Los objetivos propuestos en la Mesa de las Carnes se han ido alcanzando
parcialmente, pero persisten deudas muy importantes, tales como la falta de un
estándar sanitario único para todos los destinos y sin excepciones dentro del
territorio nacional. De alguna manera, esto debiera terminar con todas las
exigencias diferenciales para acceder a mercados externos que hoy pide el Senasa.
Con un solo estándar sanitario, la producción nacional completa calificaría para
exportación y mercado interno. De esta manera se terminan las quintitas y toda
la oferta accede a toda la demanda creando un mercado más amplio y transparente.
Por otro lado, las exigencias propias de cada destino que no tienen que ver con sanidad se arreglan entre partes y las posibilidades de lograr negocios interesantes la determinará la capacidad de los operadores. El Estado, en esta instancia comercial y privada, no debería intervenir directamente, claramente su rol es promover y orientar, pero cuestiones relacionadas con pesos de faena y tipo de hacienda están directamente vinculadas al gusto de los consumidores.
El esfuerzo puesto en terminar con la competencia desleal que significa el
funcionamiento de plantas frigoríficas que no cumplen con sus obligaciones
fiscales y sanitarias ya está dando sus frutos, pero no basta ajustar los
controles con cajas negras; lo más importante es desalentar la informalidad
entendiendo las causas que la provocan. Para los ganaderos, una de ellas es la
tremenda diferencia en la valoración del stock al momento de vender vacas que en
principio formaron parte de ahorro y a diferencia del ahorro en moneda que no
paga ganancias en este caso tributa por el total de la diferencia que fue
generada por inflación. Esto podría evitarse si se tomase el valor de la
hacienda en moneda constante y promover el ahorro y el crecimiento del rodeo. La
parte informal de la cadena de comercialización se debe más que nada a los
impuestos distorsivos, como Ingresos Brutos, impuestos a los débitos y créditos
y la suma de tasas de toda índole que terminan arruinando el negocio.
La simplificación de los trámites del Senasa ha sido parcial y no ha bajado con suficiente claridad a todas las delegaciones. Se puede obtener una guía online, pero el control policial y municipal obligatorio en algunos municipios arruina la ventaja. Tampoco existe un mecanismo sencillo para ajustar la cantidad real de animales cuando no coincide con la guía, lo que obliga a hacer nacer terneros en los corrales o matarlos en la planilla si sobran. Son cuestiones menores, pero la suma genera un problema serio.
Además, no se ha logrado una reconversión del organismo para adecuarse a
mercados cada vez más exigentes poniendo por encima de todo la veracidad de los
reportes para ser creíbles. Sería desastroso volver a tremendos errores de
ocultamiento como pasó en 2002 con la aftosa y el problema de la cancrosis de
los cítricos. La única manera de lograr el objetivo de excelencia necesario para
brindar seguridad alimentaria son los controles estrictos realizados por
personal calificado y terminando con la corrupción.
La importancia de la ganadería en su etapa primaria, además de tener un peso económico importante, brinda mano de obra radicada en el lugar y por sus características, para cierto número de animales, debe haber una persona, relación que no cambia demasiado con la escala.
Las mesas de discusión brindan la posibilidad de tratar los temas que preocupan, pero lo más importante es que se logren soluciones y que no terminen en debates sin fin.
El autor es productor agropecuario