El gobierno de Mauricio Macri está perdiendo en el sector de la cancha donde
la mayoría de sus votantes suponía que tenía a sus mejores jugadores. Y está
perdiendo por goleada, como lo demuestran no solamente la imparable
devaluación del peso, sino también los datos de la caída de la actividad
económica, del aumento del riesgo país y de una inflación que, proyectada,
ya iguala al peor momento de la gestión de Cristina Kirchner .
Sin embargo, hay coincidencia entre analistas de distintos ámbitos, dirigentes empresariales y políticos de diferentes extracciones en que el mayor problema no es económico, sino político.
Macri quiso anteayer disipar cualquier rumor de default, para lo cual
recurrió al pedido al FMI de un adelanto de los recursos comprometidos hasta
el final de su mandato. Su idea era que el mercado se tranquilizara al saber
que esos fondos estarían disponibles para cualquier contingencia y antes de
lo previsto. Pero desde que el Presidente formuló ese anuncio, sujeto aún a
la aprobación final del organismo financiero internacional, el dólar voló de
32 pesos a alrededor de 40. Al contrario de lo que buscaba, solo logró
transmitirles a los operadores una señal de fragilidad del programa de
financiamiento, que profundizó la desconfianza. Fue el primer gran indicador
de un principio de crisis de liderazgo.
No son pocos los voceros de la coalición oficialista que sostienen que,
cuando la economía no responde, la solución solo puede buscarse en la
política. En ámbitos empresarios, se escuchó que, en los próximos días, las
señales que debería dar la administración macrista tienen que pasar por una
confirmación del apoyo del FMI, del gobierno de los Estados Unidos y hasta
tal vez del chino, junto a un acuerdo con los gobernadores, que permita
presentar un proyecto de ley de presupuesto 2019 realista y consensuado
durante la segunda quincena de septiembre.
Pero precisamente en este último punto y en la relación con el llamado peronismo racional -aquel que está divorciado del kirchnerismo- es donde surgen algunas de las principales dudas. Esos dirigentes peronistas observan con desconsuelo que, pese a las revelaciones de los cuadernos de las coimas, Cristina Kirchner gana centralidad y temen quedar pegados a un acuerdo con el Gobierno. Incluso algunos de ellos propician combatir el déficit fiscal con más impuestos, sin advertir que la presión tributaria es asfixiante en el contexto económico actual y que a un muerto no se le puede sacar más sangre.
Claro que también están los que huelen sangre, empezando por los sindicalistas que levantan la mano para ir a un paro y evitar que la izquierda les gane de mano.