“Ser tambero es un negocio de largo plazo. Esta crisis nos está golpeando fuerte y me parece que la solución, en el corto plazo, va a ser que haya menos leche, para que haya mejor precio, y deberíamos trabajar fuertemente en cómo sacar la leche que sobra de Argentina, estrategias designadas a exportar los saldos de leche que quedan para que no derrumben los precios del mercado interno. Y después, por supuesto, que levante toda la economía argentina para que haya más consumo, estamos todos en el mismo barco, cuando hay piojos hay piojos para todos”. Las palabras del empresario Pedro Lacau resumen uno de los principales problemas de la cadena lechera argentina, la ausencia de políticas sectoriales de fondo. Y en el actual contexto económico, esa ausencia se torna más dramática y empuja a muchos hacia los límites.
Asi lo entiende también el consultor de empresas especialista en lechería Hugo Quattrochi, quien explica que “la lechería está muy complicada, sobre todo por el efecto de las devaluaciones”. “Las vacas comen dólares y producen pesos. Además, la cadena láctea en su conjunto tiene un problema de competitividad. La matriz del problema de la lechería no escapa al de otras actividades”, asegura.
La palabra clave para entender la angustia de los tamberos es "precio". Pero, ¿qué se puede hacer para que los productores obtengan más plata por la leche que venden?
“No veo sano para la lechería un alto grado de intervencionismo o regulación porque finalmente es no haber entendido la lección de las cotas europeas. Las cuotas, los precios sostén y demás son medidas que parecen buenas en principio y resultan nefastas en el largo plazo”, advierte Quattrochi, quien lidera un equipo de consultoría en empresas agropecuarias que trabaja sobre 13.000 vacas lecheras en Argentina. Y añade: “La esperanza parecería venir por el lado de un fuerte y competitivo sector exportador de lácteos, en la medida que eso se transforme en un mecanismo de transferencia de precio a los productores, el círculo virtuoso sería positivo para toda la cadena”.
Y Lacau coincide: “Yo no creo en los controles de precio, no veo que con intervenciones del gobierno vayamos a tener mejores precio y tampoco veo que las usinas se estén llenando de plata, más vale veo usinas complicadas, salvo alguna que ha invertido mucho en tecnología”.
Lacau maneja tambos en Lincoln, oeste de la provincia de Buenos Aires, y desde allí encontró una forma de negociar mejores precios a través de la unión con otros tamberos. El grupo L, según explica, es un grupo de comercialización formado por productores bonaerenses con el objetivo de vender mejor la leche, repartir riesgo y estar en el mercado de varias usinas. “Sin duda, asociarte te da fuerza, conjunto, más volumen, es una via para defenderse. Me parece que estaría buenísimo trabajar sobre créditos largos para poder invertir en tecnología y ser más eficientes haciendo leche. Hoy, los tambos nuevos tienen 20 años, en promedio son muy viejos, y a la industria le pasa lo mismo”, resume Lacau.