Después de 117 años, el Mercado de Hacienda de Liniers se alista para la mudanza inevitable. No será mañana; no será, tampoco, para fines de año tal como está convenido entre el Ministerio de Agroindustria, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires y Mercado de Hacienda SA. Cuestiones de hecho lo impiden, pero los tiempos comenzaron a correr en serio, contrariamente a lo ocurrido con otros emplazamientos del pasado.
El progreso ha hecho su obra, si se quiere, y el predio histórico de 34 hectáreas en el sudoeste de Buenos Aires ha quedado como una rémora rural en la ciudad ávida por conquistar nuevos espacios para desarrollos edilicios o emprendimientos propios del carácter de gran urbe.
El nombre de Liniers está asociado a muchas generaciones de ganaderos argentinos desde fines del siglo XIX. Entre la primera presidencia de Roca y la siguiente, la de su cuñado Juárez Celman, comenzó a hablarse de la unificación de varios mercados o ferias regionales en tierras que habían pertenecido, dentro del ejido porteño, a Bernardo Terrero y a uno de los hijos de Bernardino Rivadavia, Joaquín.
La inauguración de 1901 consumió unos 15 años de preparativos. Comprenderá el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, que dejar atrás usos y costumbres tan arraigados en más de una centuria, y sobre todo una tradición que ha conferido a Liniers proyección internacional por la transparencia de las operaciones de este mercado único en el mundo, no se resuelve de un día para otro. Se ha agotado, es cierto, el tiempo de las conversaciones informales. Los círculos asociados de una u otra manera a las actividades diarias del mercado de concentración de hacienda entran ahora en el debate riguroso de cuál será la mejor alternativa para su traslado. Entretanto, se podría ir negociando la devolución paulatina al Estado de las hectáreas de Liniers que no cumplen un servicio activo; en principio, unas 8 sobre el total de 34.
Hace treinta o cuarenta años se hablaba de Mercedes, de Luján. Tras la imposibilidad de concretar la mudanza en una plaza frente al Mercado Central, por oposición de la intendencia de La Matanza, que interpuso una acción de amparo, se han abierto dos chances. Una: trasladarlo a Ezeiza, a la altura del kilómetro 22,5 de la autopista Riccheri. Otra, llevarlo a un campo de 120 hectáreas que se adquiriría fuera de la zona urbana de Cañuelas.
Será entre los consignatarios de hacienda, los mismos que han hecho de Liniers un mercado excepcional por haberlo dotado de las condiciones por las cuales el valor de la hacienda adquiere allí un precio de referencia diaria para los ganaderos, entre quienes se resolverá en mayor grado el camino por seguir. No será, esperemos, una decisión a mano alzada, con el consiguiente riesgo de la dispersión de quienes sostengan la posición minoritaria, sino el resultado virtuoso de la política del consenso. De otra manera, todos perderían. Y, en primer lugar, los productores, aunque la actividad en Liniers se haya alivianado en los últimos años de la intensidad del movimiento de cabezas del pasado a raíz del éxito de las ventas televisadas y del impulso por ventas directas o por ferias del interior. Pero para nadie con razones para interesarse por las cotizaciones del ganado en pie concluye el día sin averiguar antes cómo fue la jornada en Mataderos.
El predio de 30 hectáreas de Ezeiza cuenta para los consignatarios con la bienvenida del intendente, Alejandro Granados. Sin embargo, la bienvenida de hoy puede ser mañana la espada de Damocles que siempre pende de la cabeza de quienes negocian con un Estado voluble en sus políticas. Con administraciones en el Estado nacional, la provincia y la ciudad nada enajenadas como las precedentes en el trato con la actividad privada, ha habido, sin embargo, en tiempos recientes sobre este tema maltratos que han provocado fundadas quejas en el ámbito de los consignatarios.
El campo de Cañuelas se encuentra a unos 70 kilómetros de Buenos Aires, es casi la puerta inmediata para el ingreso de animales procedentes de la cuenca del Salado a un mercado que, entre la ciudad y su vasta periferia, integra a unos 16 millones de consumidores; y, además, estaría libre su ocupación del pago periódico de un canon a la Agencia de Administración de Bienes del Estado, que también es propietaria de Liniers. De las últimas reuniones surge también que Cañuelas es la mejor alternativa para la integración de un mercado agrocomercial. Su punto más débil sería la situación en la que podrían judicialmente declararse por su lejanía algunos trabajadores.
No hay soluciones perfectas. Lo importante será lograr una transición ordenada y al lugar más apropiado según el balance que se haga respecto de la infinidad de variables por tomarse en cuenta. Habrá que realizar inversiones por no menos de 10 ó 12 millones de dólares, que requerirán razonables condiciones financieras. Todo eso será parte del fin de un ciclo y el comienzo de otro en el extraordinario historial de las carnes argentinas y de lo que ha sido uno de sus capítulos centrales.