Es un día soleado pero muy frío. Desde temprano las tribunas de la pista central de Palermo están abarrotadas de gente con camperas, sobretodos y boinas. Durante las últimas 30 horas desfilaron en la arena unos 200 reproductores hembras y machos de las razas Braford y Brangus, y ahora el clímax está por llegar, es momento de consagrar a los Grandes Campeones.
El encargado de hacerlo será el presidente de la Sociedad Rural Argentina Daniel Pelegrina, quien hoy está acompañado por su antecesor en el cargo y actual Ministro de Agroindustria de la Nación Luis Miguel Etchevehere y por una amplia comitiva de representantes de las razas de todos los países de Latinoamérica. Incluso el presidente Mauricio Macri quiso estar presente pero la logística lo impidió. No es para menos teniendo en cuenta que la carne es el producto más emblemático de la Argentina, y que en esta ceremonia que ya lleva 132 ediciones se expresa buena parte de la historia, el presente y el futuro de ese producto.
Hay tensión en el ambiente, los funcionarios secretean entre ellos y en la tribuna no vuela una mosca. Finalmente se revela el ganador; la decisión del jurado hace estallar gritos de júbilo en la Rural, el cabañero revolea la varilla por el aire y el toro campeón se espanta sacudiendo su enorme cuerpo, pero enseguida se dispone a recibir su sexta cucarda del día.
Un rato más tarde, los festejos se extienden en el pabellón de los bovinos. Ahí están todos los que trabajan día a día en las cabañas ganadoras y, por supuesto, los toros: Midas, de la cabaña La Dominga, Gran Campeón de la raza Braford; y Daroiai, de La Sultana, Gran Campeón Brangus. Son los máximos exponentes de las razas sintéticas que surgieron de unir la rusticidad del Brahman con la capacidad carnicera del Angus (Brangus) y el Hereford (Braford), las razas que hicieron posible que la ganadería argentina creciera y se hiciera fuerte más allá de la pampa húmeda.
Midas es un toro muy joven, nació en enero de 2017 y actualmente pesa 705 kilos. Para llegar a Palermo tuvo que viajar casi mil kilómetros y luego acostumbrarse al ruido, la gente y el agua con sabor a cloro de la ciudad. El estrés y los cambios le hicieron perder algunos kilos, pero valió la pena la aventura.
“Cuando uno ve el ternero recién nacido va viendo sus características y los va seleccionando. Tiene buena área de ojo de bife, buen espesor de grasa dorsal, es muy sano productivamente”, comenta Mariano Garzón, veterinario de la cabaña La Dominga -propiedad de Alejandro Lauret- del partido de Ischilín, al norte de Córdoba. Allí, en campos cubiertos por pasturas Panicum coloratum, Lauret cuenta con un planteo ganadero cuya prioridad es claramente la producción de genética.
En Palermo, Midas está acompañado por Benito, otro toro de la cabaña que se quedó con el Reservado Gran Campeón. De esta manera, La Dominga hizo un sorpresivo uno-dos. Y además, un tercer toro de la cabaña fue ganador de su categoría. “No nos lo esperábamos. Uno sabe que vienen muchas cabañas que trabajan muy bien, hay que respetarlas. Fue una sorpresa, una alegría”, dice Garzón.
Además de las características enumeradas por el veterinario, los DEPs de Midas -indicadores de diferencias esperadas entre progenies- muestran, entre otras cosas, que su peso al nacer está dentro de lo recomendable para la raza. Es una característica deseable de transmitir a sus hijos para evitar complicaciones en los partos.
El Brangus Daroiai, por su parte, tiene dos años y medio y pesa 900 kilos. “Es un toro muy correcto que se desplaza muy bien, es muy ágil, lleva los 900 kilos muy bien. Se destaca mucho la musculatura, el cuarto posterior, el ancho de lomo… Virtudes no solo carniceras sino también funcionales, lo importante es que dé reproductores que funcionen bien a campo”, explica Mauricio Groppo, de La Sultana -Bell Ville, Córdoba-, y comenta que en guaraní, Daroiai significa algo así como “ya van a ver”. “Se lo pusieron los correntinos que trabajan en la cabaña y que ya de ternero le vieron buen futuro”.
