de la mano, aunque no estrictamente de manera proporcional, con el petróleo. Es decir que no sólo están afectados por el papel de éste como insumo agrícola o como elemento financiero sino también por la demanda.
En estos días veremos cómo impacta el conflicto bélico en los precios. En principio debería incidir en forma de alza en los valores agrícolas. Muy especialmente del maíz y de la soja.
Es cierto que el precio de los transportes habrá de incrementarse por el costo del combustible, lo que afectaría negativamente el valor de los granos. Pero también es cierto que los factores descriptos pesan mucho. Y más que el costo del transporte.
Si a ello, se une la firma de la fase 1 del tratado entre EE.UU. podría comenzar una etapa de fortalecimiento de los precios. También habrá que ver qué dice el reporte del USDA a publicarse el viernes que viene.
Hay muchos interrogantes. Pero ciertamente, se advierten factores en favor de los precios agrícolas.