La política de subsidios agrícolas del mundo avanzado (Francia y Unión Europea y también Estados Unidos) alcanzó a los 228.000 millones de dólares en 2017, y la mitad fue destinada a la producción, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).
El Instituto Internacional de Investigación sobre Políticas Alimentarias (Ifpri, por sus siglas en inglés) agrega que los grandes productores de agroalimentos emergentes –Brasil, China, India, Indonesia- han aumentado los subsidios de la producción agrícola en los últimos 10 años, sobre todo en insumos e inversiones.
Hay un solo gran productor mundial de agroalimentos que no subsidia aspecto alguno de su producción, y que por el contrario le impone impuestos altamente discriminatorios de exportación, bajo el nombre de “retenciones”, y esa es la Argentina.
Los más perjudicados por esta trama mundial de distorsiones son los pequeños y más pobres productores de la economía global (Africa Subsahariana y el sur de Asia), que experimentan una creciente malnutrición y mayor inseguridad alimentaria, acompañada por una acentuación de su retraso y su pobreza.
En tres de los grandes productores de agroalimentos del mundo emergente –China, Indonesia y Rusia- la política de subsidios agrícolas asciende a 270.000 millones de dólares, y tiende a aumentar, no a decrecer.
Lo notable es que el monto de subsidios a la producción agrícola del mundo avanzado es el resultado de las reformas logradas en la Ronda Uruguay del GATT (1994), que las redujo de 33,4% del total de los ingresos agroalimentarios de 1992 a 18,8% en 2016, que es el nivel actual.
El GATT dispuso en 1994 no sólo disminuir los subsidios a la actividad agrícola, sino también reorientar su utilización, alejándolos de la producción y los insumos, con el objetivo de tornarlos menos letalmente competitivos con los países emergentes y en desarrollo.
Hay que aclarar que los subsidios a la producción han vuelto a aumentar en el mundo avanzado después de 2004, bajo la forma de incremento de los seguros agrícolas cubiertos por el Estado.
Se trata de una mejora directa en los costos de producción, y por lo tanto en la producción misma.
Los dos países que ejercen con mayor intensidad esta modalidad distorsiva son Estados Unidos y China. EE.UU. cubre más de 60% del costo de los seguros agrícolas de los “farmers”, y la República Popular subsidia un porcentaje aún mayor en términos de volumen que su gran competidor norteamericano.
Estados Unidos, sin duda como legado de la etapa histórica en que ejerció la hegemonía mundial y que ahora ha terminado, se especializa en las excepciones.
El nivel general de respaldo a través de subsidios a los “farmers” del Medio Oeste ascendió a 9,5% del total de los ingresos en 2014/2016, pero la producción azucarera del Estado de Florida recibió un apoyo de 34,2% en el mismo periodo.
En esta nueva etapa histórica, que ha surgido después de 2008, se impone la necesidad de concentrar todos los recursos del Estado en la investigación científica y tecnológica (I&D) agrícola.
Es que es la única forma de aumentar la productividad de todos los factores a largo plazo, y así asegurar la producción de agroalimentos en el siglo XXI, para responder al enorme desafío que implica la incorporación de 2.500 millones de nuevos consumidores hacia 2050.