La Sultana tiene 55 años, empezó con la cría de Angus de la mano del abuelo de Mauricio, y fue Dante, su padre, quien le dio más impulso al desarrollo de la cabaña. Hace 14 años empezaron a criar Brangus porque su zona se volvió muy agrícola, los clientes de Angus disminuyeron y apareció la posibilidad de poner un pié en Salta. Entonces, pensando en esa zona, el Brangus se perfiló como una muy buena opción, dice Groppo, visiblemente emocionado por la consagración. Es que hasta el momento habían sacado tres grandes campeonas hembras, un total de diez podios en Palermo, pero se les venía negando el Gran Campeón Macho.
Ahora, Daroiai luce sus seis cucardas de colores: primer premio de la categoría, Gran Campeón Senior, Gran Campeón Brangus y otros tres premios especiales. Pero hay que decir que esta no es la primera vez que el toro se prueba las cucardas. El año pasado, con solo 18 meses fue Gran Campeón Macho en la Nacional de Brangus que se hace en Resistencia, Chaco, y tras ese éxito el 50 por ciento del animal fue adquirido por la firma salteña Lanuse y Lascano.
“Nos dedicamos a la alta genética, ya estamos presentes en Uruguay, Paraguay, Brasil, Colombia, Bolivia... Hoy la exportación ronda el 20 por ciento del negocio, pero va a ir creciendo”, dice Groppo. Con ese objetivo en la mira, se entiende la importancia de ganar ante la mirada de la nutrida comitiva latinoamericana. El semen de Daroiai y de Midas acaba de aumentar considerablemente su valor. Ambos toros, como muchos de los que se ven en Palermo, irán directo a prestar servicio a centros de inseminación artificial.
Por ejemplo, Midas y su primo Benito irán al centro de inseminación de Venado Tuerto CIAVT, donde dos o tres veces por semana se les extraerá semen, considerando el estado del toro, la calidad del semen y la demanda que haya del mismo. Una medida promedio de eyaculado es de 6 centímetros cúbicos, y puede llegar a 8. “Al igual que las vacas, hay toros que dan más y otros que dan menos. A su vez, la concentración y calidad de cada eyaculado difiere de un animal a otro. Hay toros que terminan produciendo 5.000 dosis anuales, otros 10.000 y otros hasta 50.000”, explica Garzón.
Las técnicas de reproducción actuales permiten multiplicar la genética de los mejores toros y las mejores vacas. A las hembras se les extraen ovocitos que son fecundados in vitro para luego implantar el embrión resultante en el vientre de una vaca receptora. De esa manera, al mismo tiempo que se pasean por Palermo, muchos toros y vacas están a punto de dejar descendencia en campos del país y del mundo.
Sin ir más lejos, el propio Midas es producto de una transferencia de embriones hecha por La Dominga. Su madre es una vaca comprada a la cabaña Rancho Grande hace unos años, y el padre es Goliat, un toro nacido en la propia cabaña de un embrión importado de Australia. Midas todavía no tiene hijos en el campo, pero ya hay embriones producidos con su semen preparados para ser implantados en el vientre de una vaca. Y este es solo el comienzo.
Una cuenta rápida: si el toro lograra producir 10.000 dosis de semen, con una tasa de preñez del 60 por ciento -una cifra habitual para el transplante embrionario- tendría 6.000 hijos en un año. A un peso de faena de apenas 225 kilos -el promedio argentino en 2017, que debería aumentar mucho en los próximos años-, el toro sería el origen de la producción de 1.350.000 kilos de carne por año. No extraña, entonces, que en el remate posterior a la competencia un toro Brangus de cabaña Rancho Grande haya sido vendido por el valor récord de 2.450.000 pesos.
“Parte de la satisfacción de obtener premios en Palermo es revalorizar el trabajo que se viene haciendo hace años en la cabaña, es un voto de confianza, es como decir vas por un buen rumbo”, sintetiza Garzón.
Así, en una tarde cualquiera de invierno, Midas, Daroiai y el resto de los reproductores que compiten en Palermo suben la vara genética e invitan a celebrar el futuro de la producción de carne de la Argentina.