Y creen que la presencia de moyanistas y kirchneristas juntos en la vereda de enfrente representa, en términos electorales, el mejor de los mundos para el Presidente.
Algunas encuestas de opinión pública han corroborado lo evidenciado por el propio discurso de Hugo Moyano en la avenida 9 de Julio. Un sondeo de DAlessio Irol da cuenta de que solo para el 18% de las personas consultadas la motivación del acto de anteayer residió en la legítima defensa de los trabajadores. Para el 48% no hubo otro propósito que la defensa personal del líder camionero ante la acción de la Justicia, en tanto que el 19% apuntó a la necesidad de Moyano de mantener poder político.
El país asistió a una sucesión de discursos mucho más conservadores que revolucionarios, en defensa de un viejo orden basado en privilegios corporativos para los dirigentes gremiales. El trasfondo del mensaje de la 9 de Julio fue: "Con los líderes sindicales no se metan".
La imagen positiva de Moyano en la ciudadanía oscila apenas entre el 5 y el 10%, de acuerdo con distintas consultoras. Ni él ni sus allegados esperan que la opinión pública valide sus acciones directas. La simple táctica de Moyano es hacerse fuerte en la calle y golpear al Gobierno para, eventualmente, negociar.
No resultó casual que el líder camionero no dejara de tender sutilmente puentes hacia el Gobierno. Su primera concesión fue no subirse a la idea del paro general que lanzaron otros dirigentes que lo acompañaron, como el estatal Pablo Micheli.
La capacidad de movilización y de daño del gremio de los camioneros está fuera de toda duda. Pero no solo quedó en evidencia su soledad dentro del sindicalismo tradicional. A pocas horas de finalizado el acto, dirigentes izquierdistas, como Néstor Pitrola, del Partido Obrero, ya estaban criticando duramente a Moyano, pese a haberse hecho presentes en el acto. "Su discurso fue frustrante y dejó mucho que desear, porque solo habló de su situación judicial y no atacó la reforma laboral. Moyano ya se agotó", concluyó el dirigente trotskista.
El desconcierto que acosa a la oposición lleva a convergencias disparatadas o a la posibilidad de un encuentro entre dirigentes que desde hace años se detestan, como Moyano y Cristina Fernández de Kirchner. Unos y otros tratan de darse aliento con la frase "Hay 2019". Pero lo cierto es que, por ahora, el gobierno de Cambiemos no tiene enfrente un conglomerado político capaz de capitalizar sus dificultades para explicar la subsistencia de los problemas socioeconómicos.
Ese mismo desconcierto ha llevado a no pocos de los dirigentes que se dieron cita en la 9 de Julio a decir que detrás de la marcha contra el gobierno de Macri estaba el poder inspirador del papa Francisco. Tal interpretación es apenas un síntoma de la orfandad de líderes y también de ideas que caracteriza a la oposición.
En el macrismo muchos están convencidos de que será difícil perder apoyos electorales mientras Moyano y Cristina Kirchner estén a la cabeza de la oposición. Pero también es difícil que el kirchnerismo o cierto sindicalismo combativo puedan desaparecer del escenario político mientras haya al frente del gobierno alguien a quien, desde su concepción populista, puedan identificar con la "derecha gorila".
El macrismo y el kirchnerismo, como el yin y el yang, parecerían necesitarse mutuamente para definirse a sí mismos. Está claro que el conflicto con el otro sigue siendo un negocio para ambos. Probablemente Moyano se haya montado a esa misma lógica por su propio instinto de supervivencia.
El líder camionero es un enemigo favorable para Macri, al menos en la opinión pública. Desde luego, habrá riesgos si el poder se dirime en la calle. Pero mientras no reine la sensación de ingobernabilidad, el Presidente llevará las de ganar.