Con la sala repleta del hermoso teatro El Círculo de la Ciudad de Rosario, el reconocido economista y sociólogo estadounidense, Jeremy Rifkin brindó una conferencia titulada “La Tercera Revolución Industrial”. El evento, organizado por el Gobierno de la Provincia de Santa Fe, contó con el apoyo del Consejo Federal de Energía y formó parte del ciclo Santa Fe debate Ideas.
El orador destacó que las dos revoluciones industriales implicaron cambios profundos en las sociedades en tres aspectos fundamentales: comunicación, transporte y energía. En el caso de la primera revolución industrial, el carbón pasó a dominar la energía y la máquina a vapor revolucionó la imprenta, permitiendo la impresión de periódicos y revistas mucho más rápido y a menores costos. Los ferrocarriles hicieron lo propio con el transporte, derivando en profundas transformaciones en las conductas sociales, en la logística industrial y en el comercio. La segunda revolución industrial, fue impulsada por el petróleo como fuente de energía. Los cambios en el transporte se dieron en la tierra, el aire y el agua; el automóvil, la aviación y el transporte marítimo impulsados por los motores de combustión interna, alimentados por combustibles derivados del petróleo. En cuanto a las comunicaciones, el telégrafo al principio y el teléfono después permitieron que las personas puedan comunicarse a varios miles de kilómetros de distancia, implicando profundos cambios sociales.
Sin embargo, para Rifkin "estos cambios no dieron resultado". Las consecuencias fatales del cambio climático producido por los combustibles fósiles llevaron a que el planeta haya ingresado en lo que los científicos llaman “la sexta extinción de los seres vivos”. De continuar con estos niveles de emisiones de CO2, en 80 años se habrán extinguido la mitad de las especies con vida de la tierra. Hecho que no ocurra desde hace 75 millones de años.
El economista afirma que la segunda revolución industrial encontró su pico, cuando el precio del barril del petróleo alcanzó los 140 dólares y paralizó la economía. "El PBI global se viene ralentizando, la productividad viene cayendo y el desempleo no para de subir sobre todo entre los millenials. Eso ocurre porque la segunda revolución industrial llegó a su pico hace ya 10 años", afirmó.
Para Rifkin, "la tecnología de Internet y las energías renovables están a punto de fundirse para crear una potente nueva infraestructura para una Tercera Revolución Industrial que cambiará el mundo en el siglo XXI". Sostiene que en la era que viene, cientos de millones de personas producirán su propia energía no contaminante en sus hogares, oficinas y fábricas y la compartirán unos con otros en un “Internet de la energía”, al igual que ahora generamos y compartimos información en línea. La creación de un régimen de energía renovable, cargada de construcciones, parcialmente almacenadas en forma de hidrógeno, distribuidas vía un Internet de la energía y conectada a un transporte enchufado que no produce emisiones, generará miles de negocios y millones de trabajos sostenibles. La democratización de la energía también traerá con ello una reorganización fundamental de las relaciones humanas, que repercutirá en todas las maneras de gestionar las empresas, el gobierno de la sociedad, la educación de nuestros hijos e hijas y los compromisos en la vida cívica.
“Las compañías musicales no entendieron el poder distribuido hasta que millones de personas jóvenes empezaron a compartir música en línea y los beneficios de las corporaciones se derrumbaron en menos de una década. La Enciclopedia Británica no apreció el poder distribuido y colaborativo que convirtió a la Wikipedia en la primera fuente de referencia del mundo. Tampoco se tomaron en serio los periódicos el poder distribuido de la blogosfera; ahora muchas publicaciones están dejando el negocio o transfiriendo en línea muchas de sus actividades”, describió el economista.
Rifkin sostiene que la era digital cambiará también nuestra forma de movernos. En los sistemas de movilidad compartida (car-share), que ya se están implementando en algunas ciudades, cada automóvil que ingresa al sistema implica 200 automóviles menos que venden las automotrices. En el futuro que plantea Rifkin, la gente no necesitará tener su propio automóvil.
Debido a que la energía renovable (solar, eólica, térmica, hidráulica y de biomasa) está ampliamente distribuida, una Tercera Revolución Industrial es más proclive a despegar más rápido en los países en desarrollo. Aunque la carencia de infraestructuras se ve a menudo como un impedimento para el desarrollo, lo que estamos encontrando es que debido a que muchas naciones en vías de desarrollo no están sometidas a una red eléctrica envejecida, pueden potencialmente pegar un salto hacia una Tercera Revolución Industrial. En otras palabras, construyendo un nuevo sistema de distribución de energía desde cero, en vez de continuar parcheando una red de suministro vieja y desgastada, los países en vías de desarrollo reducirían significativamente el tiempo y el dinero que costaría realizar una transición hacia una nueva era de la energía. Además, debido a la naturaleza distribuida de la infraestructura de la Tercera Revolución Industrial, el riesgo puede ser difundido más ampliamente, con localidades y regiones agrupando recursos para establecer redes de suministro locales y luego conectarse con otros nodos a lo largo de las regiones. Ésta es la propia esencia del poder lateral.
Y aquí es donde entra en juego el nuevo paradigma de la bioeconomía. La producción sustentable de alimentos, energía y materiales - con la fotosíntesis como proceso de captura de carbono y la economía circular basada en los procesos tecnológicos modernos, que permitan valorizar los residuos y efluentes como materias primas o insumos para nuevos procesos – contribuye eficazmente al cumplimiento de planes ambientales y energéticos de la sociedad. La bioeconomía descentraliza la producción de las corporaciones y en consecuencia mueve el centro de gravedad económico hacía las economías regionales basadas en la agroindustria, que agregan valor a la producción primaria creando empleo de calidad en el interior productivo, arraigando a los jóvenes a sus localidades de origen.
Numerosos ejemplos encontramos en nuestro país. Los ingenios del NOA ya no focalizan sus inversiones exclusivamente en azúcar. En los últimos años viene llevándose a cabo una enorme modernización en las plantas de producción de biocombustible, integrándose a los procesos la generación de electricidad y biofertilizantes a partir de subproductos y efluentes. En línea con esto, 35 pymes distribuidas a lo largo y ancho del país atienden el 10% de la demanda de combustible diesel mediante la producción de biodiesel. Como subproducto de ésta se obtiene glicerina, que hasta hace pocos años era obtenida en su totalidad a partir del petróleo. Hoy, la glicerina renovable, derivada de la producción de biodiesel quitó para siempre del mercado a su equivalente fósil. En el caso de la cadena de maíz podemos encontrar otros casos similares. La producción de alcohol para combustible tiene como subproducto un alimento muy nutritivo para tambos y feedlots. Durante el proceso de fermentación, se captura el CO2 – renovable – que se destina a gasificar bebidas.
Uno de los casos más emblemáticos podría darse justamente también en la Provincia de Santa Fe. En la locadlidad de Christophersen, está en estudio la instalación de un biodigestor que transformará el estiércol de un feed lot comunal en biogás que luego servirá para generar la energía que requiere la población local. De esta manera, el pequeño pueblo podrá abastecerse de energía no solo con sus propios recursos, si no a partir de sus efluentes.
Bioeconomía, economía circular y energía renovable distribuida trabajando de la mano para abastecer a un mundo cada vez más demandante de productos sostenibles. La tercera revolución industrial ya está en marcha. Impulsada desde el interior y liderada por el sector de la producción. ¡Bienvenidos!
Por Emiliano Huergo - Especial para Clarín