Sobrada evidencia de la relación y el impacto que tienen las políticas públicas sobre la producción agropecuaria, si nos remontamos a no hace tanto atrás, los ROEs y retenciones al maíz y el trigo fueron los responsables de una agricultura que se fue simplificando, “sojizando” y poblando de malezas.
Ya con estas restricciones fuera de juego y un nuevo escenario a nivel productivo y país, comienzan a surgir iniciativas que ayudan a los productores agropecuarios a producir más y mejor, un ejemplo es el programa de BPA del Gobierno de la Provincia de Córdoba que mediante el cumplimiento de una serie de buenas prácticas (conservación de suelos, mas de 30% de rotación con gramíneas, IndicAGRO de la Bolsa de Cereales de Córdoba, entre otros) concede bonificaciones a los productores.
No muy diferente pero sí mucho más lejos, es el caso del estado de Iowa en Estados Unidos, en donde su Departamento de Agricultura inició recientemente un proyecto de tres años destinado a aumentar la superficie de cultivos de servicio (o cobertura) y mejorar la calidad del agua.
Hace unos 5 años, el programa comenzó como una colaboración por una investigación que alarmaba por el exceso de nutrientes en cursos naturales de agua, producto del exceso en el uso de fertilizantes. Por eso, con diferentes acciones, lo que se busca es reducir las cargas de fósforo y nitrógeno en los cursos de agua. La iniciativa compromete efluentes industriales, aguas residuales municipales y las llamadas fuentes “no puntuales”, provenientes de los campos de productores.
En 2017, los productores que en Iowa sembraron cultivos de servicio accedieron a unos 10 U$S por hectárea de reducción de prima sobre el seguro de cosecha durante este mismo año como incentivo. Desde el gobierno nacional hay una supervisión más cercana durante estos primeros años del programa con el fin de conocer las repercusiones del mismo y crecer en cuanto a área sembrada. El incentivo no cubre la totalidad del costo directo del cultivo de servicio, pero es un elemento a favor en el momento de tomar la decisión.
Los cultivos de servicio protegen la calidad de los cursos de agua al inmovilizar nutrientes en sus estructuras vegetales entre la cosecha de un cultivo y la siembra del siguiente. En Iowa, como en otras partes del mundo, el grueso de nutrientes que se pierden ocurre en momentos en que los cultivos no están creciendo activamente. Allí, muchos productores están involucrados en redes de ensayos o haciendo análisis propios vía muestreo de suelo y agua para avalar lo mismo, aunque no es una exigencia del programa.
Incluso cuando la integración de estos pueda ser un desafío luego para la siembra de soja y maíz, al alentarse los mismos cada productor puede ir testeando y adaptando la tecnología en función de sus características particulares.
Si bien algunos productores de este estado ya siembran cultivos de servicio, este es el primer programa para incentivar su uso a través de beneficios en el seguro de cosecha. El programa está configurado para alentar el uso y la adopción de cultivos de servicio más allá de lo que los programas tradicionales federales pueden respaldar mediante investigación y apoyo con asesoramiento.
A nivel nacional, y según las estimaciones de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, durante la campaña 2016-17 en Argentina solo el 9% de los productores sembraron cultivos de servicio.
Cada vez tenemos un conocimiento mayor sobre las bondades de incluir cultivos de servicio a la rotación, tomando como base el caso piloto de Iowa, y esquemas similares como el programa BPA de provincia de Córdoba, quizás sea el momento de repensar el plano nacional y sumarle a los cultivos de servicio en suelo argentino también una “yapa”.