Lo que significa la transición dietaria en China (vuelco masivo de su población al consumo de proteínas cárnicas) lo refleja el hecho de que el consumo promedio de carne per cápita aumentó 3,9 veces entre 1980 y 2010, y 10 veces el de lácteos, mientras que la ingesta de huevos se incrementó 6,9 veces.

China se convirtió en el mayor productor de carnes del mundo en 2007 (con un volumen que es mayor al de la producción combinada de Estados Unidos y la Unión Europea).

Y se proyecta que en los próximos 10 años duplicaría la producción cárnica, lo que es insustentable a escala global.

La población animal se triplicó entre 1980 y 2010, y pasó de 142 millones a 441 millones de cabezas; y la producción de proteínas animales pasó de 5 toneladas en 1980 a 18 toneladas en 2010 (el 80% fueron obra de los negocios privados), mientras que el valor de la producción de carnes aumentó 58 veces.

Más de 70% de la producción de carnes dejó de estar en manos de los campesinos individuales en los últimos 30 años en el gigante asiático, debido a la extrema fragmentación de su sistema productivo (las unidades de producción tienen 0,6 hectáreas promedio).

Los campesinos individuales son responsables de prácticamente la totalidad de la producción de granos en el país asiático (650 millones de toneladas en 2017), mientras que los lácteos y las carnes son obra de grandes empresas, muchas de capital extranjero.

Hay una estadística que es central para comprender la relevancia que tomaron los granos forrajeros. La proporción de maíz y soja en la alimentación animal pasó de 15 a 107 toneladas entre 1980 y 2010, en el primer caso; y trepó de 4,1 a 41 toneladas en el segundo.

A partir de 2000, la República Popular debió importar un porcentaje cada vez mayor de soja y maíz, hasta alcanzar a 120 millones de toneladas en 2017.

La Academia de Ciencias de China advierte que el ritmo de crecimiento de la demanda de carnes en la República Popular es absolutamente insustentable en el mediano y largo plazo.

Así, por ejemplo, la importación de carne puede aumentar 8,4 veces en 2050; y que la soja y el maíz que debe importar para entonces representaría 14 veces lo que compró del exterior en 2010.

La consecuencia sería que el consumo per cápita de proteínas cárnicas aumentaría hasta 165% en las próximas tres décadas; y esto, en todos los casos, implicaría graves crisis de envergadura en el mercado mundial de agroalimentos.

No hay un caso semejante en toda la historia de la alimentación humana al de China.

El cálculo de la Academia de Ciencias es el siguiente: si el gigante asiático elige alimentar a su población animal sólo con la producción doméstica de granos, sin importar soja y maíz del exterior, se vería obligada a ocupar la mayor parte de sus recursos de tierra y agua con la agricultura (entre un 80% y un 90% del total) revirtiendo en más de 30% el proceso de urbanización.

Si mantiene la tendencia actual de importación de granos para la alimentación animal, tendría que importar el 100% del total de soja y maíz que circuló por el comercio internacional en 2010 en los próximos 30 años.

La conclusión de esta visión de largo plazo es una sola: China va a depender cada vez más de la producción agroalimentaria del Hemisferio Americano (Estados Unidos y Canadá, en el norte del continente; Brasil y la Argentina, en la región sur).