El agro chino experimenta una profunda transformación a partir de 2008, cuando se permitió a los productores transferir los derechos de uso y gerenciamiento sobre sus tierras a grandes empresas comerciales agroalimentarias, con el objetivo de adquirir economías de escala.
El resultado ha sido el surgimiento de más de 2 millones de nuevas unidades productivas de gran tamaño (5.000 / 10.000 hectáreas) entre 2008 y 2017, comparadas con las 110.900 existentes una década atrás.
Más de un tercio del total de la tierra agrícola es labrada hoy a través de grandes unidades productivas que incorporan maquinaria agrícola y tecnología de última generación. Prácticamente la totalidad de la producción de carnes (dos tercios del total) la realizan grandes unidades comerciales; y lo mismo ocurre con la industria láctea, donde el pequeño productor es absorbido por las corporaciones o cooperativas.
Los recursos provenientes de la transferencia de activos que realizan los pequeños productores facilita su emigración del campo a las ciudades, con 250 millones de campesinos que se transforman en trabajadores urbanos en los próximos diez a quince años.
Las nuevas unidades agrícolas comerciales son 2 veces más productivas que los pequeños y tradicionales emprendimientos; y el nivel de ganancias por unidad territorial de medida (mu = 0.07 hectáreas) es ahora U$S 146 promedio, mientras que eran menos de U$S 70 en la etapa anterior.
Las grandes unidades comerciales ocupan en la actualidad un promedio de 40 trabajadores agrícolas, muchos de alto nivel de calificación técnica o gerencial, en tanto que eran unidades familiares constituidas por el campesino y su familia en la etapa anterior.
El porcentaje de empleo agrícola tiende a disminuir a medida que se profundiza la mecanización de las actividades y se eleva la calificación del personal contratado, constituido en su mayoría por técnicos especializados, casi en su totalidad autónomos (contratistas).
El vuelco hacia la producción comercial ha modificado la forma de producir en China, orientándola hacia las cosechas de alto valor agregado (frutas y hortalizas en primer lugar), y alejándola de la labranza de commodities de bajo valor agregado como la soja y el maíz.
La modificación de la dieta urbana por el vuelco masivo de la población al consumo de proteínas cárnicas, acelera este cambio estructural, que es obra sobre todo de la nueva clase media de 440 millones de personas con niveles de ingresos comparables a los norteamericanos (unos 35.000 / 45.000 dólares anuales).
La producción de frutillas, cerezas y arándanos aumentó más de 40% en el último año, y se vende a través de marcas especializadas y con trazabilidad asegurada, en especial mediante el comercio por Internet que desarrolla Alibaba.
La producción de frutillas en China era prácticamente inexistente en 2007, y alcanzó a 130 millones de toneladas el año pasado (Estados Unidos produce 250 millones de toneladas de frutillas por año).
El nuevo sistema chino es un esfuerzo de monetización y movilización del capital agrícola, que funciona como sustento económico de la emigración masiva del campesinado y su conversión en residentes y productores urbanos.